La arquitectura financiera que permitió al régimen de Nicolás Maduro sostener durante años al ecosistema estatal iraní no se apoyó solo en el petróleo venezolano. Según los documentos aportados a la Fiscalía de Estados Unidos y a la Casa Blanca por exagentes de inteligencia … y exaltos cargos chavistas, a los que ha tenido acceso ABC, China aparece como el gran proveedor de liquidez que, una vez absorbida por el aparato financiero venezolano, terminó integrada en los circuitos que beneficiaron a Irán. Según esos dosieres, no fue de forma directa, sino a través de un mecanismo de triangulación diseñado para diluir el rastro del dinero y sortear los controles internacionales.
Para los analistas estadounidenses citados en el informe, el papel de China es especialmente sensible porque introduce a una gran potencia en una arquitectura diseñada para erosionar el régimen internacional de sanciones. Aunque el documento no atribuye a Pekín un control directo sobre el destino final de los fondos, sí subraya que el diseño del Fondo Chino-Venezolano (FCCV) y la ausencia de mecanismos efectivos de supervisión facilitaron el desvío. Venezuela, concluyen, actuó como intermediario consciente.
El informe señala que este modelo anticipa esquemas similares observados en la relación directa entre China e Irán, basados en trueques de petróleo por obras e infraestructura, con pagos canalizados fuera del sistema financiero tradicional. En ese sentido, la experiencia venezolana habría funcionado como laboratorio temprano de una red financiera paralela que hoy preocupa abiertamente a Washington bajo la Presidencia de Donald Trump.
Para la Fiscalía estadounidense, el documento se incorpora a investigaciones en curso sobre ampliaciones de cargos contra integrantes del cártel de los Soles y otros altos cargos del régimen venezolano. La inclusión del componente chino añade una dimensión internacional que refuerza el carácter estratégico del caso y explica, según las fuentes consultadas, el endurecimiento de la presión política, judicial y militar de Estados Unidos sobre la dictadura de Nicolás Maduro, que podría verse enfrentada muy pronto a una ampliación de cargos.
Infraestructura y desarrollo
El eje de ese sistema es el Fondo Chino-Venezolano, creado para canalizar préstamos de Pekín destinados, sobre el papel, a proyectos de infraestructura y desarrollo en Venezuela y Argentina. El informe sostiene que esos recursos, una vez ingresados en el entramado financiero del Estado venezolano, fueron mezclados con renta petrolera y redistribuidos a través de fondos opacos, empresas públicas y fideicomisos binacionales, algunos de los cuales acabaron financiando proyectos, pagos y estructuras vinculadas al régimen iraní.
Para 2010, según el documento, el FCCV había alcanzado un volumen aproximado de 12.000 millones de dólares, con más de 9.300 millones ya desembolsados en 124 proyectos. Es en ese momento cuando los autores del informe sitúan el punto de inflexión: parte de esos recursos habría sido desviada hacia programas industriales y financieros que, aunque formalmente encuadrados como cooperación entre países del llamado sur global, beneficiaron de manera efectiva a empresas estatales iraníes y a estructuras vinculadas a su aparato estratégico.
Para 2010, según el documento, el FCCV había alcanzado un volumen aproximado de 12.000 millones de dólares, con más de 9.300 millones ya desembolsados en 124 proyectos
China, origen del dinero
El informe revisado por ABC no presenta a China como socio ideológico de Irán en Venezuela, sino como el origen del dinero que hizo posible la maniobra. En resumidas: Pekín prestaba fondos a Caracas; Caracas los absorbía en su sistema financiero; y, desde ahí, una parte se redirigía hacia proyectos con participación iraní, utilizando a Venezuela como plataforma de redirección. Ese es el razonamiento básico de la acusación con pruebas que tienen las autoridades norteamericanas: sin el colchón financiero chino, el volumen y la duración del esquema habrían sido inviables.
El papel de Fonden resulta central en ese proceso. Se trata del Fondo de Desarrollo Nacional, que aparece descrito como una auténtica «caja de distribución» sin control parlamentario, capaz de mezclar recursos del FCCV, ingresos petroleros, emisiones de deuda y otras fuentes. Una vez dentro de Fonden, sostiene el documento, el dinero perdía su trazabilidad. Esa total opacidad permitía asignaciones discrecionales a proyectos industriales, agrícolas o energéticos que servían como fachada para transferencias posteriores.
Entre esos proyectos, el informe destaca el programa de las llamadas «fábricas socialistas», concebido como una iniciativa a tres naciones con Argentina e Irán. Según los documentos, un subgrupo de al menos 21 plantas requería más de 1.000 millones de bolívares para obra civil y equipamiento. La financiación se articulaba desde Venezuela, con recursos procedentes de Fonden y el propio Fondo Chino-Venezolano. Las empresas argentinas asumían parte de la obra civil, mientras que socios iraníes aportaban tecnología y equipos. El resultado, señala el informe entregado en Washington, fue que las plantas nunca se construyeron o quedaron inacabadas, pero los fondos sí se desembolsaron.
Entre esos proyectos, el informe destaca el programa de las llamadas «fábricas socialistas», concebido como una iniciativa a tres naciones con Argentina e Irán
Ese patrón se repite en otros proyectos industriales citados por el documento. Plantas de plásticos, procesadoras de alimentos, instalaciones petroquímicas y proyectos de defensa aparecen financiados con recursos mezclados del FCCV y de fondos venezolanos. En varios casos, los autores subrayan la ausencia de evidencia sólida de ejecución real, pese a los pagos efectuados. El beneficio, concluyen, se desplazó hacia proveedores iraníes o estructuras binacionales que permitían capturar valor con escasa exposición pública.
El informe identifica además empresas estatales iraníes concretas que habrían recibido pagos canalizados a través de este sistema, entre ellas Petropars y Sadra. Esos pagos, explica, se tramitaron bajo contratos industriales o petroleros gestionados por Pdvsa y Bandes, en ocasiones mediante cuentas y mecanismos fuera del sistema bancario SWIFT, diseñados para aumentar la opacidad y reducir la capacidad de rastreo por parte de las autoridades internacionales.
Rutas financieras de alto riesgo
A ese circuito se suman rutas financieras consideradas de alto riesgo. El documento menciona el uso de bancos y jurisdicciones como Uruguay, Panamá, Dubái y Hong Kong, que habrían servido para triangular transferencias y fragmentar el recorrido del dinero. La combinación de fondos chinos, renta petrolera venezolana y estructures financieras paralelas creó, según el informe, una red suficientemente compleja como para eludir durante años los controles asociados a las sanciones contra Irán.
La cuantificación es uno de los elementos clave. El informe no sostiene que la totalidad de los 7.821 millones de dólares estimados como apoyo venezolano al ecosistema iraní proceda de China. Al contrario, distingue con claridad. Atribuye unos 4.689 millones de dólares a proyectos y fondos explícitamente ligados a Irán, como energía, petroquímica y fondos binacionales. A esa cifra añade una estimación conservadora de otros 3.132 millones de dólares procedentes del desvío indirecto de recursos del Fondo Chino-Venezolano. Es ese segundo bloque el que sustenta la nueva línea de investigación.
En otras palabras, según el documento, al menos unos 3.000 millones de dólares de origen chino-venezolano habrían sido integrados en la arquitectura financiera que permitió a Teherán sostener su economía bajo sanciones y financiar actividades estratégicas. No se trata de una acusación genérica, sino de una estimación consolidada elaborada a partir de proyectos identificados, flujos financieros y testimonios de exfuncionarios venezolanos hoy cooperadores con la justicia estadounidense.
El informe también conecta este mecanismo con acuerdos de cooperación técnico-militar suscritos por Venezuela con varios países, entre ellos China e Irán. En documentos internos de 2008 y años posteriores, Fonden aparece como instrumento para financiar proyectos clasificados como estratégicos, sin desglose público ni auditoría externa. Esa coincidencia refuerza la tesis de que el fondo funcionó como nodo central de una política exterior financiera, y no como simple herramienta de desarrollo, como se pretendía en su lanzamiento.