Moody’s, una de las grandes agencias que vigilan la salud financiera de los Estados, ha decidido mejorar, por primera vez en 23 años; la nota de la deuda italiana. El salto es de Baa3 a Baa2, y viene acompañado de una perspectiva «estable». Puede … parecer un detalle técnico, pero tiene un claro trasfondo político: indica que, para los mercados, Italia ya no es el «enfermo de Europa» al que se reprochaba inestabilidad y desorden presupuestario. Hoy se la percibe como una economía más fiable, con un Gobierno capaz de mantener cierto control sobre las cuentas públicas.
La mejora llega tras una cadena de señales positivas en los últimos meses. S&P, Fitch, DBRS y Scope habían revisado también al alza su opinión sobre la deuda italiana, algo impensable hace pocos años. Basta recordar que en 2018, con el primer Gobierno Conte, la propia Moody’s colocó a Italia a un paso del «bono basura». El contraste con aquel periodo es evidente: entonces Roma inquietaba a los mercados; ahora, mientras países como Francia han sufrido rebajas en su calificación crediticia, Italia se permite subir un escalón.
La propia Moody’s explica el movimiento por una combinación de factores: estabilidad política inusual para los estándares italianos, continuidad en las políticas económicas, reducción del déficit y avances en el Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR), del que Italia es el país más adelantado de la UE en hitos cumplidos y fondos desembolsados. La agencia prevé que, si se mantiene la línea actual, el elevado endeudamiento empezará a bajar gradualmente a partir de 2027.
El Gobierno se ha apresurado a capitalizar políticamente el veredicto de Moody’s. La primera ministra Giorgia Meloni lo ha presentado como la confirmación de que «el camino elegido es el correcto»: rigor en los presupuestos, reformas estructurales y apoyo a empresas y trabajo, agradeciendo explícitamente a su ministro la gestión «seria y escrupulosa» de las cuentas públicas. Por su parte, el ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti, ha hablado de «primera promoción en 23 años» y de «prueba de la confianza reencontrada en este gobierno y, por tanto, en Italia».
Los partidos de la mayoría, de Forza Italia a la Liga, destacan que «Italia ya no es el enfermo de Europa» y subrayan que la mejora debería traducirse en un menor coste de financiación de la gigantesca cifra de deuda –más de 2,8 billones de euros– y, por tanto, en un alivio indirecto para empresas y familias.
Del «riesgo Italia» al «modelo Italia»
La mirada internacional también ha cambiado. A comienzos de noviembre, el Financial Times publicaba un artículo del economista Stefano Caselli –decano de la SDA Bocconi de Milán– con un título que habría sorprendido incluso al lector más optimista: «Europa debería aprender de Italia». Caselli repasaba algunos datos que ayudan a entender el giro. En cinco años, el índice bursátil FTSE MIB ha avanzado alrededor de un 120%, el doble que su equivalente europeo, el Eurofirst 300. Y añadía otro indicador simbólico: la prima de riesgo a diez años respecto a Francia, que durante mucho tiempo fue una fuente de preocupación, se ha ido estrechando hasta el punto de que, en momentos recientes, los bonos italianos han llegado a ofrecer un rendimiento incluso inferior al de los franceses.
El ascenso de Moody’s parece confirmar esa tesis: cuando Roma deja atrás gobiernos efímeros y conflictos internos, y al mismo tiempo utiliza el Pnrr para modernizar infraestructuras y administración, los inversores reaccionan. Italia sigue siendo la tercera economía de la UE y la segunda potencia manufacturera de Europa, después de Alemania, con superávits comerciales recurrentes y un sistema bancario hoy mucho más saneado que tras la crisis financiera.
Las sombras: deuda y crecimiento
La propia Moody’s, sin embargo, enfría cualquier euforia. El informe insiste en que la deuda pública seguirá siendo muy elevada, por encima del 130% del PIB durante la próxima década, y que su sostenibilidad puede debilitarse si el crecimiento económico no despega o si la disciplina fiscal flaquea. También advierte del impacto del envejecimiento demográfico sobre la capacidad potencial de crecimiento del país.
Los economistas de Confindustria, la patronal italiana, recuerdan, además, que el PIB se estancó en el tercer trimestre y que la línea de austeridad de Giorgetti tiene un coste en términos de actividad. La apuesta del Gobierno es que el impulso del PNRR, las reformas del mercado financiero y una eventual bajada de tipos acaben compensando ese freno.
Por ahora, el mensaje hacia Bruselas y los mercados es claro: Italia ha ganado tiempo y credibilidad. Después de más de dos décadas a la sombra de la desconfianza, el país ha logrado lo que muchos consideraban imposible: que su solidez política y sus cuentas ordenadas pesen más que los viejos estereotipos.