«Ahí agarraron a 25». Joaquín, un inmigrante indocumentado mexicano, señala a una esquina del aparcamiento del Home Depot de West Lake, al oeste del centro de Los Ángeles. Habla de gente como él, inmigrantes indocumentados, detenidos en una de las redadas ejecutadas por el Gobierno de Donald Trump … que ha desatado una semana de protestas en la segunda mayor ciudad de Estados Unidos.
Es algo que se podía ver en los Home Depot –grandes almacenes de ferretería, jardinería, mobiliario y material de construcción– de todo el país: inmigrantes sin papeles que se apostan a la entrada del aparcamiento para ofrecer sus servicios. Chapuzas, pintar casas, limpiar un solar. Lo que sea. Ahora muchos prefieren no ir.
«No hay clientes, ni apenas gente que quiera trabajar, la gente está con miedo», dice Joaquín a la sombra de una furgoneta de carga. Lo habitual es ver aquí a un ejército de inmigrantes que buscan un jornal. Hoy apenas media docena. «Yo no tengo miedo», dice Joaquín.
«Yo sí tengo», replica Manuel, guatemalteco, que incluso ofrece una tarjeta de visita, decorada con las barras y las estrellas de la bandera y con el águila calva, los símbolos del país del que los quieren echar. «Pero hay que comer. Los que tenemos necesidad estamos aquí, no ahí en el centro, haciendo lío», dice sobre las protestas que han tomado, en su nombre, la zona de edificios gubernamentales de Los Ángeles.
Los nombres de estos indocumentados son falsos. Ninguno quiere aparecer en imágenes, ni ser grabado, ni siquiera la voz. Sí se presta para la foto Tomás Moctezuma, con nacionalidad estadounidense. Pero tan mexicano como tantos otros de aquí, en una ciudad que fue primero española –Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del Río de Porciúncula fue su primer nombre–, después mexicana y por fin estadounidense. Aunque para siempre hispana, según lo que se escucha, se canta, se come y se festeja.
Tomás Moctezuma, con nacionalidad estadounidense, reconoce que incluso él tiene temor a ser arrestado
J. Ansorena
«No nos esperábamos que ocurriera esto. Este Trump es del equipo de los nazis. Da clases de odio»
Tomás Moctezuma
«Estamos atemorizados hasta los que tenemos papeles», dice Moctezuma, al volante de una camioneta cochambrosa. «No nos esperábamos que ocurriera esto. Este Trump es del equipo de los nazis. Da clases de odio. Quiere aplastar a gente como nosotros».
Pocos lo esperaban porque los inmigrantes indocumentados han vivido aquí con cierta normalidad, con sensación de seguridad, durante décadas. Aquí los demócratas ganan por costumbre. No hay ni un solo concejal republicano en el consistorio. La ciudad es uno de esos ‘santuarios’ donde las autoridades locales no cooperan con lo que aquí llaman ‘la migra’, la policía de Inmigración y Aduanas. Cualquiera que pasee por Los Ángeles estos días se ha aprendido sus siglas. Hay pintadas de ‘Fuck ICE’ (‘Que le jodan a ICE’) por todo el centro.
Disturbios violentos
«La migra ha llegado a nuestra ciudad, a Paramount», dice Kisha, con el rostro tapado por un pañuelo negro y envuelta en una bandera de México, convertida en símbolo contra Donald Trump. En el Home Depot de su localidad hubo disturbios violentos tras la aparición de agentes de ICE para ejecutar arrestos. Está en el centro de Los Ángeles y va camino de la zona donde se concentran las protestas, tomada por la Policía y, con mucha polémica, por efectivos del Ejército ordenados por el presidente. «No deberían separar familias, hay niños que ven cómo a sus padres se los lleva la Policía. Quién los va a cuidar, quién les va a dar de comer», lamenta. Ella nació en EE.UU. y tiene nacionalidad. Pero, como muchos jóvenes hispanos, teme por sus padres, que son indocumentados.
La amenaza del ICE y de la Guardia Nacional
En el Garmen District, el distrito textil de Los Ángeles, se trata de convivir con el miedo a las detenciones. La Guardia Nacional se ha sumado ahora a las redadas por orden de Trump
J. Ansorena / Reuters / Afp
Las organizaciones de derechos de inmigrantes han contabilizado cerca de una decena de lugares donde ICE ha ejecutado redadas en la última semana. Además de estos Home Depot, sus agentes han aparecido en lavaderos de coche de lugares como Culver City e Inglewood, en un hotel en Glendale. De forma más reciente, los agentes sorprendieron a un indocumentado en el aparcamiento de una iglesia de Downey. Más allá de Los Ángeles, han comenzado las redadas también en campos de cultivo, uno de los sectores que se nutre de mano de obra de indocumentados. Algunos activistas aseguran que los inmigrantes se escondían entre hileras de maíz. El último recuento apunta a 330 detenidos desde el pasado viernes.
La primera redada, la que de verdad agarró por sorpresa a Los Ángeles, fue en un lugar de trabajo del llamado Garment District, el distrito textil del centro de la ciudad. Aquí la tensión flota en el aire, entre calles repletas de tiendas de ropa: trajes de caballero, vestidos de fiesta, elásticas de imitación, alfombras vagamente persas, bisutería. Es la hora de la salida del trabajo y en las aceras hay más maniquíes que personas.
«Yo estoy mirando por todos lados a ver si aparecen, también en el móvil, pero no puedo dejar de venir a trabajar»
«Mire cómo está el negocio», lamenta Cristina, indocumentada después de 28 años viviendo en EE.UU., mirando al callejón de tiendas, normalmente un hervidero de compradores, ahora desolado. «Estamos con miedo, la gente ni siquiera se monta en el autobús, están diciendo que ahí también va a aparecer ‘la migra’». En el negocio de enfrente, un puesto de tacos, una señora dice que los padres no están yendo a las graduaciones de sus hijos –esta es la época– por miedo a ser detenidos y que tienen que seguirlas por ‘streaming’.
«Yo estoy todo el día mirando por todos lados a ver si aparecen, también en el móvil. Pero es que no puedo dejar de venir a trabajar», dice Cristina, que vende sombreros, juguetes, souvenirs. Las noticias de redadas –algunas reales, otras falsas– corren como la pólvora: «En la 9 con Santee», «en la 12 con Maple», dicen los avisos que llegan por WhatsApp.
«Que este señor (Trump) tenga compasión, somos gente trabajadora, no hacemos mal, solo vinimos por un futuro para nuestros hijos»
Paseando por la zona, la presencia de alguien con una credencial colgando del cuello –aunque sea de prensa– despierta sospechas. Los pocos que atienden los negocios miran intranquilos. Mary, una señora mayor que cocina mulitas y quesadillas en la plancha de su cocina callejera, solo confía en que «este señor (Trump) tenga compasión, somos gente trabajadora, no hacemos mal, solo vinimos por un futuro para nuestros hijos». El Gobierno de ese señor lo ve de otra manera. Ese mismo día, aparece un póster en la red social del Departamento de Seguridad Interior (DHS), del que depende ‘la migra’. En él está el ‘tío Sam’ colgando un cartel que dice: ‘Ayuda al país y a ti mismo. Denuncia a todos los invasores extranjeros’, dentro de la retórica de la «invasión» que abraza Trump para impulsar su promesa de la «mayor deportación de la historia».
«La realidad es que con Joe Biden comenzaron a meter gente y más gente», defiende Veder Vera, de origen peruano, que sí da su nombre porque es ciudadano desde hace décadas. «Y comenzó a haber vandalismo y desmadre. Pero esto que está haciendo Trump no está bien», asegura desde su tienda de ropa, donde no hay un alma. «Hoy no he hecho un dólar», lamenta. «La gente está encerrada en casa».
Esa es la verdadera realidad de estos días en Los Ángeles. Por cada manifestante que sale a las calles a gritar contra Trump –protestas muy minoritarias, con episodios de violencia aislados que han servido para reforzar la narrativa de «insurrección» e «invasión» del presidente–, hay decenas de miles de inmigrantes que no se atreven a pisarlas.