Jrap confiesa que sus amigos de toda la vida ya no logran comprenderlo. Él tampoco entendía a los soldados antes de ser uno de ellos. Acaba de volver al mundo junto a sus compañeros de armas, Japonés y Burik. Los tres sobrevivieron … casi dos meses seguidos en una posición en el frente de Zaporiyia. Los tres llevan reflejado en su rostro el cansancio de un conflicto brutal. Tienen los ojos muy abiertos. Su mirada está cubierta por una pátina de alerta constante y su comandante, presente, alaba su buen hacer.
Ellos, junto a miles de militares ucranianos, son los que a diario contienen a un enemigo con más hombres y recursos. Un enemigo hambriento de dominación.
Jrap tiene 47 años y trabajaba fabricando sillas para automóviles en Zaporiyia. Japonés, de 42 años, llegó desde Leópolis, al oeste del país, y era mecánico. Burik, obrero en una fábrica, también pasa de los 40. Esta es la edad media del Ejército ucraniano y de muchos de los reclutas que se integrarán en sus filas pronto.
Los soldados llegaron a su posición el 18 de septiembre, durante los últimos coletazos del verano. Regresan con los primeros copos de nieve a mediados de diciembre. «Antes era impensable que un soldado estuviese más de diez días en una posición», apunta Jrap, militar en la 65.ª Brigada Mecanizada Velykyi Luh. Pero la guerra ha cambiado mucho y muy rápido.
«Lo principal es evitar la exposición innecesaria. Y, si lo haces, seguro que llega algún ataque. El año pasado había menos drones. Y era más fácil. Pero ahora simplemente hay muchísimos. Vuelan a los lugares más recónditos. Aunque los nuestros también están trabajando en ello», explica el soldado.
La plaga de aparatos voladores letales pone en jaque todo tipo de movimientos en la denominada ‘zona de muerte’. Un área que alcanza los 20 kilómetros desde las propias líneas del frente hacia el interior. Salir o entrar en posición es quizás unas de las operaciones con más riesgos a día de hoy.
Las rotaciones, apuntan los soldados, son complejas y dependen mucho del tiempo. Con niebla, por ejemplo, los drones trabajan peor. «Nos informan que saldremos en un día determinado. Pero no pueden darte el alta ese día. Por los drones, por todo, por los bombardeos. Y lo entendemos perfectamente. Lo importante es salir con vida», subraya Jrap.
Empuje ruso
El frente de Zaporiyia se había mantenido relativamente estable hasta hace poco. En las últimas semanas, los rusos lograron avanzar. El 12 de noviembre, la Fuerzas de Defensa del Sur, agrupación que coordina a las brigadas que operan en la zona, informaban de la retirada de las tropas ucranianas de varias aldeas.
La potencia de fuego enemiga, junto a los asaltos continuados, impidió a los defensores mantener las posiciones. Un día después, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se trasladó a la zona para hablar con los comandantes sobre el refuerzo de las defensas.
EN EL FRENTE
Un dron sobrevuela al grupo de reclutas de la Brigada 65 durante un entrenamiento (primera imagen). Su llegada coincide con el regreso de los militares que vuelven del frente, como Jrap, Japónes y Burik, que aprovechan para descansar (segunda imagen). Algunos de los reclutas, como Abuelo, tienen 51 años (tercera imagen)
MIRIAM GONZÁLEZ
Las características del terreno y la falta crónica de personal, así como una mala coordinación de los mandos –según han destacado algunos analistas dentro del país–, han favorecido al invasor.
«Zaporiyia es una estepa. Son zonas abiertas con terreno elevado. Quien esté en las alturas controla todos los accesos a la línea del frente. Tenemos nuestras propias particularidades, determinadas por el terreno y ahora dependen en gran medida de los drones enemigos. Por eso es tan difícil aquí. No hay refugio», explica a ABC, Serhii Evguenovich, oficial de prensa de la Brigada 65.
Conquista de Rusia
505
kilómetros cuadrados
Es el territorio ucraniano conquistado por las fuerzas invasoras en noviembre, según ‘DeepState’
El grupo de analistas ‘DeepState’ destaca que las fuerzas del Kremlin lograron ocupar en noviembre unos 505 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano. El 40% de esos progresos se concentraron en el área de Huliaipole, dentro de la región de Zaporiyia.
Las fuerzas invasoras siguen aunando esfuerzos en torno a la ciudad de Huliaipole. Un nodo que conecta con el oeste de la provincia de Donetsk y facilita la entrada hacia el interior de Zaporiyia. Su control por parte de Ucrania evitará que los defensores tengan que dispersar aún más unas fuerzas faltas de efectivos y aquejadas por las deserciones.
Nuevos reclutas
La explosión levanta un humo negro sobre un grupo de reclutas que se arrastra por el suelo. Acaba de estallar una granada de entrenamiento. De nuevo, todos arriba y a correr. Algunos tienen dificultades para seguir la marcha. Avanzan unos metros y, después, otra vez cuerpo a tierra; a continuación, se agachan o tratan de esconderse. Un dron sobrevuela las cabezas de los recién llegados y los instructores disparan al aire mientras apuran a gritos a los futuros soldados.
La idea es replicar una situación de combate real a la que se enfrentarán en unos dos meses. «Esto debe hacerse para que la persona comprenda lo que le espera. Les enseñamos también a diferenciar los diferentes tipos de drones por su sonido. Enseñamos, digamos, diferentes métodos para escapar, salvar la vida o ayudar a tus compañeros», destaca Fins, el instructor militar.
En el «día cero», muchos todavía no tienen un nombre de guerra. La mayoría llegaron a la brigada tras ser movilizados. Andrei es parco en palabras. A sus 29 años, en su mirada se parece haberse instalado el temor y la desconfianza. Su familia está en la zona ocupada. No quiere salir en fotos y admite que tiene miedo. «Prefería estar en casa, supongo», zanja.
Ded, diminutivo de abuelo en ucraniano, tiene 51 años. Espera junto a un árbol en un momento de descanso. Le cuesta seguir el ritmo y se queja de que el chaleco no le queda bien mientras señala su barriga. Ded se ríe por un momento. Y da por terminada la conversación diciendo que «Dios ayudará. Cada uno tiene un plan para su viaje final».
Ejército de Ucrania
«Mi madre dijo que no estaba nada contenta, pero apoyó mi decisión de alistarme. Soy una persona adulta»
Tania
Voluntaria de la Brigada 65
Serhii, por el contrario, sí se muestra más animado que la mayoría de sus compañeros. Era un minero de Mirnograd, en el Dombás. A él, las explosiones del entrenamiento no le impresionan. Le tocó sentirlas, de las de verdad, cuando aún era civil. «Deseo que esta guerra termine pronto, que nadie muera y que los animales no sufran», añade con una sonrisa
Destaca entre ellos Tania, la única mujer del grupo, de 20 años. Se alistó voluntaria para defender un hogar que Rusia ya ha arrasado en la parte ocupada de la región de Zaporiyia. «Mi madre dijo que no estaba nada contenta, pero apoyó mi decisión. Soy una persona adulta», cuenta con una sonrisa.
«La defensa se mantiene»
La brigada 65 está encargada de la defensa en torno a otro punto clave en el frente de Zaporiyia: Orijiv. «La situación es compleja, pero controlable. Vemos cómo el enemigo concentra fuerzas, aporta recursos, equipo y personal. Afortunadamente, hemos construido una defensa muy poderosa y estratificada», destaca Serhii, el oficial de la 65.
«Estamos sembrando campos minados, usando drones y artillería de largo alcance para impedir que alcancen la línea de contacto. Por eso hemos podido repeler todos los asaltos. En concreto, en las últimas 24 horas hemos sufrido cinco asaltos enemigos», añade el militar.
Ejército de Ucrania
«No queremos ceder territorio porque entendemos que, de todas formas, no tendremos ninguna garantía»
Serhii
Oficial de la Brigada 65
La guerra continúa a la par de una diplomacia que, como en el frente, también es compleja. El punto más problemático para el país invadido es la cesión de territorios en Donetsk que exigen Estados Unidos y Rusia. «Si un político de renombre mundial le dijese a tu país: ‘Démosle Cataluña a otro porque la están reclamando’, ¿qué opinarías?», cuestiona Serhii. «No queremos ceder territorio porque entendemos que, de todas formas, no tendremos ninguna garantía», vaticina el oficial.
Civiles y militares desean que la guerra termine, pero casi nadie está dispuesto a capitular ante las demandas maximalistas de Moscú. Lo que los rusos no lograron tomar con las armas pretenden tomarlo en las negociaciones. El cansancio pesa, pero el honor de los ucranianos obliga. Jrap es claro: «Solo podemos mantenernos firmes. Al final todo depende de una sola persona. El que está detrás de las murallas del Kremlin».