Estados Unidos cree que el apoyo de Rusia a Nicolás Maduro no es más que retórico y asegura que no le preocupa en absoluto, porque Vladímir Putin está enfangado en Ucrania y sin margen real de maniobra. Así lo dijo el jefe de la … diplomacia estadounidense en un momento de franqueza poco habitual, durante una comparecencia inusual por su duración y su tono. Marco Rubio habló durante más de dos horas y media ante un grupo de periodistas invitados al Departamento de Estado, respondió a todo sin filtros y, por primera vez en un foro de este nivel, alternó el inglés con su español natal.
La escena fue llamativa. Rubio, de padres cubanos, nacido en Miami, no solo es secretario de Estado, sino también consejero de Seguridad Nacional, una concentración de poder e influencia bajo el presidente que no se veía desde los tiempos de Henry Kissinger. En ese contexto, su mensaje sobre Venezuela fue directo y sin matices: Washington no interpreta las advertencias de Moscú como un factor determinante en su estrategia en el Caribe. «No estamos preocupados por una escalada con Rusia en relación con Venezuela», dijo, dando por descontado que el respaldo del Kremlin al chavismo se limita al plano político y discursivo.
Rubio explicó que ese apoyo ruso entra dentro de lo esperado y no altera el cálculo estadounidense. Rusia, subrayó, tiene hoy su atención, sus recursos y su credibilidad internacional absorbidos en Europa. En la práctica, eso reduce su capacidad de intervenir o condicionar lo que ocurre en el resto del mundo. El mensaje fue claro: Venezuela no es un tablero en el que Moscú tenga capacidad real de disuasión frente a Washington, y cualquier presión ejercida desde EE.UU. no tiene en cuenta el criterio del Kremlin.
A partir de ahí, el secretario de Estado defendió la acumulación de presión militar y judicial sobre el régimen de Maduro como una operación de seguridad nacional, no como una escalada bélica. Defendió el despliegue de fuerzas en el Caribe, de la presencia de buques de guerra y de operaciones contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico, y dejó claro que cada movimiento se rige por criterios legales estrictos. «Sabemos quién va en esos barcos, los seguimos desde el principio», afirmó, insistiendo en que hay ataques que no se ejecutan porque no cumplen los requisitos legales.
Rubio evitó pronunciarse explícitamente sobre un objetivo de cambio de régimen, pero no dejó dudas sobre la naturaleza del poder en Caracas. Definió al Gobierno de Maduro como un «régimen ilegítimo» que coopera con organizaciones terroristas y redes criminales, y lo vinculó de forma directa con Irán, Hizbolá, el ELN y disidencias de las FARC que, según Washington, operan abiertamente en territorio venezolano. En ese marco, dijo, la prioridad de Estados Unidos es proteger sus intereses y garantizar la estabilidad y la seguridad regional.
«Sabemos quién va en esos barcos, los seguimos desde el principio», afirmó Rubio, insistiendo en que hay ataques que no se ejecutan porque no cumplen los requisitos legales
También marcó límites institucionales. Rubio sostuvo que ninguna de las acciones emprendidas hasta ahora obliga al Ejecutivo a pedir autorización al Capitolio, una respuesta dirigida a las críticas demócratas por la falta de información sobre las operaciones en curso. Según su explicación, Estados Unidos no ha cruzado el umbral legal que convertiría esta estrategia en una guerra formal, aunque reconoció que se trata de una presión sostenida y creciente.
La cantidad de argumentos, datos, la consideración detenida y detallada de cada posición contrasta con el estilo torrencial y caótico de Trump, que mezcla advertencias y amenazas sin pararse a considerar precedentes o efectos a largo plazo. En esta comparecencia quedó claro que el secretario de Estado es la mente tras las decisiones más cruciales y decisivas de la Administración Trump en política exterior.
Latinoamérica, una prioridad
El telón de fondo de toda la intervención fue una idea que Rubio repitió de distintas formas: el continente americano vuelve a ser una prioridad estratégica para Washington. Sin mencionarlo de forma explícita, su discurso encajó con la lógica de reactivar la llamada Doctrina Monroe como marco político y de seguridad. Venezuela aparece así no solo como un problema interno o humanitario, sino como un nodo de crimen transnacional protegido por un Estado y tolerado por actores externos sin capacidad real de alterar el equilibrio que decida EE.UU.
Rubio definió al Gobierno de Maduro como un «régimen ilegítimo» que coopera con organizaciones terroristas y redes criminales
Rubio se permitió también momentos de ligereza que rompieron la rigidez habitual del Departamento de Estado. Cuando un periodista empezó una pregunta mencionando a «Vladímir Putin», Rubio lo interrumpió con media sonrisa: «Ese es tu nombre». El periodista respondió que no, que Putin había dado horas antes una conferencia de casi cuatro horas, y Rubio remató: «Seguro que no en español». Fue una broma breve, que relajó la sala y marcó el tono de una relación con la prensa muy distinta a la que se vive hoy en la Casa Blanca y también a la de etapas anteriores. Sin guiones cerrados ni respuestas encapsuladas, Rubio dejó hablar, se dejó repreguntar y aceptó la incomodidad como parte de su trabajo.