A diferencia de la mayoría de los negocios en Venezuela, que luchan por sobrevivir a la debacle chavista, existe una estructura que ha prosperado en el caos hasta construir un imperio criminal transfronterizo: el Tren de Aragua. Una amenaza que sigue expandiéndose y … que, tras instalarse en Estados Unidos, la Administración Trump se ha propuesto erradicar, dedicando todos sus esfuerzos para frenar sus atrocidades.
El pasado jueves, la Fiscalía de Nueva York presentó la acusación contra su líder, Héctor Rutherford Guerrero Flores, conocido como ‘Niño Guerrero’, quien ha sido «el cerebro detrás de la evolución del Tren de Aragua, de una pandilla carcelaria venezolana a una organización terrorista transnacional que cometió innumerables actos de violencia, extorsión y narcotráfico en toda Norteamérica, Suramérica y Europa», según el fiscal federal Jay Clayton.
La acusación vincula directamente al Niño Guerrero con el cártel de los Soles, la red de narcotráfico que Washington atribuye a altos mandos militares y funcionarios del entorno de Nicolás Maduro. Según las autoridades estadounidenses, existe una simbiosis criminal en la que el cártel de los Soles garantiza impunidad y acceso a corredores estratégicos, mientras que el Tren de Aragua actúa como un brazo armado que aporta logística, seguridad y control territorial para el envío de cocaína al resto del mundo.
Sus tentáculos delictivos han cruzado el Atlántico. El mes pasado, la Policía Nacional española desarticuló una célula en suelo europeo, deteniendo a 13 miembros de la banda, en provincias como Barcelona, Madrid y Valencia, que se dedicaban a la producción y venta de drogas. Estas detenciones son consecuencia de las investigaciones iniciadas tras la captura en Barcelona, a mediados de 2024, del hermano del propio Niño Guerrero. Dicho arresto fue ejecutado bajo una orden internacional por terrorismo y trata de personas.
Incubadora criminal
El Tren de Aragua no habría podido surgir sin la connivencia del chavismo y, aunque su nombre suele vincularse al sindicato de una línea ferroviaria de Odebrecht que –como tantas promesas de la revolución bolivariana– quedó inconclusa, su verdadera etimología parece responder a una lógica interna del hampa. En el argot carcelario venezolano, se conoce a las bandas como «carros» (coches), el concepto de «tren» se utiliza para ilustrar una estructura criminal superior y expandida, compuesta por la unión de múltiples ‘vagones’ delictivos.
Larry ‘Changa’ Amaury Álvarez, de 47 años y uno de los fundadores del Tren de Aragua, fue detenido el año pasado en Colombia, desde donde se espera su extradición a Chile
Policía nacional de colombia
La cárcel de Tocorón, donde nació y creció el Tren de Aragua, más que un centro de castigo y reinserción, operó durante años como un verdadero club social del crimen. El recinto estaba equipado con piscina, centro hípico, zoológico con animales exóticos y hasta una discoteca donde se celebraban fiestas multitudinarias con artistas internacionales invitados. Allí, el control no recaía en las autoridades –quienes, como en otros centros penales venezolanos, tenían vetado el acceso al interior–, sino en los propios presos, que actuaban como centinelas de su propia fortaleza, administrando un Estado paralelo con sus propias leyes e impuestos.
Tren de Aragua
4.000
integrantes
Es el número de personas que se calcula que han llegado a estar vinculadas a la organización narcoterrorista
Según documenta la ONG Transparencia Venezuela, en su etapa embrionaria, este ejército delictivo –que se calcula ha llegado a tener 4.000 integrantes– fue alimentado por la debilidad institucional y la complicidad directa del Estado, que, lejos de combatirlo, encontró en el Niño Guerrero a un aliado táctico para el control social.
Industrializar la tragedia
Cuando el país colapsó, la banda criminal industrializó la tragedia. Aprovechando el éxodo masivo de más de nueve millones de venezolanos, la organización utilizó la crisis no para vender pañuelos sino para establecer una red de ‘coyotes’ a escala continental.
Según los informes de la ONG, desde 2018 operan usando estructuras similares a las de agencias de viajes que ofrecen paquetes de traslado hacia Estados Unidos, cruzando la selva del Darién, o hacia el sur del continente, con tarifas que oscilan entre los 1.000 y los 10.000 dólares. Sin embargo, esta logística no solo busca el lucro del traslado, sino la captación de víctimas para la trata de personas con fines de explotación sexual y laboral, persiguiendo a la diáspora allí donde se asienta para extorsionarla. Sus connacionales son, por lo tanto, los objetivos principales.
Tren de Aragua
Ofrecen paquetes de traslado hacia Estados Unidos con tarifas que oscilan entre los 1.000 y los 10.000 dólares
Al llegar a su destino, los migrantes descubren que su deuda inicial se ha multiplicado arbitrariamente y las tarifas del terror están tabuladas por nacionalidad. Para saldar las costosas deudas, las víctimas son forzadas a la explotación sexual o a trabajos forzados bajo la amenaza constante de muerte, no solo hacia ellas, sino hacia los familiares que quedaron desprotegidos en Venezuela.
Quienes se niegan a pagar son torturados, tiroteados y descuartizados, y todo el acto es grabado y difundido en redes sociales para que sirva como advertencia para el resto de víctimas.
Mapa delictivo
La capacidad de adaptación y metástasis de la banda ha sido vertiginosa. Según detalla la ONG, el Tren de Aragua ha logrado extender sus operaciones a al menos once países, consolidando una red que abarca Colombia, Perú, Chile, Ecuador, Bolivia, Brasil, Panamá, México, Estados Unidos, Trinidad y Tobago y España.