Un silencio absoluto se sintió en las calles de Caracas cuando a las 8.00 de la mañana, hora local, comenzó la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz en ausencia de la galardonada María Corina Machado, cuyo viaje desde su … clandestinidad caraqueña a Noruega se mantuvo en suspenso y en vilo hasta el último momento.
A diferencia del cálido júbilo que se manifestó en Oslo por la sociedad y las autoridades noruegas, en la capital venezolana el régimen chavista de Nicolás Maduro se encargó de silenciar y censurar el Nobel de la Paz, otorgado a la líder venezolana, como si fuera un galardón subversivo, clandestino y prohibido.
No había carteles ni avisos en la calle y mucho menos en los medios oficiales de radio y televisión. Tampoco en las dos únicas cadenas de televisión privadas. Ni una mención sobre el histórico momento de la entrega del premio, que tuvo que recoger la hija de la galardonada al no llegar a presentarse esta en el acto. Todas las páginas digitales internacionales habían sido bloqueadas y sólo el canal YouTube del Nobel pudo ser enlazado para ver la transmisión de la ceremonia en directo y en privado.
A esa hora Verónica Reyes, fisioterapeuta de 26 años, comenzaba a dirigir la sesión de ejercicios a sus pacientes en un gimnasio céntrico de Caracas. Y mientras daba las instrucciones de los movimientos a cada paciente encendía su móvil para ver la entrega del Nobel.
«No me puedo perder la ceremonia, esto es histórico», decía entusiasmada la fisioterapeuta, «y nosotros tampoco, coreaban los seis pacientes», cuando escucharon el discurso del director del Nóbel en el Ayuntamiento de Oslo en la pequeña pantalla del teléfono móvil.
«Admiro a María Corina por su coraje y valentía, quería verla recibiendo el premio porque además del mérito es un desafío al régimen y es la única que nos puede llevar al cambio de gobierno»
Verónica Reyes
Fisioterapeuta
La joven terapeuta aseguró a ABC: «Admiro a María Corina por su coraje y valentía, quería verla recibiendo el premio porque además del mérito es un desafío al régimen y es la única que nos puede llevar al cambio de gobierno».
«Estoy esperando por el cambio desde que nací hace 26 años. Mis padres me han pagado los estudios universitarios con mucho sacrificio. No me pienso ir de Venezuela. Mis primos en el exterior siempre me llaman para que me vaya y me dicen que guarde comida por lo que viene», añade.
Verónica Reyes se muestra escéptica con el Nobel: «No sé si va ayudar a cambiar el gobierno que tenemos. Yo digo como Santo Tomás: ver para creer, si al final tenemos un nuevo gobierno esta Navidad, entonces creeré en el premio, porque voté el 28 de julio del año pasado y nos robaron las elecciones, y nada seguimos igual o peor que antes».
En un rincón del gimnasio, un paciente de 70 años escuchaba la conversación y exclamó: «Ella –la terapeuta– no conoce de democracia y libertad como la que vivimos nosotros antes del chavismo, pero yo sí estoy seguro de que vamos a ganar con María Corina».
«Es un reconocimiento a una mujer que entregado su vida y alma por su país. Le cantó en su cara al difunto (Chávez) que era un ladrón»
Aurora Sánchez (nombre ficticio)
Arquitecta
En una bicicleta fija, la arquitecta de 72 años Aurora Sánchez –no es su nombre real, ya que pidió a ABC no publicar su nombre por temor a represalias– pedaleaba con mucho esfuerzo, y mientras escuchaba el discurso del representante del Nobel decía: «Es lo mejor que nos pudo haber pasado en esta vida. Un reconocimiento a una mujer que ha entregado su vida y alma al servicio de su país. Que le cantó en su cara al difunto (Chávez) que era un ladrón por quitarle la propiedad a muchos venezolanos».
«Además de aguerrida, es inteligente, muy preparada y si fuera poco, bella y activa. ¡Es una ‘superwoman’! Debemos estar muy orgullosos de ella, no solo como venezolanos, sino como mujeres que cada día empujamos este país grande para adelante… Saldremos de esto pronto», señaló la arquitecta tras terminar sus ejercicios.
A su lado, su marido Peter Gómez, también arquitecto con nombre ficticio, comentó con una sonrisa de satisfacción por ser venezolano: «María Corina es admirable. Sin ella no hubiéramos logrado esto. La lucha no termina con el premio en Noruega. Lástima que no lo pudo recibir en persona sino su hija. Así debió ser lo difícil y peligroso de viajar por los controles y trabas que impone el régimen. Dudo que Maduro entregue el poder con las presiones internacionales. Seguimos en la lucha».
Temor a la represión
Desde Maracay, estado Aragua, Pedro Leal –nombre ficticio– señaló a ABC: «El Premio Nobel de la Paz de este año es el reconocimiento mundial a la dedicación, razones y empeño de María Corina Machado, para recuperar en Venezuela la universal y democrática forma de elegir, gobernar con justicia y convivir en paz. Es lo que importa».
El hombre de 73 años –que vive cerca de donde opera el declarado terrorista Tren de Aragua– confesó estar aterrado por la represión del régimen: «No quiero ser condenado a 30 años de prisión, como le pasó a una opositora por publicar un wasap crítico en su móvil contra el régimen chavista».
María Corina Machado, en la sede de la OEA en Washington, en 2014
Efe
El día en que la opositora denunció al chavismo ante el mundo
Iván Freites, un sindicalista del sector petrolero, asegura a ABC desde su exilio en Miami: «Hoy la trayectoria, la integridad y la valentía de María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz, la erigen como la principal referencia política en estos tiempos tan duros para nuestro país. Dios bendiga a María Corina y al pueblo de Venezuela. Venezuela será libre». Freites acompañó a la líder opositora en marzo de 2014 durante su intervención en la Organización de Estados Americanos, ante la cual denunció la brutal represión chavista, y recuerda el momento: «Aquel día, gracias al gesto digno y solidario del embajador de Panamá –quien cedió su derecho de palabra para que se escucharan las denuncias sobre las violaciones de derechos humanos cometidas por el régimen criminal–, ese momento marcó un antes y un después en la lucha por la libertad y la democracia que lidera María Corina».
Al concluir la fisioterapia ocupacional, en la avenida Libertador, a la altura de la esquina de la Torre Las Delicias, antigua sede del despacho del difunto expresidente Carlos Andrés Pérez, un chico muy delgado de 14 años que debía estar estudiando y no en la calle, nos detiene para limpiar el parabrisas del coche. «No pude ver a María Corina porque no tengo celular (teléfono móvil). Me hubiera gustado verla, deme algo para comer que tengo hambre», nos rogó con voz temblorosa y lágrimas en los ojos.