Jorge ‘Tuto’ Quiroga afronta con confianza la segunda vuelta del 19 de octubre de las elecciones presidenciales en Bolivia, en la que se enfrentará a Rodrigo Paz, candidato que dio la sorpresa el pasado 17 de septiembre. El paso a la segunda vuelta de … ambos certificó el final del ciclo del partido Movimiento al Socialismo (MAS), que llevó al poder a Evo Morales y a Luis Arce, con el paréntesis de Jeanine Áñez.
La disputa entre los candidatos se ha centrado en las últimas semanas en economía, gas y reinserción internacional. Quiroga, que ya fue presidente entre 2001 y 2002 –llegó al cargo tras ser vicepresidente de Hugo Banzer–, vuelve con un programa de reformas liberales y una agenda exterior que mira a Europa.
—¿Qué aportará a Bolivia poner fin a casi 20 años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS)?
—Salir de esos 20 años del MAS es esencial para Bolivia. No lo digo por imitar a otros países, sino porque permitiría encarar un cambio económico necesario: bajar la inflación, acabar con las colas por el diésel y la gasolina y devolver la disponibilidad de dólares. Para lograrlo, Bolivia debe reinsertarse en el mundo, firmando acuerdos bilaterales de inversión y tratados comerciales –incluidos de libre comercio– con los países dispuestos a ello.
—Si usted regresa al poder, ¿Bolivia podría ser un ejemplo frente a gobiernos autoritarios en América Latina?
—Mi posición es clara: no a la reelección indefinida y límites de mandato para todos. La Corte Interamericana estableció que la reelección indefinida no es un derecho humano y que, en sistemas presidenciales, lo razonable son dos mandatos. Eso vale para Venezuela, Cuba y Nicaragua, que no son populismos sino dictaduras; y también para quien obtenga resultados en seguridad, como El Salvador: si el trabajo es bueno, debe haber relevo dentro del proyecto, no un líder perpetuo. Sobre Lula, es un cuarto mandato –es constitucional en Brasil y está en su derecho–, pero sigue siendo un cuarto mandato. Bolivia estuvo en la lista de espera para ese club autoritario. Evo Morales formó parte de ese proyecto y Arce continuó esa senda. Un cambio en Bolivia generará repercusiones en la región y marcará una línea de democracia con alternancia.
—¿Qué medidas deberán tomarse para que Bolivia salga de la crisis?
—Hay que reinsertar a Bolivia en la economía global y restablecer la confianza. En mi experiencia como presidente, trabajé con el FMI, el Banco Mundial, el BID y el CAF, saneamos pasivos externos y orientamos recursos a programas sociales en municipios indígenas. También abrimos mercados: acceso a Estados Unidos para manufacturas y textiles y a la Unión Europea para la castaña amazónica. Hoy propongo retomar esa agenda: atraer inversión, firmar acuerdos de protección de inversiones y tratados de libre comercio, estabilizar la economía, frenar la inflación y abrirse al mundo. El ciclo del MAS se sostuvo al inicio por el ‘boom’ de las materias primas: con el gas bastaba abrir válvulas y llegaba el 23% del PIB en exportaciones. Pero no invirtieron en exploración ni en infraestructura –gasoductos, capacidad de producción– y por eso terminamos sin gas, sin dólares y con desequilibrios. Mi plan es revertirlo con reglas claras.
—Evo Morales, refugiado en Cochabamba, su feudo, tiene una orden de captura por presunta trata de personas (haber mantenido relaciones con una menor cuando era presidente) ¿Cuál es su posición respecto a lo que debe ocurrir con él?
—Debe salir de su escondite. Nadie teme a quienes hoy le protegen; es una situación atípica y preelectoral. Después, tendrá que comparecer ante la Justicia y asumir responsabilidades; si no, abandonar el país.
—Si llega a la Presidencia, ¿cambiarán las relaciones de Bolivia con Europa, en especial con España?
—Europa es clave, y España ha sido históricamente la puerta de entrada de nuestros países al continente. Hace treinta años, cuando comenzaron las reformas en la región, recibimos inversión española que no era la clásica de ‘cowboys’ en minería o hidrocarburos, sino en servicios financieros, seguros, banca y distribución eléctrica. Con ello llegó una regulación prudencial que resultó decisiva. La prueba fue 2008: con la crisis de Lehman Brothers cabía esperar que provocara un colapso en América Latina, pero nuestros sistemas financieros resistieron mejor que el de EE.UU. porque habíamos incorporado normas financieras sólidas, muchas de ellas impulsadas desde España (con gobiernos como los de Felipe González y José María Aznar). Para Bolivia, retomar esa vinculación con España y Europa significa atraer inversión en servicios y reforzar estándares regulatorios que dan estabilidad.
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«Evo Morales debe salir de su escondite. Nadie teme a quienes hoy le protegen; es una situación atípica y preelectoral. Después, tendrá que comparecer ante la Justicia y asumir responsabilidades»
Jorge ‘Tuto’ Quiroga
Candidato a la Presidencia de Bolivia
—Pero España, bajo algunos gobiernos –como el de Rodríguez Zapatero, y su posterior asesoría a la Moncloa–, alentó distintos populismos de izquierdas en América Latina. ¿Eso estropeó de alguna manera la relación entre Bolivia y España?
—El problema es más amplio: Bolivia salió del circuito de inversiones con casi todos los países europeos, no solo con España. Ahora bien, el papel de España en estos veinte años fue, lamentablemente, de complicidad. Fue con Zapatero en el Gobierno que Evo Morales encarceló a un ejecutivo de Repsol. A toda España, en aquel momento, le faltó poco para aplaudir. Ese gesto envalentonó a quienes aquí destruyeron la seguridad jurídica. Un ejemplo claro de eso fue el 1 de mayo de 2006, cuando Evo Morales anunció la nacionalización de los hidrocarburos mediante el Decreto 28701 ‘Héroes del Chaco’. Ese día, el Gobierno ordenó la entrada de militares en varios campos gasíferos y plantas –entre ellos San Alberto (departamento de Tarija)– para tomar el control de las instalaciones en nombre de YPFB; mientras, se renegociaron los contratos con las petroleras. San Alberto estaba operado por Petrobras (filial boliviana de la de Brasil), con participación de Repsol. Morales apareció en el propio campo de San Alberto, rodeado de militares, cámaras y prensa, para leer el decreto y marcar el nuevo control estatal. Lula y Zapatero lo apoyaron en eso, incluso, lo aplaudieron. Tras esa intervención, las empresas tuvieron que firmar nuevos contratos que subían la captación fiscal y redefinían la relación con YPFB. Brasil había invertido con nosotros –veníamos de la etapa de Fernando Henrique Cardoso, en la que había inversión y reglas claras– y todo eso se desmoronó en estas dos décadas. Cuando Morales hacía esos despliegues o detenía a directivos, contó con el beneplácito o el silencio aprobatorio de los gobiernos de Zapatero en España y también de Brasil, con Lula.
—¿Esos actos tuvieron impacto en la Bolivia de hoy?
—Sí, marcaron un rumbo: durante veinte años el Gobierno se dedicó a «ordeñar» los yacimientos que dejamos –gas certificado, gasoductos construidos, contratos con Brasil y Argentina y un marco fiscal ya vigente–. Con las señales de agresividad contra la inversión, las empresas de Europa dejaron de explorar y se limitaron a explotar con condiciones menos favorables. El Gobierno de Morales pagó costos por unos 13.000 millones de dólares a compañías que ya operaban, no para explorar, sino para seguir extrayendo lo existente. ¿El resultado? Se acabó el gas: desde 2014 la producción cae, y el Ejecutivo echó mano del Banco Central y dilapidó las divisas.
—¿Cuál es la situación actualmente?
—Hoy no hay gas. Sin gas, no hay líquidos asociados: faltan diésel y gasolina. Tampoco hay dólares, porque se gastaron para sostener un gasto fiscal insostenible. Bolivia atraviesa una crisis profunda.
—¿Qué papel tendrían Europa y España en esa nueva Bolivia si usted gana las elecciones?
—Queremos seguir la senda de Chile, Perú y Ecuador, que, al amparo de la Comunidad Andina, firmaron acuerdos comerciales y de inversiones con Europa. Yo haré lo mismo. No entraré por el paraguas comercial de Mercosur: como espacio de integración no comercial. Entiendo que tiene utilidad respecto a algunos aspectos, son útiles y se debían mantener; pero asumir un arancel externo común proteccionista, no gracias.
—¿Está en contra del Mercosur?
—No del Mercosur como integración –movilidad de personas, reconocimiento universitario, cooperación–, eso es útil y debe cuidarse. Estoy en contra de entrar en su pilar comercial si implica asumir un arancel externo común proteccionista. Creo en el libre comercio: no voy a subir aranceles solo para ser miembro comercial pleno. Además, el acuerdo Mercosur–UE es hoy muy difícil por prácticas proteccionistas en ambos lados –también en Europa (Francia, Polonia)–.
—Si se convierte en presidente, ¿cuál será su relación con los líderes políticos españoles? ¿Y europeos?
—Los asuntos internos de España –erosión de la Justicia, peso de los nacionalismos, dependencia del Gobierno de Sánchez de fuerzas regionalistas– los resolverán ellos. Yo me ocuparé de Bolivia y de la defensa de la democracia y la libertad en América Latina. Con España y con Europa trataré inversiones y comercio de manera institucional, gobierne quien gobierne. Tengo amistad con dirigentes del Partido Popular –Feijóo, Rajoy–, pero no mezclo preferencias partidarias con la relación de Estado. Donde sí tengo discrepancias claras es en Venezuela. A mi juicio, el papel del señor Zapatero y la línea del Gobierno de Sánchez han sido contemporizadoras con Maduro. Considero vergonzoso que se blanquee a una narcodictadura, que se negocie con presos políticos –detienen, sueltan a unos pocos y piden agradecimientos– y que se legitimen prácticas que han destrozado ese país. Lo hemos visto repetidamente, también tras la elección en la que Edmundo González obtuvo –según la oposición– una ventaja amplia; en ese contexto, sostengo que la actitud de parte de la comunidad internacional, incluida España, fue de tolerancia. En resumen: cooperación con España en economía y regulación, sí; pero en democracia y derechos humanos, hablaré claro y discreparé cuando haga falta.
«Considero vergonzoso que se blanquee a una narcodictadura, que se negocie con presos políticos y que se legitimen prácticas que han destrozado Venezuela»
Jorge ‘Tuto’ Quiroga
Candidato a la Presidencia de Bolivia
—¿Zapatero jugó un papel clave en la consolidación de Maduro?
—Sí. Fue otra página en el rol nefasto que, a mi juicio, han tenido Zapatero y, con su aval, el Gobierno actual de España. En materia económica, yo propongo un país abierto, pero con la misma claridad defenderé democracia y libertad en la región y exigiré que España reconozca a Edmundo González, no como una autoridad protegida en Madrid, sino juramentado en Caracas como presidente electo de Venezuela.
—¿España podría hacer más para frenar los populismos latinoamericanos?
—Primero, una cuestión semántica. El término ‘populismo’ es demasiado amplio y benigno para describir lo que padecen Venezuela, Cuba y Nicaragua: son tres tiranías trogloditas y totalitarias, los ‘tres piratas del Caribe’. Populismo es otra cosa –puede verlo en el Brexit o en ciertos partidos de Francia–, aquí hablamos de dictaduras. En el panorama regional incluyo también a Evo Morales y lo que está armando, o a Maduro y Ortega. ¿España? Sí, puede hacer más: no contemporizar con dictaduras, defender democracia y libertades sin ambigüedades y mantener una línea coherente con Europa. En mi caso, hablaré claro y empujaré esa posición: cooperación económica con la UE y España, y, en derechos humanos, tolerancia cero con los regímenes que encarcelan opositores y manipulan elecciones.
—También hay dictaduras de derechas en la región. ¿No califica así al Gobierno de El Salvador?
—He cuestionado El Salvador por la violación constitucional y rechazo las reelecciones indefinidas, vengan de donde vengan. Lo dije cuando Uribe buscó un tercer mandato en Colombia; lo digo para Ortega, para el chavismo en Venezuela y para quien quiera perpetuarse amparándose en ‘éxitos’ de seguridad. Si el trabajo es bueno, que haya relevo de liderazgo, no un líder eterno.
—¿Cómo evalúa la situación actual por la que atraviesa Venezuela?
—Sostengo que Edmundo González ganó por 37 puntos y que la comunidad internacional –Brasil, Colombia, México– actuó con contemporización. En el caso de España, el señor Zapatero tuvo, a mi juicio, un papel decisivo para sacar a González de Venezuela, otra página en un rol nefasto avalado por el Gobierno actual. Mi posición es clara: en derechos y libertades no hay ambigüedad.