El otoño de 1975 fue caliente en España. Tras los fusilamientos de septiembre y las protestas internacionales, la enfermedad de Franco. Y un referéndum en el Sahara. Hassan II iba a sacar rédito de tanta descomposición… El 15 de octubre el dictamen del Tribunal … de La Haya y el informe de la comisión de la ONU tras su visita al Sahara Occidental ratificaban que el pueblo saharaui era el único actor de su futuro. Tres días después, el monarca alauí anunció su propósito: invadir el Sahara de forma «pacífica», todo un oxímoron. «La famosa Marcha Verde cogió desprevenido al Gobierno español, y no digamos al del Sahara cuyos servicios de espionaje nunca llegaron a intuir lo que en Marruecos era un secreto a voces». Lo cuenta Pablo Ignacio de Dalmases en ‘Sahara occidental. La colonia que España nunca descolonizó’ (Almuzara).
El periodista dirigía entonces la emisora Radio Sahara y el diario ‘La Realidad’. La consigna del coronel Luis Rodríguez de Viguri, segunda autoridad después del gobernador, el general Federico Gómez de Sálazar, era preparar la independencia de la provincia 53 de España. Dicho de otro modo, «saharauizar» la programación. El colonialismo español oscilaba entre «el paternalismo, la represión y el perdón de los pecados», ironiza Dalmases. «Inglaterra paga, Francia pega y España ni paga ni pega», rezaba el dicho.
En El Aaiún residía la oficialidad castrense, un reducido núcleo de funcionarios, empleados de banca, trabajadores provenientes de Canarias y el personal del yacimiento de fosfatos de Bu Craa. La población saharaui se distribuía en tribus y facciones nómadas o sedentarias. El censo de 1967 sirvió de base al del 30 de noviembre de 1974, realizado por España para el referendo.
La llamada ‘provincia 53’ de España
El colonialismo español oscilaba entre «el paternalismo, la represión y el perdón de los pecados». El dicho era: «España ni paga ni pega»
El 17 de octubre un Franco monitorizado presidió en el Pardo su último Consejo de Ministros. El dictador conocía las últimas noticias de Rabat y estaba preocupado por la Marcha Verde. «En Marruecos se habían preparado medios de transporte, cabinas de télex, teléfonos, aprovisionamiento, todo lo que podía pensarse para llegar –aunque fuera de rodillas, decían los periódicos marroquíes– hasta el Aaiún», constató su médico, Vicente Pozuelo.
Arriba, mujeres parten hacia Tarfaya, que será el punto de inicio de la Marcha Verde en 1975. Abajo, varios miembros de la marcha se sorprenden por el ensordecedor ruido de un helicóptero español que sobrevuela el recorrido de la marcha. Al lado, imagen de la Marcha
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Franco tomó la palabra: «Declararemos la guerra a Marruecos, aunque dure diez años». Carlos Arias Navarro, presidente del Gobierno, hizo oídos sordos al casi inaudible Caudillo. El día 21 envió a negociar a José Solís en lugar del ministro de Exteriores, Pedro Cortina Mauri. La ‘sonrisa del Régimen’, como lo llamaban, pretendía salvar la cara de un Régimen acosado: aunque hubiera referéndum, el Sahara sería para Marruecos y Mauritania.
Dos días después, la Marcha Verde iniciaba su andadura. Un télex de la agencia EFE asoma por el teletipo del diario ‘La Realidad’. El hermano de Hassan II, Muley Abdallah, rechaza la autodeterminación saharaui y califica al Frente Polisario de «agente de Argelia». Marruecos promete a España el sesenta por ciento de la explotación de Bu Craa.
Arrestado
La noticia provoca la destitución y la detención de Dalmases y la suspensión de ‘La Realidad’. Toque de queda en El Aaiún: «Quedaron prohibidas las reuniones de más de tres personas. Los saharauis eran tratados como sospechosos, aunque ninguno sabía por qué, ni de qué», recuerda el periodista. El gobierno franquista traicionaba a Franco, al compromiso con la ONU (referéndum) y al pueblo saharaui: «A nadie se le ocultaba que un Sahara independiente e hispanófono era la mejor garantía de futuro para las aguas compartidas y la vecindad canaria… Una hipótesis muy preferible a la de un Marruecos siempre esquivo, cuando no manifiestamente hostil», advierte Dalmases.
Arriba, el representante de España ante la ONU, Jaime de Piniés, interviene en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, convocado a petición de España, para considerar la situación creada por la Marcha Verde. Abajo izquierda, el Frente Polisario se manifiesta pidiendo un Sahara independiente. A su derecha, una imagen de Tarfaya, donde se espera la llegada de miles de marroquíes para empezar la Marcha
ARCHIVO ABC
La Marcha Verde avanza con el beneplácito de Estados Unidos y Francia: 350.000 civiles. ¿Quién disparará contra mujeres y niños? España desactiva las minas defensivas. Tras la sumisión de Solís, la de Antonio Carro Martínez, ministro de Presidencia. Una carta del 8 de noviembre que Dalmases califica de «vergonzosa». En ella pide a Hassan II paralizar la Marcha Verde y negociaciones entre España, Marruecos y Mauritania: los saharauis quedan al margen del apaño. Mientras Carro claudica, el representante español en la ONU, Jaime de Piniés, consigue una resolución que desautoriza la Marcha Verde. Pero Arias ignora al diplomático: «También fue desatendido el llamado Plan Waldheim que hubiera liberado a España de la responsabilidad de capitular vergonzantemente ante el chantaje marroquí», lamenta Dalmases. Dicho plan contemplaba la retirada española del Sahara para dar paso a una administración de Naciones Unidas y un gobierno provisional que celebraría la consulta popular.
Arias claudica
El 14 de noviembre Arias capitula en Madrid: un «acuerdo» con el marroquí Ahmed Osmar y el mauritano Hamdi ul Muknass. Jurídicamente inexistente. «Nunca apareció publicado en el BOE e inválido a la luz del Derecho internacional», señala Dalmases. La suerte estaba echada. Del purgatorio español al infierno marroquí. De la libertad a los campos de refugiados.
El 22 de diciembre fue una noche triste: «Se acabó. Sahara mogrebía. España se lava las manos. En el Zoco Viejo, donde nuestros soldados fueron siempre los mejores clientes, las tiendas están vacías. En los barrios musulmanes, los nativos pegan la oreja al receptor para escuchar Radio Sahara libre. En los muros de la capital del Sahara, el sol y las recientes lluvias comienzan a borrar inscripciones de ‘Fuera Marruecos’ y ‘Viva el Frente Polisario’ que llenan la ciudad. Colgadas de hilos eléctricos, las banderas saharauis ya son solo jirones sucios y descoloridos. El Aaiún es una ciudad silenciosamente estrangulada», escribe Arturo Pérez Reverte en su crónica de ‘Pueblo’. A requerimiento de Rodríguez de Viguri, Dalmases retorna a El Aaiún aquel fin de año. El 12 de enero de 1976, el general Gómez de Salazar anuncia el abandono de las tropas españolas. El 28 de febrero se arría la última bandera.