El fantasma que ha aparecido a millones de estadounidenses en este fin de semana de Halloween es el de cómo sobrevivir, cómo llegar a fin de mes. Este sábado se ha cumplido un mes del cierre del Gobierno federal que comenzó el 1 de … octubre y el sufrimiento para los más afectados se acumula y se extiende: además de los cientos de miles de funcionarios que han perdido ya dos nóminas -en EE.UU. los salarios se suelen pagar cada dos semanas-, la llegada del mes de noviembre supone la expiración de programas asistenciales -cupones de alimentos, ayuda para la electricidad, subvenciones infantiles- de los que dependen decenas de millones de estadounidenses. Y ocurre sin que el acuerdo político para acabar con la situación aparezca por el horizonte, en medio de otros impactos -caos en los aeropuertos por escasez de controladores aéreos- y con un Donald Trump que quiere cortar por lo sano: exige a los republicanos que quiebren una norma autoimpuesta para encontrar acuerdos en la aprobación de leyes.
El cierre gubernamental se debe a una falta de acuerdo presupuestario en el Congreso entre republicanos y demócratas. Los primeros tienen mayoría en el Senado -53 escaños frente a 47 demócratas-, pero la mayoría de leyes en la Cámara Alta -como esta sobre gasto-, necesitan una mayoría reforzada de 60 votos. Es la llamada protección del ‘filibuster’, una práctica legislativa que fuerza a los partidos a encontrar consensos.
Ese consenso es cada vez más difícil en un EE.UU. descosido por la polarización y el mejor ejemplo es esta falta de acuerdo. Los demócratas mantienen que no aprobarán ninguna extensión de gasto de los republicanos que no incluya subsidios para las coberturas sanitarias de la llamada Obamacare, el sistema de seguros médicos establecidos durante la presidencia de Barack Obama. Los republicanos lo rechazan y les acusan de querer dedicar miles de millones de dólares a asistencia médica de inmigrantes indocumentados. El resultado: falta de acuerdo, cierre gubernamental, agencias federales paradas, nóminas de funcionarios suspendidas y programas sociales expirados.
Trump tensa la cuerda
De los 2,1 millones de empleados públicos de EE.UU., 750.000 están en casa, sin empleo y sin sueldo, esperando a que se resuelva la situación. Muchos otros siguen yendo a sus puestos de trabajo, pero también con la nómina en suspenso. En un país donde mucha gente vive día a día -y los sueldos de los funcionarios son, de media, bastante bajos-, el mes sin ingresos empieza a poner a muchos en una situación económica difícil. Durante los últimos días, se suceden los testimonios de funcionarios que tienen que recurrir a vivir tirando de deuda en la tarjeta de crédito, con ayuda de familiares, mirando hasta el último céntimo. Y la Administración Trump, además, no garantiza que, una vez se consiga el elusivo acuerdo político en el Congreso, se recuperarán las nóminas perdidas.
En Commerce City, la gente hace fila afuera del Banco de Alimentos de Emergencia del Condado de Adams, semanas después del inicio del cierre del gObierno
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El impacto puede ser más peligroso a partir de ahora para personas con bajos recursos. Según las cuentas gubernamentales, este fin de semana se acaban los fondos para el Programa de Asistencia Suplementaria Alimenticia (SNAP, en sus siglas en inglés). De él se benefician 42 millones de los cerca de 310 millones de estadounidenses.
El asunto ha llegado a la justicia, en medio de reclamaciones de algunas organizaciones de que la Administración Trump no está haciendo lo suficiente para mantener el acceso a estos programas (al contrario, se ha esforzado para mantener los salarios en el ejército y en los cuerpos de policía).
Culpa a los demócratas
Dos jueces federales dictaron este viernes en casos separados que el Gobierno debe acudir a partidas de emergencia para que la gente no se quede sin la ayuda alimenticia. En un mensaje del viernes por la noche, cuando volaba rumbo a su mansión en la costa de Florida para pasar el fin de semana, Trump aseguró que ha pedido a los asesores legales de la Casa Blanca que pidan a la Justicia que «clarifique cómo podemos pagar legalmente el programa SNAP», pero advirtió que «por desgracia, tardará hasta que los estados obtengan los fondos».
Un hombre sostiene un cartel que dice «SNAP alimenta a las familias», durante una protesta
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Otros programas asistenciales se han quedado sin fondos desde este fin de semana: los seis millones de hogares que reciben asistencia para pagar la factura de la luz, justo en el momento que, con la llegada del frío, es más necesario que nunca; los más de seis millones de madres en dificultades económicas que reciben ayuda para fórmula infantil, alimentos o revisiones médicas; o los 65.000 niños que se benefician del programa federal educativo Head Start.
Trump y los republicanos se han esforzado en culpar a los demócratas del cierre gubernamental. Pero hay algo que juega en su contra: son ellos quienes tienen el poder en la Casa Blanca y mayoría en las dos cámaras del Congreso. Las encuestas muestran que el cierre preocupa cada vez más a los estadounidenses: el 43% dice que les preocupa mucho, frente al 25% que lo decía cuando arrancó hace un mes, según un sondeo de Ipsos para ABC News y ‘Washington Post’. Pero, además, el 45% pone la culpa en Trump y los republicanos, frente al 33% que se la atribuye a los demócratas.
Negociaciones en el aire
Pese a ello, Trump no parece dispuesto a ceder. Esta semana, en medio de la creciente preocupación por la expiración de las ayudas alimenticias, defendió que el impacto es mayor en votantes demócratas. «Soy el presidente y quiero ayudar a todo el mundo. Pero, si hablamos de SNAP, eso afecta mayormente a los demócratas. Están haciendo daño a su gente».
La solución por la que apuesta Trump ahora es cargarse el ‘filibuster’, lo que él llama la «opción nuclear», algo que los líderes en el Congreso no quieren hacer. Saben que la mayoría de hoy en el Senado puede convertirse en minoría dentro de un tiempo y permitiría a los demócratas legislar sin constreñimiento.
La postura de Trump ha llegado justo en el momento en el que las negociaciones entre republicanos y demócratas empezaban a ser más constructivas, con la presión del impacto en los estadounidenses. Ahora, todo está en el aire.