Francia recordó este jueves el décimo aniversario de las matanzas del 13 de noviembre de 2015 con majestuosa solemnidad y dos dimensiones trágicas: la angustia e intentos de suicidio de algunos supervivientes y medias policiales y militares excepcionales ante el riesgo de nuevos atentados … islamistas.
Secuencia histórica excepcional: entre las 11,30 de la mañana del jueves, ante el Estadio Nacional de Saint-Denis, y las 18,30, ante la Alcaldía de París, presidida en todo momento por el presidente de la República, Emmanuel Macron, acompañado del expresidente François Hollande, la presidenta de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, y numerosos ministros y ex ministros. Todos participaron silenciosamente en las ceremonias que se sucedieron en todos los lugares que sufrieron los atentados yihadistas del 13-N: los bares Carillon y Petit Cambodge, la «brasserie» Bone Bière, los bares Comptoir Voltaire y Belle Équipe, la sala de fiestas Bataclan…
La jornada de recuerdo culminó con un gran espectáculo musical, teatral y político, literalmente excepcional, ante la Alcaldía de París. Emmanuel Macron y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, presidieron la gran ceremonia final.
Macron resumió el alcance de la gran jornada nacional de este modo: «Diez años. Francia no olvida. Nos queda el dolor ante las vidas destruidas, los heridos, las familias. Vivimos doloridos, en fraternidad. Lo ocurrido es irreparable. El dolor, las heridas, son irreparables. El terrorismo islámico deseaba destruir nuestro mundo, nuestras libertades, nuestra sociedad. Los terroristas deseaban asesinar la libertad y la democracia. El recuerdo de aquella jornada de odio nos une en la defensa de nuestros principios y vida en común. Nuevas formas de terrorismo nos amenazan. Debemos luchar juntos contra esa amenaza».
Philippe Duperron, presidente de la asociación ’13 onze 15′, padre de un joven asesinado en la sala Bataclan, lanzó este mensaje: «Debemos luchar por la libertad. Un muerto, otros muertos, pueden caer mañana en París».
París homenajeó a los 130 muertos en los atentados terroristas en el 1ue murieron 130 personas
Efe
Un trauma de por vida
Arthur Dénouveaux, presidente de la asociación ‘Life for París’, se declaró mucho más «crítico» y grave, declarando: «Los superviviente al 13-N están amargados, con frecuencia ante el requerimiento a la resiliencia». «Tres supervivientes se suicidaron, incapaces de sufrir los traumas que siguieron», continuó Dénouveaux. Luego agregó: «Y bastantes otros viven con amargura solitaria los recuerdos, ante la indiferencia general».
Marion Ruzsniewski era la fotógrafa de Bataclan. Su vida ha sido un calvario desde entonces. Abandonó la fotografía, buscó otro trabajo y lleva años sufriendo crisis psicológicas.
Lydia Berkennou tenía 25 años y esperaba asistir a un gran concierto. Salvó la vida. Pero sufrió serias secuelas psicológicas, intentó suicidarse y, diez años después, declara: «Te levantas y piensas que será un día bonito, tranquilo. Pero no. Los recuerdos te asaltan, te persiguen y te amargan la vida».
«Muchos hombres y mujeres viven perseguidos por el recuerdo. Y pocos son escuchados. Pocos desean hablar de aquellos recuerdos trágicos», insiste Arthur Dénouveaux.
Los especialistas en la historia del terrorismo islámico, ausentes en las ceremonias, también tienen una imagen inquietante de la realidad social y política en Francia. Gilles Kepel, autor de obras de referencia, lamenta el agravamiento del problema: «Temo que el islamismo esté ganando la batalla cultural. Tras la matanza de Hamás contra Israel, buena parte de la juventud se está afiliando a las ideas del islamismo radical». Olivier Christian, presidente de la Fiscalía antiterrorista, resume la coyuntura francesa de este modo: «Asistimos a una agravación de la amenaza. Quizá lo más llamativo sea el aumento espectacular de menores de edad franceses seducidos por ideas islamistas».
A la caída de la tarde, las campanas de la catedral de Notre-Dame y todas las iglesias de París comenzaron a repicar en recuerdo de las víctimas, reafirmando la unidad nacional más profunda ante un drama colectivo. Monseñor Laurent Ulrich, arzobispo de París, subrayó esa dimensión especial de la celebración: «Con la Torre Eiffel iluminada con los colores de la bandera nacional, las campanas de las iglesias de París suenan, unidas, en el recuerdo de nuestra identidad y solidaridad en el dolor y la tragedia».