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Transporte público y de carga, los que más contaminan Bogotá

El crecimiento de la urbe en los últimos 70 años ha hecho que estos vehículos  se convirtieran en los principales generadores de agentes contaminantes, ya que la mayoría de ellos funciona con combustibles fósiles, en espacial diésel.

Los niveles de contaminación tienden a incrementarse en la medida en que los filtros empleados por este tipo de vehículos son obsoletos.

Publicado: octubre 23, 2018, 8:45 pm

En ciudades como Bogotá, la industria no se desarrolló en igual forma que en Estados Unidos o Europa, y aunque existieron focos industriales en el sector de Germania, o actividad extractiva hacia los cerros Orientales, el crecimiento hacia la periferia (Soacha, Suba y Engativá) determinó que se conformaran unas redes de transporte público mal estructuradas,  así lo menciona el estudio realizado para el periodo 1950-2016 por Mauricio Ángel, candidato a doctor en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia, como parte del convenio entre el Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad de Bonn y el Instituto de Estudios Ambientales, de la U.N.

Hasta la década de 1980 las mediciones sobre la calidad del aire en Bogotá nunca superaron los niveles de lo que se conocía como partículas totales en suspensión, o material particulado, conformado por elementos como aluminio, calcio y silicio, pero a partir de entonces los niveles no han dejado de aumentar. (Lea también: ¿Cómo va la penetración de vehículos eléctricos e híbridos en Colombia?)

Aunque la presencia de material particulado por debajo de 10 y 2,5 micras es usual, también se pueden encontrar gases como ozono y dióxido de azufre, aunque su presencia es mucho menor debido a que en Bogotá llueve con frecuencia y hay constantes corrientes de aire todo el año.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la calidad de aire se mide en microgramos por metro cúbico (µg/m3), y aunque no debería exceder los 20 µg/m3, en 2015 algunas zonas de la ciudad ya reportaban niveles de 44 µg/m3. Cada vez que una persona respira, parte de estas partículas quedan en la nariz, pero las que tienen una composición más fina logran entrar en las vías respiratorias afectando los pulmones y generando enfermedades cardiovasculares, asma o enfermendad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), además de predisposición a enfermedades respiratorias.

Falta de regulación

Debido a su posición geográfica y a su condición de centro estratégico del país, Bogotá también es un punto obligado por el que transita gran parte de los vehículos de carga que circulan por el territorio.

Ejemplo de ello es que, según la Red de Monitoreo de Calidad del Aire del Distrito, el sitio más contaminado de toda Colombia se encuentra en la Estación Carvajal – Sevillana, ubicada en la intersección de la Avenida Boyacá con Autopista Sur y Primero de Mayo, debido a la gran confluencia de buses y camiones. La situación es similar en los accesos que tiene la ciudad en el sur, y contrasta ampliamente con puntos como la Avenida NQS a la altura de la Universidad El Bosque, donde los niveles de contaminación nunca superan los umbrales considerados como tóxicos.

Los niveles de contaminación tienden a incrementarse en la medida en que los filtros empleados por este tipo de vehículos son obsoletos, debido a que las políticas de calidad del aire son más laxas que los estándares internacionales. Puesto que sistemas tan robustos como Transmilenio hasta ahora comienzan a integrar vehículos eléctricos a su operación, las emanaciones de gases se mantienen en el ambiente y tienen un impacto directo sobre los habitantes de la urbe, porque aunque la movilidad mejoró el combustible continúa siendo el mismo.

“Aunque hace cerca de ocho años existe un plan de descontaminación elaborado por la Universidad de los Andes, en el que se recomienda cambiar filtros y ajustar las regulaciones en la materia al nivel de Europa, hasta ahora no ha habido avances”, destaca el doctorante.

Según la investigación, solo un cambio en la mentalidad del conjunto de la sociedad hará posible revertir estas dinámicas para que, junto con un uso más adecuado del transporte público, se comience a sustituir el combustible fósil por otras alternativas que no sean tan lesivas para el ambiente.

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