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No contagiarnos de pesimismo (Opinión)

La economía colombiana no ha sido ajena a los efectos del virus, pero es una de las más sólidas de la región y nuestras instituciones se han preparado para momentos difíciles como el que se avecina.

Publicado: marzo 17, 2020, 5:05 am

Los mercados globales caen estrepitosamente; ciudades enteras permanecen en cuarentena; millones de personas se encierran en sus casas; se cancelan eventos políticos, religiosos, deportivos y culturales; miles de empleos están en peligro de desaparecer y algunas compañías alrededor del mundo ya anuncian que se verán obligadas a declararse en bancarrota. 

La economía colombiana no ha sido ajena a los efectos del virus, impulsado por la baja en el precio del crudo, así como por la declaración de pandemia del coronavirus emitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el dólar rompió récords históricos, llegando a niveles cercanos de 4.200 pesos. 

Sin duda, es un momento difícil. La incertidumbre es alta y el nerviosismo se ha apoderado del mercado ante el temor de una recesión económica mundial. Lo que empezó siendo un temor ante la amenaza de una epidemia, ya destruyó la confianza inversionista y ahora tiene efectos reales: las exportaciones se debilitan, muchos no pueden salir a trabajar y generar ingresos y otros, temen perder sus trabajos.  

Aunque todo esto es cierto, también lo es que la economía colombiana es una de las más sólidas de la región y que nuestras instituciones se han preparado para momentos difíciles como el que se avecina. Cabe recordar que en la crisis de 2008, cuando el PIB mundial se contrajo -1.7% y el de Latinoamérica -1.9%, la economía colombiana creció 1.7%, poco, pero creció. La situación hoy no es muy diferente; la semana pasada, el gerente del Banco de la República y el Ministro de Hacienda, declararon que nuestra economía está preparada para un golpe fuerte. Los bancos tienen liquidez y reservas suficientes para soportar niveles de impago propios de épocas como ésta.

Y es que en estas fluctuaciones de la economía habrá perdedores, como lo son los sectores de turismo, aviación, entretenimiento, así como los importadores; pero también habrá ganadores: saldrán fortalecidos los exportadores de productos y servicios, quienes podrán ofrecer sus mercancías al exterior a precios competitivos y con márgenes superiores; los supermercados verán incrementos en sus ventas porque las personas querrán abastecerse y saldrán menos a comer para evitar el contacto con otros y aunque será un golpe para muchos restaurantes que se verán afectados por falta de concurrencia, otros sabrán sacarle provecho a la oportunidad, aumentando sus domicilios como han hecho algunas empresas chinas, por ejemplo JD.com, que ha visto crecer su nómina y que aún así no da abasto.

Aprovechando el momento, las empresas y las personas debemos empezar a adoptar hábitos más eficientes rompiendo paradigmas. Según un estudio de Bain & Company, los altos ejecutivos dedican en promedio más de dos días a la semana a reuniones y las organizaciones, a su vez, dedican el 15% del tiempo a reuniones. En esta coyuntura veremos cuántas reuniones pueden solucionarse mediante un correo y cuántos viajes a través de una teleconferencia. Las empresas verán ahorros por reducción de movilizaciones y los empleados podrán hacer teletrabajo sin invertir horas en desplazamientos hasta sus lugares de trabajo.  Si adaptamos esta nueva forma de trabajar a futuro, posiblemente generemos un impacto muy importante en la productividad de nuestra economía y en la sostenibilidad de nuestro planeta. 

Incrementaremos el uso de servicios digitales para evitar aglomeraciones, para buscar la eficiencia en nuestro tiempo y generar un impacto positivo en el medio ambiente. Aplicaciones bancarias, clases online, empresas de logística de última milla y alternativas de micromovilidad están a la orden del día. 

La forma en la que la actual coyuntura llegará a impactarnos, dependerá en gran medida, de nuestra capacidad de adaptarnos a las circunstancias para sacarle provecho a este inesperado acontecimiento.

Columna por Henry Bradford, Rector del CESA

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