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Opinión: La crisis y sus aprendizajes

El coronavirus es una prueba que pone en evidencia que la economía del país está enferma. Hay que empezar por reconocer el resultado de su diagnóstico y aprender sus lecciones para comenzar a hacer las cosas de manera diferente. ¡Pilas!

Publicado: marzo 31, 2020, 4:45 pm

En los tiempos de crisis, como la vivida actualmente por el coronavirus, siempre hay reflexiones desde perspectivas muy diferentes.

La primera, es una orientación espiritual con el llamado a practicar las virtudes personales para sobrellevar las penurias que han acarreado esas crisis. Los más acertados, son los llamados a la solidaridad que fue, es y siempre será la virtud humana que nos humaniza y nos permite sobrellevar las penas que no se pueden solventar en solitario. Esa es la virtud que desde siempre ha sido la única manera de sobrellevar las penurias que traen las crisis, incluidas las ayudas solidarias que los gobiernos, a nombre de todos, proveen a los más necesitados. Esa solidaridad también será indispensable para solventar esta lamentable situación. ¡Y lo logrará!

La segunda, está orientada a proponer posibles soluciones. Entre más profunda sea la crisis, entre mayor sea el número de damnificados, mayores serán las oportunidades. Si una oportunidad se entiende como la posibilidad de resolver una necesidad, entonces entre más necesidades y más necesitados, mayores oportunidades. Esas posibles soluciones requieren una gran dosis de creatividad, que como señaló Albert Einstein, “la creatividad nace de la angustia” de quienes se sienten responsables de contribuir a resolver, o por lo menos a mitigar, las muchas adversidades que generan las crisis.

Es la angustia que produce estar frente a unos resultados adversos, que no se esperaban. Es la normal preocupación que genera cierto sentimiento de culpabilidad. Pero, en los casos frecuentes, cuando uno considera que no es responsable sino víctima, entonces las crisis no promueven la creatividad y las innovaciones, sino los lamentos y las quejas por las injusticias de las que uno se siente víctima.

Comparto la importancia de ambas perspectivas y resalto una tercera: la importancia de ver las crisis como oportunidades de aprendizaje, reflexión y autocrítica. Como oportunidades singulares de conocer, desde una perspectiva de la irrefutable verdad de los hechos, el veredicto sobre los yerros cometidos o los aciertos obtenidos. Como ejemplo, podemos aprender del juicio que hace esta crisis de la fortaleza o debilidad de nuestra estructura exportadora.

El coronavirus es una amenaza a la salud de las personas que ha puesto al descubierto la fragilidad de la estructura de nuestras exportaciones. En cuestión casi de horas se redujeron de manera significativa como consecuencia de su dependencia de los precios del petróleo. Ante la imposibilidad de suplir esa reducción en el corto plazo y la urgente necesidad de mantener o incrementar nuestras  importaciones, se produjo una devaluación acelerada. Ya tenemos experiencias tanto recientes como centenarias de los perversos resultados de esta recurrente situación.

En estos días se hecho de manifiesto nuestra incapacidad para convertir en realidad la centenaria ambición de diversificar nuestras exportaciones, que ha sido un clamor unánime desde cuando las autoridades coloniales enfrentaron la crisis de aquellas con las que habíamos debutado en el comercio de ultramar de aquellas épocas: nuestras exportaciones de oro. Desde entonces venimos escuchando que ese anhelo de diversificación de las exportaciones es un clamor nacional.

Pero la crisis del oro, en la colonia; las del café, en el siglo pasado; y las del petróleo, en este siglo, parecen ser crónicas de unas dificultades económicas anunciadas. Lo que vivimos no son solo los efectos del Covid–19, sino las consecuencias de la manera como hemos venido promoviendo, sin éxito, el desarrollo y diversificación de nuestras exportaciones y como hemos venido conquistando nuestra permanencia en el mundo del subdesarrollo.

Conviene recordar las palabras de Karl Poper, que señalan que “la ciencia no empieza con una nueva teoría, sino con la identificación que la teoría vigente no es correcta; se inicia con la identificación de un problema”. Igual pasa con la creatividad. No se inicia con el enunciado de un gran descubrimiento, sino con la identificación de un problema que se resiste a ser resuelto.

Como el problema de la estructura de nuestras exportaciones, que ha sido “redescubierto” por el coronavirus. Lo que no puede ser es que continuemos  incurriendo en la locura, que según Einstein, es “hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes”. No podemos seguir repitiendo el discurso sobre la importancia de la diversificación de nuestras exportaciones y seguir utilizando las mismas fórmulas, supuestamente mágicas, que han fracasado durante más de tres siglos. Esta es una de los muchos aprendizajes que nos depara esta enorme crisis.

Por: Alfredo Ceballos Ramírez

Presidente y Fundador de Iara Consulting Group

Doctor en Estrategia y Dirección General de Harvard University

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