Si las universidades no aportan a la productividad y al desarrollo de la sociedad como se espera, difícilmente tendrán un salvavidas de los gobiernos en esta crisis.
Son varias las dificultades que ha traído el Covid para la universidades en todo el mundo.
Las grandes universidades de países como Estados Unidos, Inglaterra, Australia o España que reciben cada año miles de estudiantes extranjeros, han dejado de recibir ingresos por esta modalidad pues los aeropuertos y las fronteras están cerradas, y los procesos de expedición de visas está suspendido.
Pero además la promesa de ofrecer un campus enorme con todas las facilidades para que los estudiantes disfruten de su etapa escolar, tampoco se puede cumplir pues estos espacios han sido declarados una alta fuente de contagio.
Gran parte de la financiación de las universidades norteamericanas viene de los estudiantes de China, pero con la crisis entre el gigante asiático y el mundo occidental, se podría llegar hasta la prohibición de entrada de estudiantes chinos no solo a Estados Unidos sino a las naciones aliadas.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump dijo en julio que no permitirá la entrada de nuevos estudiantes extranjeros si pueden recibir clases online.
Mala percepción
Según un informe de la Revista The Economist de esta semana, otra fuente de financiación son los subsidios que otorga el gobierno a las universidades pero hoy también hay una disputa entre la academia y el gobierno. Se ha politizado el debate y el presidente Donald Trump asegura que se está adoctrinando a los estudiantes con ideología radical de izquierda.
La percepción de las universidades es negativa para 59% de los votantes republicanos mientras que para los demócratas solo es de 18%.
Las universidades británicas se han opuesto abiertamente al Brexit y esto ha incrementado la percepción negativa por parte de los gobiernos que en Estados Unidos, Australia y Reino Unido pagan hasta la mitad del valor de las matrículas a las universidades por medio de becas y préstamos.
El problema es que los gobiernos invierten en educación superior con la idea de que el capital humano tenga una mejor formación académica y habilidades profesionales en el mercado y así poder impulsar la productividad.
Mientras en 1995 en Estados Unidos se inscribía a educación superior solo 16 por ciento de los jóvenes mientrs que hoy la cifra ha aumentado a 38 por ciento.
Lo paradójico es que en estos países mientras ha aumentado el acceso a la educación superior, la productividad en el mercado ha disminuido.
Bajo este análisis, los políticos cuestionan si los contenidos que están impartiendo en las universidades son los necesarios para el crecimiento del país y si se están graduando más profesionales que los que el mercado necesita.
El Instituto de Estudios Fiscales, IFS de Reino Unido, asegura que una quinta parte de los graduados estaría en mejores condiciones económicas si no hubieran ido a la universidad.
En Estados Unidos, cuatro de cada diez estudiantes no se ha graduado después de seis años de iniciar la carrera. Los que ya se graduaron, están reduciendo sus ingresos.
Menos estudiantes
Mientras en todo el mundo incluyendo Latinoamérica, la tasa de estudiantes nuevos viene en aumento, en Estados Unidos se contrajo 8% entre 2010 y 2018.
Y con la crisis del Covid19 no se ve que la tendencia cambie. Y aunque las recesiones han mostrado históricamente que impulsan el deseo por tener educación superior, en este caso la incertidumbre del futuro laboral y de nuevas oportunidades de empleo, crea una nueva tendencia y es que los ingresos que tienen hoy pueden reducirse si se dedican a estudiar.
¿A quién salvar?
La tercera parte de los ingresos de las universidades de Sidney y Melbourne en Australia, proviene de estudiantes extranjeros.
El IFS calcula que las universidades en Reino Unido lleguen a 25% de los ingresos anuales y que al menos 13 vayan a bancarrota.
Esas pérdidas harán que las universidades se vuelvan más dependientes del gobierno que nunca.
Menos de 25% de las universidades en Estados Unidos planea volver a la modalidad presencial el próximo semestre. Esto ocasionará más deserción ya que en la cultura norteamericana, ir a la universidad es sinónimo de dejar a los padres e irse de casa a vivir con amigos y tener una vida independiente y hacer contactos para su vida profesional y personal.
Ese efecto se pierde por completo con las clases online aunque para los padres signifique ahorro de dinero ya que no deben pagar manutención aparte.
El problema es que con la diferencia ideológica entre gobiernos y universidades, se espera entonces que los gobiernos ayuden solo, o por lo menos en mayor medida a las universidades que demuestran su aporte en investigación, buenos contenidos y aporte a la comunidad.