Cada vez que aparece el Fenómeno de El Niño, que en Colombia ocurre en promedio cada tres años, surge de nuevo el fantasma del apagón de 1992 que, en ese momento, obligó a racionar la energía por más de 18 meses, por culpa de un sector con una mala planificación, politizado y manejado por personas poco idóneas y el aplazamiento de inversiones en el mantenimiento del sistema y desviación de estos recursos.
Pero, a pesar de que entre 2015 y 2016 se presentó el segundo Fenómeno de El Niño más fuerte de la historia según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientes (Ideam), el país solo se vio obligado a tomar medidas de ahorro voluntarias y a comprar el 1% de la energía a Ecuador. Y, lo que es más importante, no se presentó un nuevo apagón.
Detrás de este éxito a veces poco valorado o destacado, se encuentra la reestructuración del sector gracias a las leyes de servicios públicos domiciliarios y energía eléctrica (142 y 143 de 1994) que permitieron organizar los servicios públicos en Colombia y marcar un derrotero con reglas claras que han servido para el desarrollo de los sectores de energía eléctrica y gas combustible, según la Comisión de Regulación de Energía y Gas, CREG.
Como resultado de ese revolcón, que además abrió las puertas al capital privado y extranjero, el país hoy ocupa la sexta posición entre 128 naciones por producir una de las energías más limpias del mundo.
“Colombia cuenta con un sector generador fuerte, sólido y resiliente”, asegura Ángela Montoya, presidenta de la Asociación Colombiana de Generadores de Energía eléctrica, Acolgen, quien refiriéndose al Fenómeno de El Niño en 2016, asegura que: “En otro país seguramente ello habría generado un apagón, pero aquí no. Hoy yo diría que lo que necesitamos es integralidad en las conexiones con el cono sur y el norte. Porque no tenemos conexión con Panamá, por ejemplo. Lo importante es que Colombia tenga la suficiente energía para que nunca se apague”.
De acuerdo con el gremio, de los 17.319,59 MW que produce el país, el 86% corresponde a hidroelectricidad, 9.3% gas, 3.6% carbono y 1% renovables no convencionales.
Pero esto no quiere decir que no haya cabida para las demás energías, todo lo contrario, se necesita que avancen en su implementación y regulación para que se pueda tener una cadena de suministro energético más completa.
En el mundo, las energías no convencionales como la eólica, solar y biomasa representan un 10.1% de la matriz de generación eléctrica global, y según Germán Corredor, Director Ejecutivo de la Asociación de Energías Renovables, Ser Colombia, el país tiene el potencial para que las energías renovables puedan consolidarse.
De acuerdo con Corredor, esto traería importantes beneficios en términos de inversión extranjera, pero sobre todo “nos permite contribuir en asegurar la confiabilidad del sistema energético ante posibles fenómenos de escasez, con una energía amigable con el medio ambiente, y mucho más económica para el consumidor final”.
Y aunque Montoya coincide en que las renovables tienen varios beneficios, también señala sus limitaciones, principalmente en materia de firmeza ya que son intermitentes. “Cuando no hay sol o viento no pueden generar y requieren el respaldo de energías firmes. Pero es muy bueno que entren a complementar la canasta energética. Hoy existen registrados proyectos por un porcentaje que puede ser equivalentes al 15% de la capacidad instalada”.
Según la Unidad de Planeación Minero-Energética (Upme), Colombia 2018 cerró con un consumo de 69.121 GWh, lo que representó un crecimiento de 3.3% en un año, y se estima que en el año 2022 podría existir un déficit, el cual podría suplirse con ayuda de las energías renovables no convencionales, pero teniendo en cuenta que son una alternativa y un complemento.
A la fecha, la inversión más alta en energía solar en Colombia se realizó el año pasado por parte del Gerupo Enel: US$70 millones, inversión de la planta solar El Paso ubicada en el departamento del Cesar, que produce 80% de la capacidad instalada de esta energía en Colombia y que cumple con obligaciones de despacho centralizado al Sistema Interconectado Nacional (SIN).
Por otra parte, la empresa de energías renovables no convencionales. Celsia, tiene un monto autorizado de 900.000 millones de pesos, de los cuales 600.000 millones de pesos han sido invertidos en los departamentos del Valle del Cauca y Bolívar.
Estas plantas ayudarán a mitigar un posible déficit y Angela Montoya, de Acolgen, asegura que: “tenemos que correr para construir las plantas que soporten ese faltante de energía, pero lo estamos previendo desde ya. Y aquí debo hacer claridad: Hidroituango no es solo un proyecto de EPM, es un proyecto país, porque va abastecer 17% de la energía que requiere Colombia, así que necesitamos que salga adelante”.
Esta sinergia entre energías renovables convencionales y no convencionales no solo evitará los apagones, sino que hará que se pueda tener el suministro suficiente para que en Colombia, “sectores como el automotriz y el agrícola adopten la energía eléctrica como fuente principal”, asegura Luis Fernando Rico, exgerente de Isagén.
De esta forma, el país históricamente dejaría de tener uno de los más bajos consumos de energía per cápita de la región.