Lo que estamos viendo en materia de educación superior ya estaba ocurriendo desde antes de la pandemia: menos jóvenes matriculados, la cuarta revolución industrial que implica un cambio fundamental tanto en los objetos de estudio como en los modelos de enseñanza y, por supuesto, la incorporación de entornos virtuales y de nuevas tecnologías digitales.
Así analiza en líneas generales el panorama actual, Cecilia María Vélez, exministra de Educación y exrectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Desde hace varios años se ha evidenciado que los jóvenes ya no están detrás de un contrato fijo y eterno sino que prefieren la movilidad y la libertad, asegura. Si el sueño ya no es perseguir la gran empresa ideal que nos permita crecer profesionalmente y estar allí en toda nuestra vida laboral, por supuesto que también cambia la manera en la que nos preparamos porque el objetivo cambió.
Es innegable el impacto de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, TIC, en los gustos de los jóvenes y en sus deseos por hacer actividades diferentes a las de antes.
La pandemia solo fue un evidenciador o un acelerador. El sentimiento de los jóvenes que pueden aprender desde cualquier medio, no solo desde la universidad está allí. Las universidades ya no solo tienen que cumplir con su exigencias de globalización para el mercado local, sino que están compitiendo internacionalmente.
Para Julio Jairo Ceballos, Rector de la Universidad Pontificia Bolivariana, la universidad del futuro será más diversa en cuanto a modalidades, tipos de programas, y sobre todo, en experiencias de aprendizajes. Eso significa que tendremos modalidades virtuales, mixtas, autodirigidas, tipos de programa como formación continua, micro certificaciones, micro acreditaciones, pero también educación técnica, tecnológica y superior en diferentes modalidades.
Dice que en su rol esencial, la universidad no va a cambiar, pues serán las llamadas a acreditar el conocimiento y las profesiones.
“¿Qué hubiera sido de la humanidad en esta pandemia sin las universidades, sin los científicos, los médicos, los ingenieros que están procesando los datos, atendiendo a los pacientes, generando vacunas y brindando soluciones a partir de lo que aprendieron en la universidad?”, se pregunta Ceballos.
Habilidades humanas
Por su parte el rector de la Universidad de La Sabana, Rolando Roncancio Rachid, considera que la Universidad del futuro debe contener en su esencia una organización más abierta e integrada con el entorno, que genere impacto tangible en la sociedad. Eso implica que no debe abandonar su función humanizadora, ni la tarea insustituible de ser el espacio para la autorreflexión social.
Dice que es indispensable que las universidades abracen la tecnología como ya lo han hecho otros sectores: según datos del Foro Económico Mundial, 60% de los empleos serán automatizables en el corto plazo, y para 2030 se prevé la existencia de hasta 50 millones de empleos digitales. A esto se suma una población con mayor expectativa de vida y con nuevas necesidades de formación en su entorno laboral, de manera que las universidades deben tener esa oferta entendiendo que a lo largo de la vida los ciudadanos necesitarán adquirir nuevas habilidades.
Juan Carlos Aponte, Vicerrector Gestión Académica CESA, dice que las competencias que se adquieren en modalidad presencial, seguirán siendo fundamentales para los procesos de formación. Sin embargo, la educación ahora se plantea bajo un modelo híbrido, en el que los estudiantes se formarán a la medida tanto online como offline, según les convenga.
Muchos de los estudiantes enfrentarán la necesidad de insertarse en un mercado laboral para trabajos que aún no existen, dice.
Lo que hará entonces la diferencia entre un profesional y otro, será el grado de profundización que tengan en una materia específica.
La robótica, la realidad aumentada, la gamificación serán componentes a tener en cuenta para estos propósitos.
Martha Castellanos, Vicerrectora Académica Nacional de la Fundación Universitaria del Área Andina, agrega que se aprovechará más el relacionamiento entre los estudiantes y docentes, fortaleciendo las comunidades de aprendizaje y su frecuente socialización.
Todos coinciden en afirmar que las universidades deben adaptarse al entorno virtual sin que esto signifique que se pueda desplazar por completo la presencialidad por las habilidades blandas que allí se adquieren, como empatía, tolerancia, trabajo en equipo, solidaridad, compañerismo, respeto, cumplimiento hasta sentido del humor. En últimas, habilidades sociales que nos definen como humanos y nos diferencian de cualquier otra especie natural o artificial.
Las universidades deben dar la batalla en desarrollar las competencias básicas en los colombianos como saber leer e interpretar. Los colombianos no sabemos leer ni seguir instrucciones, dice la exministra. Tampoco sabemos formular problemas ni sacar conclusiones, y ahora habrá que ver cómo estas competencias elementales se desarrollan en programas más cortos y flexibles.
Aponte también dice que el problema de comprensión de lectura es una falencia antes de entrar a la universidad. También es necesario formar en competencias de idiomas, pues es una barrera para acceder a conocimiento de vanguardia, así como en programación, y habilidades digitales.
Cultura y estilo de vida
Hay que entender una realidad, y es que hoy los jóvenes están teniendo éxito con capacitaciones más cortas que los ponen en el mercado laboral con buenos sueldos, dice la exministra. La modalidad de trabajo que asumen, definen su estilo de vida: trabajan un tiempo, luego viajan a un sitio desconocido, se especializan allí en un área (no necesariamente por medio de educación formal universitaria), trabajan otro rato, siguen aprendiendo y están siempre moviéndose, con su portátil y su celular para poder trabajar. Y ahora que todo está en la nube, ni siquiera tienen que preocuparse por atarse a un portátil: ¡Tienen toda la información a cualquier hora, en cualquier lugar del mundo y desde cualquier dispositivo!
Los jóvenes están aprendiendo y trabajando en áreas relacionadas con lo audiovisual, el cine y el sonido, pero no necesariamente desde las facultades de comunicación o de cine y TV, sino desde acercamientos prácticos y digitales, dice Vélez.
En todos los estratos está muy arraigado en nuestra cultura colombiana, es orgullo de que los hijos tengan un título universitario, no importa de qué universidad, de la que que cada uno tenga a su alcance según sus posibilidades, pero que tenga un título. Es cultura por supuesto no van a desaparecer de la noche a la mañana, y está más arraigada en los estratos más bajos, pero si se empieza a ver ya un cambio hacia aceptar que los jóvenes elijan carreras que realmente les guste y que no necesariamente las cursen en un programa universitario sino en cursos más cortos, prácticos y que le apuntan a una vinculación laboral más inmediata en un oficio específico.
¿Qué tan bueno es lo virtual?
¿Es recomendable desde el punto de vista académico y sobre todo humano que los estudiantes de pregrado se formen con clases remotas? ¿Somos capaces de recibir la información de la misma manera con clases virtuales o presenciales?
Frente a estos interrogantes, el rector de la Pontificia Universidad Bolivariana dice que no es adecuada una clase remota si esta se entiende solamente como el traslado de la presencialidad a la videoconferencia.
Pero sí es recomendable y valioso cuando se combina con didácticas virtuales de aprendizaje y con recursos educativos de alto nivel. De esta manera se desarrollan las competencias profesionales de cada carrera y a la vez las competencias digitales y la autodisciplina.
Cecilia Vélez dice que en la virtualidad hay modelos malos y buenos. En lo virtual se puede hacer un seguimiento más detallado y rápido de los estudiantes que ayuda a tener mejores resultados. Hay que innovar y no pensar que es solo trasladar el modelo tradicional a la pantalla. Es entender que los jóvenes han nacido y han vivido en entornos virtuales por lo que están preparados para funcionar bien con esta tecnología.
Para el rector del CESA, la metodología de esta institución favorece el aprendizaje activo donde los estudiantes aprenden haciendo y se hace fundamental la presencialidad. La virtualidad se convierte en una herramienta para desarrollar algunas actividades académicas y para flexibilizar los currículos y planes de estudio.
La virtualidad favorece a la internacionalización y a las alianzas como la que tienen con Coursera para profundizar conocimientos y para que los docentes incorporen contenidos en sus clases.
Castellanos dice que 2021 será el año de las experiencias significativas en lo presencial en todos los niveles de la educación, desde educación preescolar hasta la superior.
“Nos encontramos en un momento en el cual, los niños y adolescentes están necesitando socializar con sus compañeros de forma presencial pues ya llevan más casi un año sin hacerlo, quieren salir a los parques, disfrutar de la naturaleza y de su colegio o universidad, por ello, la alternancia puede ser una solución a esa situación”.
Durante la pandemia se le ha dado mayor relevancia al aprendizaje del estudiante, por encima de los procesos o de los métodos que se lleven a cabo. Las universidades han diseñado sistemas y han adquirido plataformas, pero los profesores por su propia cuenta también han creado soluciones para que el aprendizaje sea real sea como sea, de acuerdo con la necesidad de cada estudiante.
Por esa razón, así sea posible la presencialidad de nuevo, el modelo remoto debe permanecer para atender las preferencias y las necesidades puntuales de cada estudiante ya que la realidad de cada uno es bien diferente.
Las clases remotas no tienen porqué ser aburridas y tampoco se requieren conocimientos extremos de tecnología para que sean prácticas y útiles para los estudiantes.
Incluir en las clases retos, debates y experimentos que mantengan la atención de los alumnos, es fundamental. En las clases presenciales se deben priorizar actividades que lleven al hacer, que permitan afianzar conocimientos, dice la directiva del Área Andina.
En todo caso, hay programas, como los de salud y psicología, ingenierías, diseño, entre otras disciplinas que requieren escenarios presenciales para poder cumplir con el currículo formativo, que han aprovechado la modalidad remota también, para las asignaturas con mayor énfasis teórico.
Más acceso
Una de las inquietudes que surgen es ¿Cómo hacer la educación más accesible para las necesidades de un país con baja productividad y problemas en la distribución del ingreso?
Al respecto Roncancio dice que las nuevas modalidades facilitan el acceso y la cobertura a los programas educativos. Sin embargo, hay necesidades estructurales de infraestructura y políticas públicas que deben ser satisfechas. Los currículos deben centrarse en la persona y conectarse con la realidad del entorno.
Ceballos dice que las teleconferencias no son sostenibles en el tiempo como modelo educativo porque cansa pretender mantener el esquema de profesor impartiendo conocimiento a una audiencia pasiva. Es necesario enriquecer esas experiencias sincrónicas con otro tipo de interactividad o combinado con ambientes virtuales de aprendizaje. Tenemos que aprender a aprender, dice.
Vélez apunta que la inversión inicial en tecnología es costosa para las universidades y esa barrera estaba haciendo que las matrículas se elevarán en los últimos años, volviendo de difícil acceso la educación de calidad para la mayoría de colombianos. Pero ahora la ventaja es que se pueden reducir costos y así acercar la tecnología a más estudiantes a menor costo.
Castellanos dice que la falta de acceso a Internet y a los dispositivos requeridos para conexión remota, pero sobre todo, la falta de dinámicas pedagógicas pertinentes con la situación actual y necesidades de cada hogar, limitan el acceso a la educación. Por eso la manera de abordar la problemática no puede ser igual para todas las familias. Se deben entender los contextos de cada una para que se generen aprendizajes significativos.
Calidad de aprendizaje
¿Pero somos capaces de recibir la información igual, sea presencial o virtual?
Ceballos dice que sí. Las clases tipo conferencia siempre tendrán el problema de la concentración pues los estudiantes tienen diversos ritmos de aprendizaje, la ventaja en una clase grabada es que pueden acceder a ella y retroceder cuantas veces deseen hasta entender bien.
Roncancio considera importante distinguir las necesidades de formación de los diferentes públicos. En pregrado se requiere de un proceso formativo más personalizado donde la interacción social es determinante. Aquí hay que enfocarse en la presencialidad privilegiando el aprendizaje experiencial y el alto contacto social.
En posgrados, el uso de la tecnología será más útil.
Castellanos dice que el aprendizaje debe separarse de la modalidad, pues si bien la presencialidad brinda posibilidades de interacción únicas, la gestión remota ha permitido que los estudiantes sean curiosos y busquen nuevas formas de interrelacionarse y de aprender. Los estudiantes que tuvieron la fortuna de mantenerse en el sistema educativo, están aprendiendo de acuerdo con las condiciones de la pandemia.
Aponte dice que las asignaturas que tengan que ver con matemáticas, emprendimiento con un gran componente práctico y de habilidades como comunicación efectiva, capacidad de negociación, y otras de carácter socioemocional, requieren presencialidad. Asignaturas como derecho y ética en las que no se requiere la cercanía y observación permanente de los docentes, pueden dictarse en modalidad virtual. A los docentes, se les exige diseñar ambientes de aprendizaje con presencialidad y virtualidad, así como un cambio en su rol inclinado a la facilitación, al acompañamiento, a una labor de coaching, concluye.