Cecilia Barría
BBC News Mundo
Y esa competencia le ha dado una gran ventaja a las compañías al dejarlas en una excelente posición negociadora que les permite decir: «Pues bien, si me subes los impuestos aquí, me voy a otro país».
Pero si ese otro país, el del lado y el de más allá ya se han puesto de acuerdo sobre una tasa mínima de tributación… las reglas del juego serían diferentes.
Con eso en mente, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, anunció esta semana que su país apoya la creación de un tributo mínimo global a las sociedades para poner fin a «30 años de carrera a la baja en las tasas de impuestos corporativos».
El objetivo, argumentó, es que el gravamen favorezca «sistemas fiscales estables y justos».
Inmediatamente los gobiernos de Alemania, Francia y España, además de organismos como la Comisión Europea, celebraron un anuncio que podría acelerar el ritmo de las negociaciones sobre esta materia que durante casi una década no han logrado llegar a un resultado concreto.
También se expresó a favor el Fondo Monetario Internacional, que por otra parte propone que los países apliquen «por una sola vez» un tributo a la riqueza y a los ingresos más altos para apoyar la reactivación económica.
«Soy muy optimista, creo que podemos llegar a un acuerdo», le dice a BBC Mundo Grace Perez-Navarro, subdirectora del Centro de Política y Administración Tributaria de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
1. ¿De qué se trata?
La propuesta de establecer un impuesto mínimo global a las empresas multinacionales busca que los países lleguen a un acuerdo y se comprometan a definir un piso tributario, es decir, poner un límite para evitar cobros impositivos demasiado bajos.
Hasta ahora no se ha definido cuál sería esa tasa mínima de impuestos.
El gobierno de Joe Biden ha propuesto un mínimo impositivo de 21%, una cifra mucho más alta de lo que habían barajado los países europeos (que oscilaba entre un 12% y un 15%).
La idea del «mínimo global» es detener la competencia entre los países por ofrecer impuestos cada vez más bajos a las grandes corporaciones.
En la práctica, los gobiernos podrían seguir fijando cualquier tasa impositiva, pero luego los países de origen de las compañías podrían «recargar» sus impuestos a la tasa mínima acordada, lo que eliminaría la ventaja fiscal de trasladar las ganancias a un paraíso fiscal.
Y EE.UU. ha planteado la posibilidad de denegar ciertas exenciones de los impuestos pagados a los países que no están de acuerdo con una tasa mínima.
Las negociaciones para lograr un tributo mínimo han sido impulsadas al interior de la OCDE, la Unión Europea y el grupo de países desarrollados del G-20.
2. ¿Por qué es importante?
Quienes promueven el impuesto mínimo señalan que es una manera de homogeneizar el sistema tributario internacional, evitando que las corporaciones cambien sus operaciones de un país a otro en busca de mayores ventajas.
En un momento de crisis económica asociada a la pandemia de covid-19, un sistema impositivo con menos beneficios para las multinacionales permitiría que los gobiernos aumenten su recaudación fiscal.
Cada vez más los ingresos tributarios provienen de fuentes intangibles como patentes de medicamentos, software y otros servicios digitales que han migrado a tributar a paraísos fiscales.
Es por eso que muchos gobiernos reclaman la creación de un marco impositivo que responda a los nuevos sistemas de producción, comercialización y pago de impuestos que desde hace décadas dejaron de estar constreñidos a las regulaciones nacionales.
3. ¿Qué dicen los que se oponen?
Pero no todos están de acuerdo con regular a nivel global los impuestos que pagan las multinacionales.
Chris Edwards, director de Estudios de Políticas Tributarias del Instituto Cato en Estados Unidos, argumenta que de la misma manera que la competencia entre empresas promueve la eficiencia, la competencia tributaria genera beneficios favorables a la eficiencia entre países.
«La competencia fiscal entre países es algo bueno, no es malo, como afirma Yellen», dice en diálogo con BBC Mundo.
Sin competencia internacional, agrega, los gobiernos se transforman en monopolios.
«Yellen debería saberlo. Hasta cierto punto, la competencia fiscal reduce el poder monopolístico de los gobiernos», apunta.
Cita como un ejemplo exitoso el caso de Irlanda, un país que implementó una política de bajos impuestos para atraer empresas y logró impulsar su crecimiento económico.
4. ¿Por qué EE.UU. propuso ahora una tasa mínima global de 21%?
El impuesto mínimo global es un pilar esencial del plan de gasto en infraestructura de US$2 billones del presidente Joe Biden.
Para financiar ese plan, el mandatario ha propuesto subir tasa impositiva corporativa de Estados Unidos al 28%.
A primera vista ese aumento no parece estar directamente relacionado con la tasa global mínima.
Efectivamente se trata de dos temas diferentes, pero que están directamente relacionados.
Sin un mínimo global, Estados Unidos podría quedar en desventaja con respecto a otras economías importantes que tienen tasas impositivas menores.
Entonces lo que está haciendo la Casa Blanca, plantean expertos, es jugar a dos bandas: un alza dentro de sus fronteras y otra fuera de ellas.
O al menos desde el punto de vista del mensaje político, el tema se instala en la agenda desde ese ángulo, argumenta Michael Moore, profesor de Economía y Asuntos Internacionales de la Universidad George Washington.
«Parece ser una estrategia menos riesgosa para subir impuestos», dice en diálogo con BBC Mundo.
Básicamente porque el aumento del impuesto corporativo a las empresas en Estados Unidos es un tema que debatirá el Congreso en el corto plazo, mientras que la idea de lograr un acuerdo global es algo que no tiene ningún plazo establecido.
5. ¿Qué tan probable es que se llegue a un acuerdo?
Las conversaciones para crear un impuesto global mínimo comenzaron en 2013 bajo el liderazgo de la OCDE.
Hasta ahora habían existido pocas señales de un avance concreto para alcanzar un amplio acuerdo político sobre el tema. Pero el fuerte respaldo entregado por la Casa Blanca fue recibido como un punto de inflexión.
«Tiene que ser este año», señala Grace Perez-Navarro de la OCDE, quien ha trabajado en el tema desde que comenzó la iniciativa.
«En términos políticos hay muchos países que quieren conseguir un acuerdo», agrega. Y el mensaje de la Casa Blanca es un factor muy potente puede inclinar la balanza.
Incluso los ministros de Finanzas del G-20 plantearon su compromiso para tratar de llegar a un consenso en julio.
Sin embargo, expertos anticipan que Irlanda dará una pelea y que las cosas no serán tan fáciles con otras naciones europeas que ofrecen grandes incentivos tributarios a las multinacionales.
Los impuestos corporativos en los 27 países que forman la Unión Europea varían enormemente desde un 9% en Hungría y un 12,5% en Irlanda, a un 31,5% en Portugal o un 32% en Francia.
Ese amplio abanico pone dificultades para que todos los países coincidan en un mismo mínimo tributario para las multinacionales.
Las dudas
También queda abierta la interrogante sobre qué estrategias aplicarán los paraísos fiscales para enfrentar este potencial nuevo escenario.
Perez-Navarro explica que la OCDE ha propuesto ciertas reglas para que los demás países puedan «ejercer presión indirecta» sobre los que siguen cobrando bajos impuestos.
Pero hay investigadores que tienen menos confianza en que se llegue a un acuerdo global.
«Un acuerdo que sea obligatorio, que realmente marque una diferencia… soy muy escéptico«, dice Moore.
«Siempre hay incentivos para que los gobiernos hagan trampa» y terminen jugando con sus propias reglas, explica.
Una advertencia
Por su parte, el director del Banco Mundial, David Malpass, llamó a los líderes mundiales a que no establezcan una tasa impositiva mínima global para las empresas que sea demasiado elevada.
En una entrevista con la BBC, David Malpass dijo que no quería ver nuevas reglas que obstaculizarían la capacidad de los países pobres para atraer inversiones.
Y respondió directamente a la propuesta de tasa mínima global del 21% de Yellen: «Me parece... alta».
La tasa impositiva corporativa promedio a nivel mundial es de aproximadamente el 24%, según la Tax Foundation y el promedio en Europa es cercano al 20%.
El «gran cambio estratégico»
Pese a las dificultades políticas y técnicas de un acuerdo de esas características, hay economistas que lo ven posible, aunque no están tan seguros de que se logre un resultado final en 2021.
«Si se aprueba, sería histórico», dice Ricardo Martner, miembro de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT, por sus siglas en inglés).
«Es difícil lograr un acuerdo global, pero el gran cambio estratégico que vemos ahora es la presión de EE. UU. para que esto suceda».
El economista piensa que hay más posibilidades de llegar a un consenso en 2022.
«Si es exitoso generaría la eliminación de los paraísos fiscales«, le dice a BBC Mundo.
Cualquier avance que se logre, agrega, es un paso más hacia un futuro más igualitario del sistema internacional.
Este artículo fue publicado originalmente por BBC Mundo. Lea el original acá.