El Job Crafting es replantear la manera en que se entiende el espacio y tiempo dedicado al trabajo y para dar la posibilidad de diseñarlos, pensarlos y construirlos no solo según las necesidades de la empresa sino desde los intereses del empleado. Esto implica un cambio de visión radical en el que cada trabajador se replantea aspectos como: la forma en la que quiere asumir retos, cómo se puede potenciar sus fortalezas para contribuir con la organización y cuáles serán las formas de reconocimiento adicionales a la monetaria.
De ahí la importancia de introducir el salario emocional en los nuevos perfiles. Pero, ¿qué se necesita para que un joven no cambie tan rápido de trabajo? ¿Cómo hacer para lograr ese equilibrio entre salarios y actitud?
Desde la academia y desde nuestros valores, hemos puesto a la felicidad como eje transversal de nuestra Institución. Esto ayuda a que los estudiantes, desde sus días en las aulas, puedan trabajar en el fortalecimiento de sus habilidades blandas (emocionales) y duras (conceptuales) porque en Areandina buscamos que la persona no solo sea exitosa profesionalmente sino también a nivel personal, en su vida familiar, en su vida cotidiana y en cada uno de los ambientes en los que quiera desarrollarse.
Como parte de este cambio, que hemos trabajado en la Institución, decidimos integrar conceptos del Job Crafting a nuestra forma de entender y de ejercer la docencia, en la medida en que son ellos quienes tienen mayor contacto con los estudiantes y quienes potencian, de forma individual o en equipo, a que comiencen a reconocer sus propias fortalezas y talentos, lo que genera una gran satisfacción y ayuda a tener propósitos claros, mucho más ajustados a la realidad.
Pero el reto que nos proponemos es el de entender la forma en que las generaciones que cambiarán el futuro, los millennials y centennials, deben prepararse para en el trabajo del futuro y cómo las empresas han cambiado la dinámica y se han enfocado en convertir los espacios laborales en lugares donde las personas sueñan trabajar para evitar que se trate meramente de un compromiso por cumplir.
El desafío está puesto para abrir la puerta desde nuestros lugares de trabajo a ‘cambiar el chip’ y entender que nuestros graduados son cada vez más conscientes de la importancia de ser valorados, de tener retos y experiencias que los lleven a sentirse realizados más allá de su salario.