Hace unos días se conoció el caso de dos menores de edad que fallecieron luego de que su mamá les diera el medicamento equivocado: pidió Albendazol y le suministraron Tramadol. Los representantes del laboratorio decidieron sacar varios lotes del producto para evitar más errores.
Este es solo uno de los casos de entregas equivocadas de medicamentos que se presentan diariamente en el país pues, de acuerdo con un análisis de Audifarma, entre 2005 y 2013, se produjeron 4.631 errores en la dispensación de medicamentos en 71 ciudades colombianas, los cuales ocurrieron por errores humanos en el 67% de los casos.
Pero esta cifra podría ser significativa mayor ya que, según el Grupo de Acciones Públicas (GAP) de la Universidad del Rosario en el país no existe un sistema nacional de reportes de este tipo de casos, así que muchas veces ocurren pero no se dan a conocer.
Al ser el 67% de los casos reportados errores humanos, los especialistas aseguran que hay un grave vacío en la norma que autoriza a una persona o farmacia a entregar medicamentos, pues las personas que lo hacen no son idóneas y desconocen el componente de los medicamentos.
Para Anamaría Sánchez, abogada del GAP, la normativa es insuficiente porque hace referencia a un expendedor de drogas como a una persona que administra el establecimiento mientras que no hay claridad respecto de quién es la persona autorizada para la dispensación del medicamento, ni cuáles son las calidades que debería presentar esta persona.
Además de aportar documentos de rutina, el único requisito para obtener tal reconocimiento y así dirigir una droguería, es acompañar la solicitud con una declaración de dos químicos farmacéuticos o médicos graduados, en la que afirmen que el peticionario cuenta con una experiencia no menor a diez años como empleado vendedor en droguerías.
Es por esto que el problema no radica en la rigurosidad con la que se evalúan dichas declaraciones, sino en el hecho indiscutible de que la experiencia no reemplaza el conocimiento técnico que debe tener alguien que, no solo maneja medicamentos con infinidad de especificaciones técnicas, sino que es quien se encarga de dirigir el establecimiento que los dispensa al común de los colombianos.
Así, la universidad abre el debate sobre la responsabilidad con la cual se están entregando los medicamentos, la idoneidad de las personas que lo hacen y el riesgo en el que ponen a todos los colombianos.