Las dos mayores economías del mundo se responden los golpes con nuevos tortazos. Así, el gobierno chino anunció el pasado viernes aranceles de hasta un 10% a importaciones por valor de US$75.000 millones de EE.UU., a lo que Donald Trump respondió con otras dos subidas de aranceles a productos chinos.
Poco antes, Trump ya había aumentado las tensiones al anunciar que «ordena» a las empresas estadounidenses que evalúen una alternativa a producir en China que incluya el traslado de la producción a EE.UU.
Este recrudecimiento de la guerra comercial a solo un día de comenzar la cumbre del G7 provocó gran inquietud entre los inversores, que vieron cómo se desplomaban los mercados de EE.UU. y Europa poco después de los anuncios de ambas superpotencias.
Por parte de Pekín, los bienes a los que dirige su nueva ronda de impuestos incluyen productos agrícolas, el petróleo crudo y los aviones pequeños.
Su anuncio llegó después de que Trump revelara sus planes para aumentar en un 10% los impuestos sobre bienes chinos por un valor de US$300.000 millones.
Pero, horas después de conocerse la iniciativa de Pekín este viernes, Trump anunció que aumentaba dicho gravamen al 15% en lugar del 10% previsto.
También dijo que, a partir de octubre, aumentará del 25% al 30% el impuesto existente sobre US$250.000 millones de productos chinos.
¿En qué consisten los nuevos aranceles de China? De acuerdo con Pekín, sus nuevos aranceles, que impondrá en dos etapas entre el 1 de septiembre y el 15 de diciembre, oscilarán entre el 5% y el 10% y se aplicarán a más de 5.000 productos provenientes de EE.UU.
China también retomará un arancel del 25% sobre las importaciones de automóviles estadounidenses que levantó a inicio de 2019 como un gesto de buena voluntad, cuando los dos países intentaron negociar un acuerdo comercial.
Los fabricantes de automóviles advirtieron que el impuesto pondría en riesgo los empleos estadounidenses.
«Cuando China impuso inicialmente estos aranceles en 2017, las exportaciones estadounidenses de vehículos terminados cayeron un 50%», indicó John Bozzella, quien representa a los fabricantes de autos.
«No podemos permitir que eso le vuelva a pasar a los trabajadores estadounidenses», agregó.
¿Cuál fue la respuesta de EE.UU. al anuncio de China? En un encendido hilo en Twitter, Trump aseguró que su país «no necesita a China» y criticó al país asiático por el supuesto robo de propiedad intelectual estadounidense, una de las causas de la guerra comercial entre los dos países, según Estados Unidos.
«Se ordena a nuestras grandes compañías estadounidenses que comiencen inmediatamente a buscar una alternativa a China, que incluya traer sus empresas a casa y fabricar sus productos en Estados Unidos», afirmó.
Esta orden a las empresas estadounidenses seguida de la ronda de aranceles chinos provocó una gran inquietud entre los inversores y golpeó los precios de las acciones en los mercados de Estados Unidos y Europa.
Wall Street sufrió una drástica caída y el Dow Jones de Industriales, el principal indicador, perdió un 2,37%: más de 620 puntos.
El pasado 1 de agosto, Trump indicó que su país impondría un arancel del 10% sobre US$300.000 millones en productos chinos y culpó a Pekín por no cumplir con las promesas de comprar más productos agrícolas estadounidenses.
Estaba previsto que el arancel se introdujera el próximo 1 de septiembre, pero menos de dos semanas después, Trump retrasó esa fecha hasta el 15 de diciembre, en parte debido a las preocupaciones de que podría afectar las compras navideñas.
El pasado viernes por la tarde, sin embargo, el presidente estadounidense respondió a China con dos nuevas subidas de los aranceles previstos sobre productos chinos.
«A partir del 1 de octubre, los US$250.000 millones de dólares de bienes y productos procedentes de China, que actualmente están gravados con un 25 %, estarán gravados con un 30 %», dijo Trump.
Además, el mandatario informó de que los 300.000 millones de dólares restantes de importaciones chinas, a las que a partir del 1 de septiembre se le iban a aplicar aranceles del 10 %, ahora estarán gravadas con un 15 %.
De acuerdo con los economistas, la solución no es tan simple como sugieren los tuits del presidente de Estados Unidos.
Un cambio de este tipo conlleva reorientar la productividad y las cadenas de valor, lo que tiene un costo elevado y conlleva mucho tiempo.
China también es una potencia industrial que empequeñece a sus rivales más cercanos, lo que dificulta su reemplazo en las cadenas de suministro globales.
El asesor comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro, dijo a CNN que los impuestos chinos estaban «bien señalizados» y que el anuncio no era «una noticia de última hora».
Según Navarro, ambos países tienen programadas conversaciones y los aranceles «no están perjudicando a los estadounidenses».
«Los consumidores no sienten el dolor [de la guerra comercial] y estamos enfocados en asegurarnos de que [China] sienta el dolor, no nosotros».
Varios expertos en economía han señalado que son los estadounidenses -y no China- quienes terminan pagando por los aranceles que impone Estados Unidos.
Los economistas del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, la Universidad de Princeton y la Universidad de Columbia calcularon que las tasas impuestas a una amplia gama de importaciones, desde acero hasta lavadoras, cuestan a las empresas y consumidores de EE.UU. unos US$3.000 millones mensuales en impuestos adicionales.