“Los $3.000 por dólar son los nuevos $2.000”. La frase, contenida en algún viejo análisis económico, constituye un reflejo de lo que ha venido sucediendo con uno de los precios más importantes de la economía, el de la tasa de cambio, tras el fin del ‘super ciclo de las materias primas’, a mediados de 2014.
Después de cotizarse por debajo de $2.000 entre 2011 y 2013, en 2015 el precio promedio de la tasa de cambio fue de $2.743; en 2016 de $3.051; en 2017 de $2.951; en 2018 $2.956 y esta semana regresó a niveles de $3.200 con una gran volatilidad.
Pero, ¿qué ocurrirá de acá en adelante? Según la más reciente Encuesta de Expectativas del Citi entre los analistas del mercado, el precio promedio para la divisa al final de abril debería estar en $3.128, para el final de 2019 en $3.119 y para el final de 2020 en $3.099.
Sin embargo, como suele suceder en economía, siempre hay voces disidentes y de hecho hay analistas como Felipe Campos, de Alianza Valores, que prevé $3.300 para final de 2019 y $3.400 al cierre de 2020.
Por su parte, el BBVA Colombia prevé $3.140 en promedio para este año, mientras que Bancolombia proyecta $3.150 en promedio. En el otro extremo, las proyecciones más bajistas al fin de año son las de Credicorp Capital con $2.900, Ultraserfinco con $3.000 y Citibank con $3.026.
Pero más allá de la volatilidad de corto plazo, se sabe que Colombia tiene un problema en el sector externo: importa más de lo que exporta y sus exportaciones son de bienes primarios (petróleo, carbón, ferroníquel, etc).
Según el Dane, el déficit comercial anual con cierre a febrero alcanzó el registro más alto desde agosto de 2017, con un registro mensual de US$581 millones y un agregado anual de US$7.838 millones, lo que equivale al 2.4% del PIB, por lo que las cuentas externas continuaron deteriorándose por sexto mes consecutivo.
Según un análisis de Investigaciones Económicas del Banco de Bogotá, aunque dicha cifra es importante, se mantiene distante de los niveles reportados en 2015 y 2016: USD11,000 millones.
“Sin embargo, se mantendría el deterioro de las cuentas externas a causa de la recuperación de la actividad que impulsa las compras del exterior, mientras que las exportaciones continúan rezagadas por el débil aporte de los bienes no tradicionales”.