Italia se apasiona por una de las tragedias más mediáticas y controvertidas de su historia reciente. La noche del 13 de agosto de 2007, Chiara Poggi, una joven de 26 años, fue hallada muerta en la villa familiar de Garlasco, un pueblo de 9. … 550 habitantes de la provincia de Pavía, Lombardía. Su novio, Alberto Stasi, entonces de 25 años, fue condenado a 16 años de prisión tras un laberinto judicial de ocho años y cinco sentencias, la ultima del Tribunal Supremo. Ahora, 18 años después, el caso se reabre: nuevas técnicas de ADN y huellas olvidadas cuestionan no solo la culpabilidad de Stasi, sino también la eficacia de un sistema judicial que los italianos observan con escepticismo. Este crimen, que se convertió en un gran caso mediático, ha reavivado debates sobre errores policiales, prensa sensacionalista y la obsesión pública por crímenes sin respuesta.
Chiara Poggi fue encontrada en el sótano de su casa, con fracturas en el craneo. Según la versión de la acusación, que los tribunales dieron por buena, en la mañana del 13 de agosto, Stasi acudió a casa de su novia Chiara, la asesinó con un objeto nunca identificado. Después regresó a su casa, trabajó en su tesis universitaria, volvió al domicilio de Chiara y alertó a los servicios de emergencia. La sentencia describe un crimen impulsivo, sin dejar claro qué lo desencadenó.
Catálogo de negligencias
Desde el inicio, las investigaciones fueron un «manual de lo que no debe hacerse», según expertos. La escena del crimen fue contaminada: 25 personas, incluidos carabineros y fiscales, entraron sin guantes ni protección. Un sofá fue movido sobre evidencias, y las zapatillas de Stasi -clave para probar si pisó la sangre- no fueron incautadas hasta días después, ya limpias. Es amplio el catálogo de negligencias que sembraron la duda sobre la credibilidad de las pruebas recogidas en las horas cruciales posteriores al descubrimiento del cuerpo de Chiara. «Lo único seguro es que una chica murió», admitió un juez durante el primer juicio en 2009. En 2015, el Tribunal Supremo confirmó la condena de Stasi. Pero la defensa siempre insistió en irregularidades: huellas no analizadas, un ordenador manipulado por la policía sin copias forenses, y una bicicleta negra, vista por una testigo al lado de la casa, desapareció de las pesquisas.
Los investigadores no exploraron nunca pistas alternativas, dando por hecho que Stasi era el autor del crimen. Pero en 2016, mientras Stasi cumplía una condena de 16 años de cárcel, sus abogados sugieren un nombre alternativo: Andrea Sempio, amigo de Marco, hermano de Chiara Poggi. Según un informe pericial, se encontró su ADN bajo las uñas de Chiara Poggi, aunque no se tiene en cuenta por razones procesales. Y la historia parece terminar ahí.
La gran sorpresa ocurrió en marzo de 2025: la huella 33, hallada en 2007 en una pared cerca del cuerpo de Chiara, fue reexaminada con técnicas de dactiloscopia moderna. Según peritos del RIS (Reparto Investigaciones Científicas), coincide en 15 puntos con Andrea Sempio, amigo del hermano de Chiara. En su momento, la huella fue descartada por «falta de detalles» y la ausencia de sangre (un test OBTI, que permite conocer si la mancha de sangre es de origen humano, fue negativo). Sempio, de 37 años, niega culpabilidad: «Fui a esa casa muchas veces. Toqué todo», declaró a un medio televisivo. Pero la defensa de Stasi alega que la obsesión de Sempio por el caso, sus mensajes crípticos en redes y diarios donde escribe «hice cosas horribles», lo señalan. El alibi de Sempio también se resquebraja. Afirmó estar en Vigevano (a 15 minutos de Garlasco) la mañana del crimen, respaldado por un ticket de estacionamiento anónimo. Sin embargo, investigadores descubrieron mensajes entre su madre y un bombero en Vigevano, sugiriendo que ella pudo generar el alibi.
El debate público se ha encendido con renovada intensidad. Programas de televisión desempolvan los viejos informes, analistas forenses ofrecen sus interpretaciones y las redes sociales se convierten en un hervidero de teorías y acusación. La figura de Andrea Sempio, ahora bajo investigación formal, emerge como el nuevo foco de atención, mientras se analizan sus coartadas, sus posibles motivaciones y su relación con la víctima. El caso ha sido también un ‘boom’ televisivo. El conocido presentador de la RAI, Bruno Vespa, en su programa ‘Porta a Porta’, mostró una maqueta de la casa para reconstruir el crimen. Para algunos, Stasi es víctima de una justicia lenta, mientras la familia Poggi, aún convencida de su culpabilidad, enfrenta ahora una nueva pesadilla.
El caso Garlasco es un espejo de las críticas a la justicia italiana: lentitud, contaminación de pruebas y falta de recursos. «En 2007, no podíamos analizar ciertas huellas como ahora», explica el teniente Gianpaolo Iuliano del RIS. Organizaciones como ‘Innocence Project Italia’ señalan que este caso refleja un patrón: el 67% de las condenas anuladas en Italia involucran errores periciales. Mientras la fiscalía de Pavía busca más pruebas, Stasi declara: «Solo quiero que se sepa la verdad». Y la victima, Chiara Poggi sigue esperando, 18 años después, que su muerte no sea solo un episodio en la eterna lucha entre verdad y olvido.