Imagina una tecnología capaz de ayudar a un coche a frenar justo a tiempo para evitar atropellar a un peatón. O un sistema que permite diagnosticar enfermedades en imágenes médicas con más precisión que el ojo humano. Incluso, una herramienta que analiza el crecimiento … de los bosques o detecta incendios en tiempo real desde imágenes satelitales. Todo eso es posible gracias a la visión por ordenador, una rama de la inteligencia artificial que dota a las máquinas de una suerte de ‘sentido de la vista’. Sus aplicaciones pueden ser tan maravillosas como salvar vidas, proteger el medioambiente o impulsar descubrimientos científicos. Sin embargo, un reciente estudio ofrece una imagen muy distinta.
De acuerdo con un investigación publicada en ‘Nature’, la mayoría de desarrollos en el campo de la visión artificial están relacionados, directa o indirectamente, con la vigilancia masiva de personas. Los investigadores, liderados por Pratyusha Ria Kalluri, de la Universidad de Stanford (EE.UU.), llegaron a esta conclusión después de analizar más de 19.000 artículos científicos publicados en la prestigiosa conferencia CVPR (Conference on Computer Vision and Pattern Recognition) entre 1990 y 2020, y sus vínculos con más de 23.000 patentes tecnológicas.
El trabajo desveló que el interés en la creación de máquinas pensadas para la vigilancia masiva no es algo marginal, sino una norma ampliamente extendida en el campo de la visión artificial. Así lo deja en evidencia el que el 90% de los artículos y el 86% de las patentes derivadas de la CVPR recojan tecnologías que extraen información relacionada con humanos. De ellos, más del 70% se enfocan directamente en partes del cuerpo, como rostro, ojos o extremidades. Aunque los firmantes, en muchos casos, intentan evitar que se sepa en lo que realmente están trabajando.
«Detectamos un uso del lenguaje que evita mencionar directamente que estas tecnologías están enfocadas a personas; por ejemplo, al normalizar la forma de referirse a los seres humanos como ‘objetos’ que se estudian sin ninguna consideración especial», explica el equipo capitaneado por Kalluri. Y no es algo que ocurra por el interés de unas pocas empresas que busquen hacer negocio. De acuerdo con el artículo, el 71% de las instituciones y el 78% de los países que producen investigaciones patentadas en visión artificial tienen una mayoría de trabajos orientados a la vigilancia. En la lista, compartida por los investigadores, figuran la propia Universidad de Stanford, para la que investiga Kalluri, así como el MIT, Berkeley, la Universidad de Hong Kong u Oxford.
Asimismo, se sostiene que Estados Unidos y China son los dos países en los que más se trabaja para desarrollar este tipo de tecnología; lo que no es raro. En los dos países se emplea activamente el reconocimiento facial, entre otras opciones, para evitar la comisión de delitos. Mientras tanto, en la UE la Ley de IA prohíbe recurrir a herramientas de esta clase salvo en casos muy concretos, como podría ser el rescate de una persona o la lucha contra el terrorismo, y siempre con la aprobación previa de un juez.
«Sin salida»
Los autores del estudio advierten que la tendencia en el desarrollo de soluciones que pueden ser empleadas para la vigilancia masiva puede tener graves consecuencias para los derechos humanos, incluyendo la privacidad, la libertad de expresión y el derecho a no ser vigilado sin consentimiento. A este respecto, señalan que esta clase de tecnologías «generan miedo y autocensura» en los ciudadanos, y que es «rentable y común que actores en posiciones de poder relativo las utilicen para acceder, monetizar, coaccionar, controlar o vigilar a individuos o comunidades con menos poder». Algo que ya ha pasado en China, por ejemplo, con la minoría musulmana uigur, que ha sido objetivo de esta clase de tecnología para ser controlada por el estado.
Según los autores, el trabajo realizado hasta la fecha está contribuyendo a generar lo que la socióloga estadounidense Shoshana Zuboff denominó la condición ‘sin salida’, un escenario en el que para el ciudadano resulta casi imposible evitar ser observado o rastreado. Sin embargo, son relativamente positivos acerca del futuro y esperan que su trabajo sirva como una oportunidad para la reflexión y el cambio en el desarrollo de la IA. A este respecto, llaman a la comunidad investigadora a rechazar proyectos de vigilancia cuando sea necesario, y a centrar sus esfuerzos en usos de la inteligencia artificial que respeten los derechos humanos y el bienestar colectivo.
«El cambio no requiere solo una modificación de aplicaciones», concluyen, «sino una revisión profunda de los fundamentos del campo de la visión por ordenador».