Desde el cielo, subidos en un helicóptero NH-90 de la Brigada Área alemana, son casi imperceptibles, pero nos aseguran que ahí abajo, entre los grandes pinos que cubren los bosques estonios, hay desplegados miles de soldados de doce ejércitos, con su equipamiento pertinente: tanques, … armas, artillería, macutos gigantes…
Al aterrizar en la base aérea estonia de Ridali, comprobamos que no nos engañaban. Estamos en Voru, Estonia, a menos de 40 kilómetros de la frontera con Rusia y donde se están celebrando las mayores maniobras del año dentro del Plan de Defensa Nacional de Estonia: los Ejercicios Hedgehog (Erizo). Son los últimos días de mayo y el debate abierto sobre el gasto en defensa de los países aliados del 5% del que se está hablando en la cumbre de la Alianza en La Haya, aquí pasa a un segundo plano: es evidente que hay que aumentar el gasto en defensa y los Estados bálticos lo saben y lo hacen. Estonia ya aumentó al 5,4% el gasto en el último año y Lituania, Letonia y Polonia están cerca.
En este ejercicio participaron más de 16.000 reclutas, reservistas, militares en activo, miembros de la Liga de Defensa de Estonia (un grupo de paramilitares) y ejércitos aliados de once países (Letonia, Alemania, Polonia, Francia, Portugal, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Reino Unido, Estados Unidos y Japón). Lo que se entrenó en esos días fue todo lo que puede pasar en una hipotética invasión, incluida la forma de pasar desapercibidos en el vasto bosque estonio.
Estas maniobras se engloban en una aún mayor, Griffin Lightning, que desplegó 26.000 tropas multinacionales en los Estados miembros de la OTAN en primera línea, incluidos Polonia y los países bálticos. Este superejercicio ejemplifica la evolución de la Alianza: desde los rápidos despliegues transfronterizos, como trasladarse de Alemania, Francia o el Reino Unido a Estonia y Lituania, donde las tropas aliadas llegaron en menos de 24 horas, hasta la cooperación multinacional sin fisuras y la integración de tecnología y tácticas de vanguardia.
Para los cuatro países con fronteras con Rusia que albergaron estas maniobras, Lituania, Estonia, Polonia y Letonia, el mensaje estaba claro: en caso de crisis, no estarán solos. Y, para cualquier agresor, quedó igualmente claro que un ataque contra el flanco oriental de la OTAN desencadenaría una respuesta colectiva contundente.
Ningún entrenamiento en el marco de la Alianza es tomado como una broma por los militares. La seriedad, el realismo y sobre todo, la concentración, son tres de los grandes rasgos que se pueden percibir. «Te levantas a las cinco de la mañana, da igual el tiempo y te concentras como si fuera una situación real, porque hay que estar preparados», explica Martin Talts, un joven estonio de 23 años que está haciendo el servicio militar. Le gusta lo que hace y tiene claro que cuando terminen estos once meses de entrenamiento se enrolará en el Ejército.
Ocultos en búnkeres
Operando entre pinares y hayedos y utilizando antiguas bases de misiles soviéticas como puestos de mando, los soldados simulan las numerosas circunstancias que probablemente se darían en caso de una guerra con Rusia. Los graneros perdidos por territorio estonio se utilizan para las fuerzas francesas; las tropas norteamericanas usan antiguas bases del Ejército Rojo y los búnkeres donde la Unión Soviética escondía sus misiles, y los británicos cavan zanjas donde esconderse del enemigo.
«Cuando se oye el ruido de los aviones de la OTAN por aquí, puede que sea fuerte, pero para nosotros es el sonido de la libertad», aseguraba el teniente coronel Koosa, de las Fuerzas de Defensa de Estonia.
Ejercicios multinacionales
Miembros de los ejércitos de Reino Unido, EE.UU. y Suecia participaron en las maniobras
Ignacio Gil
A dos horas de vuelo, otra vez, en un NH-90, está el nuevo centro logístico de las tropas alemanas de la OTAN en Lituania. Aquí, Alemania ha llevado a cabo el mayor despliegue de helicópteros en el extranjero desde la Guerra Fría. Lo que ensayan junto con las fuerzas lituanas y también estadounidenses (más de 12.000 soldados americanos hay desplegados para estos ejercicios, confirmando el compromiso con la Alianza), son puestos de mando y control rápidos, procedimientos de alerta y urgente integración de los refuerzos de la OTAN. Es decir, en el caso de una invasión del enemigo, con los helicópteros alemanes, los paracaidistas americanos y las fuerzas terrestres y de Inteligencia lituana, en menos de media hora, podrían tener controlado de vuelta un extenso territorio.
Todo este despliegue no es más que poner sobre el terreno las conclusiones de las últimas cumbres de la Alianza e intentar responder a la pregunta de cómo afrontar la amenaza rusa. El ejemplo de todo ello es la participación, por primera vez, del Ejército sueco en unas maniobras de este tipo. En 2023 pasó a formar parte de la Alianza, después de su histórica neutralidad. «Era necesario estar aquí y contribuir a la defensa aliada», dice Siri, una soldado sueca que, al igual que su brigada, se estrena en sus primeras maniobras. Es su primer año en el Ejército.
Las últimas tres cumbres que se han celebrado, Madrid 2022, Vilna, 2023 y Washington, 2024, han marcado las líneas a seguir para la defensa: más gasto, más refuerzos y más disuasión. Y la que se celebra estos días en La Haya se ha erigido como vital para mantener la defensa de este flanco.
En las últimas cumbres, lo que se ha concluido se ha ido implementando. En Madrid, por ejemplo, la reunión finalizó con un acuerdo para reforzar la capacidad de la Alianza, con el fortalecimiento de la capacidad operativa de los países de la OTAN con una considerable ampliación de efectivos y despliegue de medios para aumentar la capacidad de respuesta y la disuasión. ¿Cómo? Incrementando el gasto militar y dejando lejos ese 2% de 2014.
En Vilna, la OTAN identificó como sus dos principales objetivos estratégicos la defensa y la disuasión frente a Rusia en Europa, y el apoyo a Ucrania hasta que sea miembro de pleno derecho «cuando los aliados lo acuerden y se den las condiciones», decía el texto. Los aliados europeos optaron por desarrollar su defensa colectiva dentro de la OTAN, incluidos los antiguos estados neutrales de Finlandia y Suecia.
En Washington, las conclusiones siguieron las mismas líneas que años anteriores: establecer un puente hacia la membresía de Ucrania y un compromiso financiero.
¿Dónde se ha notado este esfuerzo? En el despliegue sin precedentes de los aliados en el flanco oriental con maniobras espectaculares, convirtiéndose cada año en las más numerosas. Y el último gran ejemplo han sido los ejercicios desarrollados en Estonia y Lituania.
«Preparados para el ataque». Miembros del Ejército sueco participan en las maniobras en Estonia
IGNACIO GIL
Un componente importante de la estrategia de disuasión y defensa de la OTAN es su presencia militar en la parte oriental del territorio de la Alianza. «La importancia está en demostrar que estratégicamente estamos preparados», afirma tajante el comandante Christian del Ejército estonio. «Todo el mundo sabe en Estonia que existe una amenaza y que hay que movilizarse», dice convencido de cada palabra.
La principal preocupación de los países bálticos y nórdicos es el ejercicio militar a gran escala Zapad, que se celebrará este otoño cerca de sus fronteras con Rusia y Bielorrusia. Este ejercicio tiene lugar cada cuatro años y simula un conflicto con países de la OTAN e involucra a decenas de miles de soldados, tropas, aviones y artillería.
Cumbre vital
Ayer, los 32 países que forman la Alianza Atlántica comenzaron la 32 cumbre de la Alianza en La Haya, con el debate de la financiación aún sin resolver: aumentar o no al 5% el gasto en defensa. El primero en hablar de esta cifra y agitar el debate fue, como casi siempre, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El 7 de enero, dos semanas antes de su regreso oficial a la Casa Blanca, sorprendió a los países europeos con unas fuertes declaraciones: amenazó con apropiarse de Groenlandia, incluso por la fuerza, y exigió que los países de Europa Occidental y Canadá destinaran el 5% de su producto interior bruto a la defensa común. En aquel momento, la exigencia se antojaba completamente descabellada e inalcanzable.
Seis meses después, lo que parecía una locura se ha convertido en casi una realidad. Sin embargo, varios países, como España, no están por la labor de alcanzar dicha cifra.
No piensan, ni hacen, lo mismo los países (como los bálticos o los nórdicos) que sienten real la amenaza rusa y que saben que la cuestión no es si habrá guerra, sino cuándo. «Si no invertimos en defensa y no lo hacemos ahora, será más caro en los próximos años», dijo el ministro de Defensa de Lituania, Dovile Sakaliene hace unas semanas.
En La Haya tendrán que tomar nota los dirigentes.