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Superliga europea: por qué castigar a los 12 grandes clubes podría ser una mala idea

Aunque no creemos que la Superliga sea buena para el fútbol, tomar medidas precipitadas podría causar un daño incalculable a todos los clubes que están fuera de la élite.

Foto: pexels

Publicado: abril 20, 2021, 10:00 am

The Conversation
Adrian R Bell, University of Reading; Andrew Urquhart, University of Reading, and Chris Brooks, University of Reading

El mundo del fútbol se ha visto sacudido por el anuncio de la creación de una Superliga Europea. La mayoría piensa que es una mala idea, desde los órganos de gobierno FIFA y UEFA hasta los organismos nacionales como la Premier League inglesa o la Real Federación Española de Fútbol.

Lo mismo ocurre con los grupos de aficionados de los seis clubes ingleses que componen la mitad de los 12 miembros iniciales de la Superliga: Liverpool, Manchester City, Manchester United, Tottenham, Chelsea y Arsenal de Inglaterra. Los otros seis son el Barcelona, el Real Madrid y el Atlético de Madrid, en España; y la Juventus, el AC Milan y el Inter, en Italia. Los principales clubes alemanes y franceses no participan.

Con el sistema propuesto, estos 12 clubes se unirían a otros tres miembros fundadores no confirmados y a cinco clubes adicionales que tendrían que clasificarse cada año. Jugarían partidos entre semana en dos miniligas de diez clubes, y los mejor clasificados pasarían a la fase eliminatoria y, finalmente, a una final cada mes de mayo.

Sustituyendo de hecho a la Liga de Campeones de la UEFA, los fundadores recibirían entre todos 3 500 millones de euros (2 500 millones de libras) en concepto de pagos iniciales por infraestructuras, más 10 000 millones de euros por un “periodo de compromiso inicial”. Los 12 clubes proponen competir en sus ligas nacionales con normalidad.

La iniciativa se considera tan escandalosa que incluso el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ha prometido encontrar una manera de bloquearla, a pesar de no ser conocido por su amor al fútbol. Los expertos, incluido Gary Neville, exdefensa del Manchester United, también han mostrado su decepción.

La Superliga Europea está siendo censurada como una forma de obtener dinero, ya que sería en su mayor parte un “negocio cerrado” sin el peligro del descenso para los clubes fundadores. Muchos consideran que va en contra del espíritu de la larga historia del fútbol, sobre todo con los equipos de las ligas inferiores en apuros por la pandemia.

Neville cree que “no hay ninguna posibilidad” de que las propuestas salgan adelante, dada la enorme oposición existente. Otros sugieren que podrían servir de moneda de cambio mientras la UEFA presenta una Liga de Campeones renovada y ampliada, que según este organismo se llevará a cabo independientemente de las propuestas de la Superliga europea.

En Inglaterra, muchos también quieren que las autoridades futbolísticas castiguen a los “seis grandes”. De hecho, se están planteando expulsiones y prohibiciones para que los jugadores de estos clubes compitan en la Eurocopa y el Mundial.

El enfado de los aficionados

Convendría, no obstante, que todo el mundo se tome una pausa para respirar porque actuar con dureza contra estos clubes podría conseguir exactamente el efecto contrario al que se pretende.

A las autoridades de la Premier League inglesa (EPL, por sus siglas en inglés) les puede costar ganarse los corazones y las mentes invocando la historia del fútbol. La propia EPL se separó de la Liga de Fútbol inglesa en 1992, y las autoridades futbolísticas y los aficionados estaban igual de enfadados en aquel momento. El descenso se incluyó en la propuesta, aunque los clubes no pidieron permiso para la estructura que crearon.

Dado que la mayor parte de los ingresos por retransmisión del fútbol inglés van a parar a los clubes de la Premier League, muchos en el fútbol ya critican la pirámide futbolística. Argumentan que no se filtra suficiente dinero a las ligas inferiores, mientras que años de inflación en los precios de los traspasos y en los salarios han llevado a numerosos clubes al borde del precipicio incluso antes de la pandemia.

Ahora, con los estadios vacíos por culpa de la covid-19, el fútbol se enfrenta a un dilema: ver cómo se hunden más clubes o considerar algún tipo de sistema nuevo con salarios reducidos para los jugadores, traspasos regulados y recursos distribuidos de forma más equitativa.

Los clubes que están detrás de la Superliga parecen rechazar esta forma de austeridad sostenible. Se posicionan por encima de la pirámide existente. Por supuesto, con algunos clubes en el alambre con más de 1 000 millones de euros de deuda, recibir una prima de fichaje de 200 a 300 millones de euros puede resolver sus crisis financieras.

Qué sucederá a continuación

La Superliga podría ser una moneda de cambio, por supuesto. Los grandes clubes llevan mucho tiempo buscando reformas de la Liga de Campeones que les beneficien económicamente, y el hecho de que el anuncio se produzca un día antes de que la UEFA confirme la renovación de la Liga de Campeones no es, evidentemente, una casualidad.

Añadir partidos al congestionado calendario futbolístico no es algo que le guste a ningún club importante. Así que quizás la propuesta de la Superliga se disuelva en los próximos días gracias a un compromiso con la UEFA. Como ha señalado Neville, algo similar ocurrió con la Premier League inglesa en 2020 con un plan para reforzar aún más a los grandes clubes llamado “Project Big Picture”.

Por otro lado, los grandes clubes podrían estar buscando una reacción extrema de las autoridades futbolísticas para poder llegar más lejos. Tal vez una liga independiente sea lo que los propietarios tienen realmente en mente, en lugar de la liga paralela entre semana que se propone.

Clubes no, franquicias

El modelo que debemos tener en cuenta es el de los principales deportes estadounidenses, como el fútbol o el baloncesto, donde no hay descensos y los equipos viajan miles de kilómetros para jugar. Programan los partidos en el extranjero en sedes neutrales, y a menudo trasladan a los equipos a una nueva ciudad sin preocuparse por la reacción de la afición local.

El hecho de que los propietarios se refieran a los clubes como “franquicias” es instructivo en este caso: cuatro de los clubes propuestos como fundadores de la Superliga tienen propietarios estadounidenses a los que posiblemente les interese muy poco el fútbol, excepto por su caudal de ganancias.

Podríamos imaginar a los dueños de estas franquicias pensando que un grupo de 20 clubes de Europa podría convertirse en una gigantesca aspiradora para chupar todo el dinero de los ingresos de las retransmisiones de fútbol y del patrocinio. Sus equipos podrían jugar varias veces al año, y ¿por qué no hacer que los derbis del Madrid o el City se jueguen con audiencias abarrotadas en Río, Shanghai o Los Ángeles? De hecho, ¿por qué limitarse a los clubes europeos cuando se pueden añadir también rivales de Sudamérica, Estados Unidos o China?

Para contrarrestar esta amenaza, los gobiernos y las ligas nacionales deben mantener a los 12 equipos en sus competiciones. Si una liga independiente se convirtiera en el único juego en la ciudad, podría importar poco a los jugadores individuales si se les prohibiera jugar en las selecciones nacionales. Podrían consolarse con sueldos aún más altos que se les ofrecerían mientras el mundo entero mira cada uno de sus partidos.

Desde luego, no creemos que la Superliga sea buena para el fútbol, pero tomar medidas precipitadas podría causar un daño incalculable a todos los clubes que están fuera de la élite. Se podría desperdiciar una oportunidad única para remodelar la Liga de Campeones y garantizar que el fútbol a todos los niveles siga siendo viable desde el punto de vista financiero. Puede que todo se reduzca a quién tiene la marca más fuerte: las autoridades futbolísticas, las ligas o los clubes. Por el momento parece que los clubes confían en obtener una respuesta a esta pregunta.The Conversation

Adrian R Bell, Chair in the History of Finance and Research Dean, Prosperity and Resilience, Henley Business School, University of Reading; Andrew Urquhart, Associate Professor of Finance, ICMA Centre, Henley Business School, University of Reading, and Chris Brooks, Professor of Finance, Henley Business School, University of Reading

This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.

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