Por : Carlos A. Dumois
La armonía en las familias empresarias es como la disciplina en un ejército. Si se pierde, todo lo demás puede también perderse. En el Ejército se pierde la capacidad de respuesta, el orden y la seguridad en el país, la posibilidad de responder a una agresión externa o a un desorden interno. En la familia se pierde la confianza, la unidad y la cohesión, y hasta la posibilidad de conservar y multiplicar el patrimonio.
La calidad de diálogo, la comunidad de Querencia, la capacidad de tomar acuerdos y respetarlos, la madurez para el manejo de conflictos, son los caminos para construir la armonía. Muchos son los errores y fallas que pueden destruirla.
La armonía en una familia empresaria es una virtud frágil. Puede perderse rápidamente si sus miembros no siguen los caminos que la refuerzan. Sólo un poco de desconfianza puede desmoronar lo construido con años de esfuerzo. Si alguien incumple, invitará a otros a hacerlo también.
Pocas cosas pueden ser tan nocivas para esa frágil armonía como la triangulación en la comunicación. Triangular es lo que hace un miembro de la familia cuando no comunica a otro lo que debería decirle directamente, pero sí lo hace con otra u otras personas.
Triangulamos cuando no hablamos en un foro acordado los temas que corresponden a ese foro. Por ejemplo, cuando no expresamos en el Consejo de Administración, o en cualquiera de sus comités, lo que corresponde tratar en esos órganos decisorios.
Triangulamos cuando en vez de retroalimentar adecuadamente a alguno de los líderes de la empresa, hablamos mal de él ante otros miembros de la organización.
Triangulamos cuando buscamos respaldo a nuestras ideas de maneras poco transparentes y amañadas, y cuando hacemos una gestión política sucia para promover nuestras ideas cuando creemos que no han sido tomadas en cuenta.
Triangulamos cuando desahogamos nuestras frustraciones a través del rumor y del comentario oculto, creando un mal ambiente en la familia y promoviendo la desconfianza.
A veces quien triangula busca conseguir aliados o crear coaliciones para obtener un reconocimiento no logrado en el pasado. Otras veces son reflejo de otros conflictos más profundos que no han podido resolverse de forma abierta y honesta.
La triangulación daña la dinámica familiar, causa división, y casi siempre persigue intereses personales no confesables. Sabemos que al largo plazo esto solo causa un clima enrarecido en el que fácilmente brotan las diferencias, los bandos y la negatividad.
Frecuentemente la triangulación se acompaña de la difamación y la instigación. Ya cuando se llega a estos comportamientos es necesario tomar medidas más drásticas, como sancionar o aislar al miembro de la familia que está incurriendo en esos comportamientos.
Son dichosas las familias en las que sus miembros hablan directamente entre ellos sus opiniones, propuestas, cuestionamientos, necesidades y sentimientos. La fluidez y valentía son valores que sustentan esa conducta.
Pero en muchas familias dejamos que la instigación cunda, permitimos que nos influyan los comentarios negativos, aunque sean mal intencionados.
La salida es volver a lo que hizo fuerte a la familia. Romper la triangulación, quebrar la instigación y favorecer la comunicación directa. Manejar abiertamente las discrepancias, respetar los acuerdos y exigir que se respeten, hacer fuertes a nuestros líderes, buscar hacer siempre planteamientos positivos y constructivos. La cooperación, la asertividad y la negociación son siempre herramientas válidas que nos ayudan a manejar conflictos.
Tenemos que reconocer que la triangulación no es más que otra forma de manipulación. Es una manera incorrecta de resolver problemas y conflictos. Es, cuando la convertimos en costumbre, una ruta de colisión que solo puede traer como resultado la destrucción de la armonía.
Rompamos con el instigador. Digamos no a la triangulación. No permitamos que la manipulación acabe con la confianza en nuestra familia. Volvamos a la comunicación directa, abierta y bien intencionada.
Presidente y Socio Fundador de CEDEM.