En septiembre la variación mensual del Índice de Precios al Consumidor, IPC, fue 0,23; la de los nueve primeros meses de año 3,26% y la anual 3,82%, es decir, 0,59 puntos porcentuales mayor que la del mismo periodo del año anterior (3,23%).
Así lo reveló al Dane al señalar que el rubro de educación tuvo la mayor incidencia en el IPC con una variación mensual del 0,90%. Los mayores incrementos de precio se registraron en: educación secundaria (1,89%), educación preescolar y básica primaria (1,51%) e inscripciones y matrículas en carreras técnicas, tecnológicas y universitarias (0,04%).
Con una variación del 0,46%, los alimentos se situaron en segundo lugar por su incidencia en el IPC. En septiembre los mayores incrementos de precio se registraron en: frutas frescas (5,46%), zanahoria (4,53%) y naranjas (4,16%) y las mayores disminuciones en: tomate (-9,14%), tomate de árbol (-8,47%) y cebolla (-5,87%).
Sin embargo, entre enero y septiembre, la variación del 3,26% en el IPC se explicó principalmente por el comportamiento de los alimentos que registraron un aumento del 6,29%. En ese sentido, los “villanos” fueron: arracacha, ñame y otros tubérculos (39,86%), frutas frescas (32,29%) y plátanos (25,34%).
Por su parte, las mayores disminuciones de precio se registraron en: concentrados para preparar refrescos (-12,59%), legumbres secas (-4,55%) y avena y sus derivados (-3,96%).
En cuanto a la educación, en lo corrido del año la variación de este rubro fue de 5,72%, la segunda mayor después de alimentos. Los mayores incrementos de precio se registraron en: educación secundaria (6,73%), educación preescolar y básica primaria (6,16%) e inscripciones y matrículas en carreras técnicas, tecnológicas y universitarias (5,64%).
La única disminución de precio se presentó en diplomados, educación continuada, preicfes, preuniversitarios (-2,09%).
Implicaciones para la economía
Aunque los alimentos suelen tener un comportamiento estacional, es decir, que sus precios fluctúan en función de las cosechas y de otros factores que pueden incidir sobre la oferta -por lo cual estas alzas pueden ser transitorias-, sí tienen un peso importante en la canasta familiar y el bolsillo de los colombianos.
Por ejemplo, al comentar la inflación de septiembre, el director de Fedesarrollo, Luis Fernando Mejía, dijo: “parece que la depreciación del peso empezó a pasarle factura a la inflación. De continuar esta tendencia, el Banco de la Republica tendrá que empezar a pensar en subir sus tasas”.
A diferencia de lo que sucede en EE.UU., Europa, Brasil, México, Chile, e Indonesia, donde los bancos centrales han reducido su tasa de intervención para enfrentar la desaceleración económica global y local, el Banco de la República -cuya meta de inflación oscila entre 3% y 4%- mantiene inalterada la suya en 4,25% desde abril de 2018.
¿La razón? Tal como lo han explicado algunos de sus codirectores, Colombia no tiene margen para unirse a los bancos centrales del mundo que están bajando las tasas de interés para impulsar el crecimiento.
“Hay una brecha negativa del producto, que se está cerrando a una velocidad menor a la que se estaba esperando a comienzo de año, con un panorama de inflación que, aunque no es alarmante, no da mucho espacio para que pudiéramos darle un mayor estímulo a la economía”, explicó recientemente Ana Fernanda Maiguashca.
A pesar de ello, la economista sostiene que la actual tasa de referencia está ayudando a impulsar la demanda, y que los miembros de la junta directiva no creen que la economía necesite un mayor impulso. «El aumento de las expectativas de inflación no es algo de qué preocuparse”, dice.
Y aunque la devaluación del peso tiene un impacto sobre la inflación, otro de los codirectores del Banco, José Antonio Ocampo, descartó cualquier intervención del mercado cambiario.
“No se está discutiendo ninguna medida de intervención cambiaria dentro de la junta”, dijo Ocampo antes de que el Dane revelara los datos de septiembre. Hasta ahora, “no hemos visto ningún efecto inflacionario, lo que no quiere decir que no pueda haberlo”.