En un reporte de mediados de julio, Bloomberg advertía cómo Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Fed, se ha convertido en el banquero central del mundo y señalaba que el futuro de la economía mundial dependía, en buena medida, de sus decisiones.
Con la economía mundial sometida a las crecientes tensiones de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y en medio de un proceso continuo de desaceleración, este hombre de 66 años, graduado en ciencias políticas, está jugando un papel de equilibrista para soportar las presiones de un Trump que, en materia económica, a veces piensa una cosa y después otra, y las de un mercado cada vez más volátil, preocupado por el tono beligerante del mandatario norteamericano y las respuestas de Pekín.
Esta semana Trump atacó nuevamente a Powell y fue más allá al señalar que problema no era China, sino la Fed, afirmando que el organismo se ha equivocado en cada paso que ha dado.
«Como presidente, uno puede pensar que estaría preocupado con nuestro fuerte dólar. No lo estoy. El alto tipo de interés de la Fed en comparación con el de otros países, está manteniendo al dólar fuerte», dijo Trump para quien la fortaleza del dólar «hace más difícil a nuestros grandes fabricantes como Caterpillar, Boeing, John Deere, nuestras compañías automovilísticas y a los demás competir en un terreno de juego equilibrado».
«Con recortes sustanciales de la Fed (no hay inflación) y sin la reducción del balance, el dólar posibilitaría que nuestras empresas superaran a cualquier competidor», explica.
De entrada hay que advertir que, en lo que a la lucha contra la inflación se refiere, los banqueros centrales y los economistas se dividen entre “halcones” (con fuerte aversión hacia la misma) y “palomas” (le dan prioridad al crecimiento).
Típicamente, el banco central de cualquier país del mundo reacciona subiendo sus tasas de interés cuando la inflación es generada por un exceso de demanda. Choques de oferta no suelen producir una reacción de la autoridad monetaria, aunque eso no quiere decir que permanezca indiferente.
En ese contexto, aunque es cierto que la inflación no es una amenaza en Estados Unidos, también lo es que la guerra comercial sí es uno de los mayores desafíos que enfrenta su economía, ya que las tasas de interés están bajas en términos reales y la Reserva Federal recientemente las redujo y se da por descontado que lo hará nuevamente en septiembre.
Es más, con la excepción de Trump, nadie se atreve a afirmar que Powell está en el bando de los halcones y que las decisiones de la Reserva estén afectando a la economía norteamericana.
«Tenemos las mejores empresas del mundo, no hay nadie ni siquiera cerca, pero por desgracia no se puede decir lo mismo sobre nuestra Reserva Federal. Se han equivocado en cada paso que han dado, y aún así seguimos ganando, ¿se pueden imaginar que ocurriría si acertaran en sus decisiones?», concluyó Trump.
Designado por el mismo Trump, Powell, quien asumió el cargo en febrero de 2018, no está solo. Además de contar con el apoyo de la mayoría de los economistas, en agosto de este año cuatro de sus antecesores (Paul Volcker, Alan Greenspan, Ben Bernanke y Janet Yellen) publicaron una columna en el Wall Street Journal en la que le exigían a Trump respetar la independencia de la Fed.
“Como ex presidentes de directorio del Sistema de la Reserva Federal, nos une la convicción de que a la Fed y su presidente se le debe permitir actuar de forma independiente y en el mejor interés de la economía, libre de presiones políticas cortoplacistas y, en particular, sin la amenaza de destitución o degradación de líderes de la Fed por razones políticas».