La semana pasada, el presidente Iván Duque y un grupo de empresarios y emprendedores realizaron una visita a Silicon Valley y Seattle, en Estados Unidos, donde están asentados algunos de los principales jugadores globales de la industria tecnológica.
“Como presidente quiero poner el emprendimiento en el centro de la agenda de desarrollo, porque ahí está la oportunidad para cerrar brechas”, explicó Duque quien, en su maratón, se reunió con el CEO de Apple, Tim Cook, y con el de Microsoft, Satya Nadella, entre otros, y con las cabezas de algunas de las principales aceleradoras de ‘startups’ de San Francisco.
“La firma de un acuerdo con @500Startups es un hito para la creación de empresas en nuestro país. Queremos que los gigantes de la tecnología vean a Colombia como el país de la Cuarta Revolución Industrial en América Latina, de la mano de la innovación, la creatividad y la Economía Naranja, impulsando el empleo joven”, concluyó en tono grandilocuente.
#California En Silicon Valley nos acompañan 14 jóvenes emprendedores colombianos, quienes han tenido la oportunidad de exponer sus casos de éxito y de conocer los avances en tecnología digital. Queremos que el emprendimiento crezca en nuestro país. #ColombiaEmprendedora pic.twitter.com/FkPYr7nK17
— Iván Duque (@IvanDuque) 8 de mayo de 2019
Pero, en un país con la opinión pública polarizada, fue inevitable que el viaje suscitara elogios y críticas agrias. En el primer grupo, gremios como la Andi y los emprendedores explicaron que “el país debe insertarse con decisión en la cuarta revolución industrial, para esto se requiere política pública, talento e inserción en el ecosistema”. En el segundo, los más benignos calificaron de inocua la visita, pero los más duros señalaron desde las redes sociales: “los viajes de presidentes y altos funcionarios a Silicon Valley son una especie de plan turístico: los pasean, los dejan echar un discurso y los mandan felices de vuelta, pero es poco lo que transfieren en plata y en conocimiento”.
“Los hechos hablan más que las palabras. Y ese presidente que anda en Silicon Valley hablando de hubs, startups y ecosistemas digitales, es el mismo que castigó a conductores de Uber con suspensión de licencia por 25 años”, agregó el comentarista radial, Andrés Mejía.
Tremendo humero ha sido esa visita de Duque a Silicon Valley: “generación de ecosistema”, “están viendo a Colombia”, “big data”, “se está hablando de temas digitales”, “start-ups”… el coaching como política económica.
— Andrés Mejía Vergnaud (@AndresMejiaV) 9 de mayo de 2019
Pero, más allá de la polémica, hay que decir que este tema suscita debates incluso entre los expertos. Por ejemplo, economistas como Ricardo Hausmann, de la Universidad de Harvard, han dicho que los países de Latinoamérica no se pueden desarrollar solo con “startups” y, que por el contrario, sus gobiernos deben involucrar a los grupos económicos a la internacionalización y diversificación de sus economías para romper con la dependencia de las exportación de materias primas.
“El problema principal con éxitos como los de Instagram, Skype, YouTube, Tumblr y Waze, es que son específicos al sector del software, que representa un patrón inadecuado para el resto de la economía”, ha explicado el economista venezolano al señalar que esa industria tiene barreras reducidas a la entrada y puede acceder a un enorme mercado a través de Internet, lo cual contrasta con la creación de una planta de acero, de automóviles o de fertilizantes, un centro vacacional, un hospital o un banco, las cuales son empresas más complejas.
Encontrar un camino propio, la clave
Hace unos 5 años, Alex Torrenegra, uno de los emprendedores colombianos más exitosos, publicó un artículo en el Wall Street Journal en el que decía que, después de varios años de lenta evolución, Colombia finalmente parecía haber encontrado su propio camino para empezar a consolidar un ecosistema de emprendimiento, al haber renunciado a copiar el modelo de Silicon Valley.
De hecho, Torrenegra, quien se describe a sí mismo como un ‘emprendedor serial y está radicado en San Francisco, lo llamaba ‘arepa valley’, aunque subrayó que un desafío para la consolidación del ecosistema es la ausencia de empresas que compren emprendimientos en sus fases iniciales, para ofrecerles a los ángeles inversionistas y capitalistas de riesgo lo que en la jerga se llama ‘una salida’ (exit), es decir, una forma de recuperar rápidamente su inversión.
La buena noticia es que, aunque controvertido y polémico, el país ya tiene casos de éxito para mostrar como el de Rappi, que acaba de recibir la mayor suma de financiamiento para una empresa latinoamericana de tecnología, US$1.000 millones, por parte del gigante Softbank, para acelerar su crecimiento con productos y mercados adicionales en Latinoamérica.
(Controvertido porque el grueso del empleo que genera es informal, aunque también cuenta con ingenieros y desarrolladores de planta y bien remunerados, que su cofundador, Simón Borrero dice son más de 700).
A todo lo anterior, hay que agregar los típicos problemas de un país con problemas de competitividad y baja productividad, que no solo afectan a los grandes empresarios sino también a los emprendedores.
Por ejemplo, tal como lo señala el Consejo Privado de Competitividad, en 2007 Colombia adoptó la meta de convertirse para el año 2032 en una de las tres economías más competitivas de América Latina. Doce años después, los avances han sido pocos y el país sigue estancado en los principales rankings.
“Si Duque quiere entregar un país mejor que el que recibió, tendrá que enfocar sus esfuerzos en mejorar esos indicadores, lo cual se logra con crecimiento y aumento de la productividad en las empresas y en la economía”, concluye el Consejo al explicar que se trata de un trabajo difícil en un país donde las brechas entre la región más competitiva y la menos competitiva es similar a la que existe entre la nación más competitiva del mundo y el menos competitivo.
Por ello, habría que decir: bienvenidos los unicornios como Rappi -es decir, empresas de 1.000 millones de dólares y que atraen inversiones de esa magnitud-, pero el país no pueden perder de vista que el desarrollo es un asunto más complejo que el reto que plantea desarrollar una aplicación y un modelo de negocio para una startup.
Y que el gobierno tendrá que seguir trabajando para solucionar los cuellos de botella en asuntos más mundanos y menos divertidos que un viaje a Silicon Valley, tal como lo señala el Consejo Privado de Competitividad.