«Sería mejor que cayera una bomba muy grande sobre Gaza y muriéramos todos al mismo tiempo. Sería mejor que morir poco a poco cada día». La frase no la pronunció un adulto agotado por la guerra, sino una niña de once años que … esperaba agua, junto a sus amigas, en un punto de reparto en Ciudad de Gaza. Y es una de esas expresiones lapidarias que permanecerán indelebles en la memoria de Caroline Willemen, coordinadora de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Gaza. «Cuando una niña de esa edad te dice algo así… no te lo puedes creer. Dice tanto sobre la realidad en la que viven, sobre lo mucho que han sufrido», comparte Willemen a ABC a través de una videollamada.
La situación en Gaza ya era dura, pero se ha vuelto insostenible durante los últimos días. Siguen saliendo a la luz fotos de niños esqueléticos que recuerdan a las peores épocas de la humanidad. La disponibilidad de alimentos es prácticamente nula en comparación a las necesidades de la población. Lo único que abunda es la desesperación. Tras meses de bloqueo, miles de camiones con ayuda humanitaria siguen varados en las fronteras mientras Israel permite su entrada a cuentagotas y las escenas en los puntos de distribución son caóticas.
Desde el sábado, han entrado en la Franja apenas 220 camiones con ayuda (se calcula una necesidad diaria de 600) y se han llevado a cabo 52 lanzamientos aéreos. «Hay personas que resultan heridas por esos lanzamientos», comenta Willemen. «Y una vez que cae la ayuda, ¿quién puede acceder a ella? Aquí en la Franja hay dos millones de personas, todas con hambre. Todos intentan encontrar algo de ayuda. Por supuesto, solo los más fuertes logran obtener algo».
No es que la ayuda esté yendo a personas que no la necesitan, señala Willemen, pero probablemente no esté llegando a los más vulnerables. «Si yo soy una mujer sola con mis hijos porque mi marido ha muerto, me resultará casi imposible acercarme a uno de esos puntos de distribución. La gente lleva tanto tiempo sin comer, sus hijos no han comido durante días. Y corren hacia los camiones e intentan coger una bolsa».
La ofensiva contra Gaza ha dejado hasta la fecha más de 60.100 muertos, según las cifras de Hamás, imposibles de contrastar. Según ellos, más del 30% son niños.
Una infancia irreparable
El hambre golpea con fuerza. En los últimos días, las cocinas comunitarias, que proporcionan comida al personal y a los pacientes, no han podido suministrarla en algunos de los centros en los que trabaja MSF. Willemen denuncia que algunos de sus compañeros, que cobran un salario, han perdido entre 20 y 25 kilos debido a la escasez de comida. «No significa que todos estén desnutridos, pero sirve para hacerse una idea de cuánto peso han ido perdiendo durante estos meses». Según las autoridades sanitarias de Gaza, controladas por Hamás, en los últimos días, más de 150 personas, incluidos 89 niños, han muerto por hambre.
Y este problema puede tener consecuencias irreparables especialmente en los más pequeños. Según Willemen, la desnutrición aguda puede verse a simple vista en una criatura muy delgada, pero hay otra consecuencia que es menos evidente pero igual de preocupante; implica que no crecerán como se supone que deben hacerlo. «Los lactantes y los niños menores de cinco años son los que están expuestos a un riesgo mayor, pues se trata de años críticos, no sólo para el crecimiento, sino también para el desarrollo neurológico», explica a ABC Marta Germán Díaz, pediatra del Hospital 12 de Octubre. «Las consecuencias de sufrir desnutrición crónica grave persistirán durante toda la vida del individuo».
«En el caso de que sea la madre la que sufra la desnutrición durante el embarazo, aumentará el riesgo de prematuridad, acarreando el riesgo de mortalidad neonatal, infecciones, trastornos metabólicos, alteraciones neurocognitivas y enfermedades crónicas en la vida adulta», señala la pediatra.
Desnutrición en auge
Como secuela del hambre, la cantidad de bebés prematuros aumenta; las madres presentan bajo peso y casos graves de anemia mientras que los niños nacen con problemas de salud que podrían haberse evitado incluso con el control más básico, como el diagnóstico de neumonía o anomalías cardíacas, que luego pueden tratarse con éxito.
Pero las carencias no cambian mucho para ellos después de nacer. «Hay días en los que ni siquiera hay leche de fórmula para los bebés», denuncia Willemen. Los médicos hacen lo que pueden con lo poco que tienen. Antes del inicio del conflicto, había en el norte de Gaza 126 incubadoras. Hoy quedan 36. Y los bebés prematuros deben compartirlas, aumentando considerablemente los riesgos de infección en sistemas inmunitarios completamente inmaduros. Así, los nacimientos, que suelen estar rodeados de felicidad, se ven impregnados de miedo y estrés.
MSF es testigo del aumento del hambre; el personal está atendiendo a un número cada vez mayor de pacientes desnutridos. En los exámenes realizados en sus centros a mediados de este mes a niños de entre seis meses y cinco años y a mujeres embarazadas y lactantes, el 25% presentaba desnutrición. Los casos se han cuadruplicado desde el 18 de mayo, mientras que las tasas de desnutrición grave en niños menores de cinco años se han triplicado sólo en las últimas semanas. «Ahora estamos registrando 25 nuevos pacientes cada día por desnutrición».
El único superviviente
La otra historia que no se borrará de la mente de Willemen es la de Abdala, un niño de 7 años que conoció en uno de los hospitales que atiende MSF. «Tenía el 35% del cuerpo quemado. No hace falta explicar lo doloroso que es eso, sobre todo para un niño tan pequeño». Abdala se había quemado como consecuencia de un bombardeo. «Vivía en una escuela que funcionaba como refugio –ahora prácticamente todas las escuelas son refugios– y sus padres y sus cuatro hermanos murieron en el ataque. El tío de Abdala me preguntó: ‘¿Entiendes lo valioso que es este niño, siendo el único superviviente de su familia?’». Esa es la otra frase que marcó. Todo lo que ya se ha perdido… Y por eso pedimos con tanta urgencia un alto el fuego, porque tiene que llegar ya. Pero aunque llegue, hay cosas que nunca se podrán recuperar. La historia de Abdala, para mí, resume perfectamente eso».