Cuando está en la calle, Sueño corretea y hace cabriolas para llamar la atención de su dueño. Le encanta que le lancen la pelota y hacer agujeros en el suelo; también se pone muy contento cuando está en compañía de perros y gatos o cuando … se le planta delante de la pantalla; aunque lo cierto es que, por lo normal, está siempre de buen humor. Basta con darle algo cariño y la atención básica; que tampoco es tanta. Desde luego, mucho menos de la que requiere una mascota convencional. Algo que Sueño no es. Y tampoco lo va a ser nunca. Solo existe en la pantalla del móvil y la única casa que conoce es una aplicación llamada Peridot, que es donde nació. Esta herramienta desarrollada por Niantic, la misma firma detrás de ‘Pokémon Go!’, recurre a tecnologías como la realidad aumentada y la inteligencia artificial (IA) para ofrecer una mascota virtual a todo aquel que busque algo de compañía, aunque no sea genuina.
Y no es la primera que surge en los últimos años y consigue convencer a miles de usuarios. Hay muchos otros ejemplos. Algunas de las soluciones hasta han conseguido abandonar la pantalla del dispositivo de turno y tienen cuerpo; robótico, eso sí, pero cuerpo. Y ya están consiguiendo cosechar un enorme éxito en algunas partes del mundo presentándose como dispositivos pensados para acompañar y dar consuelo. «El mercado de la IA que actúa como una mascota se va a potenciar. Cada vez hay más soledad y dependencia emocional, porque estamos dejando a lado la presencia con el auge de internet y las redes sociales. Además, las máquinas de esta clase tienden a darte refuerzo positivo constante y a no replicar jamás, lo que probablemente resultará atractivo para muchos consumidores que busquen algo más fácil de cuidar que la mascota tradicional», explica a ABC Juan Ignacio Rouyet, director del máster en Emprendimiento de Negocios de Base Tecnológica de la Universidad Internacional de la Rioja. Los datos le dan la razón.
De acuerdo con un análisis de Verified Marked Reports publicado el pasado mes de febrero, se estima que el mercado global de mascotas robóticas alcanzará los 6.500 millones de dólares en 2033, partiendo desde los 1.300 millones en 2024. Lo hará con una tasa de crecimiento anual aproximada del 20,5% desde 2026.
No son juguetes
A pesar de que se espera que sea Norteamérica donde más crezca el negocio, el fenómeno del robot aspirante a animal de compañía se está desarrollando especialmente en Asia. El pasado mes de noviembre la empresa Casio lanzó en Japón su primer dispositivo de esta clase. Moflin, que simula ser una cobaya, pero no. La tecnológica afirma que la relación que tiene el usuario con el dispositivo nada más lo enciende tras sacarlo de su caja no tiene nada que ver con la que obtendrá con el paso del tiempo. Eso sí, siempre y cuando se le dedique al robot la atención necesaria. Si se le da cariño y se le hace caso, gracias al uso de la IA, la máquina se sentirá más apegada a su propietario. También es capaz de reconocer la voz de su dueño y de desarrollar su propia personalidad. ¿El precio? Algo más de 360 euros. Y no se trata de un juguete. No está destinado a un público infantil, algo que queda claro al comprobar los anuncios de la empresa, en los que siempre se muestra a la cobaya artificial recibiendo arrumacos de adultos.
Otras empresas, como la china, Hangzhou Genmoor Technology con su robot BooBoo, pensado para aliviar problemas de socialización. han lanzado al mercado en los últimos meses dispositivos de la misma clase. Y otras están preparándose para dar el paso. Ese es el caso del ingenio de la marca de Hong Kong Ropet, que causó furor en la pasada edición de la feria tecnológica CES celebrada en Las Vegas. Este robot, en apariencia, está más cerca del clásico Furby peludo de los dos mil que de un animal convencional. A diferencia de otros dispositivos de su clase, el ingenio viene potenciado por la tecnología de ChatGPT; cuenta con reconocimiento de imagen, voz, movimiento y tacto. Cuando trabajas enfrente del ordenador, te observa en silencio, y si lo abrazas, entrecierra los ojos como si fuese un bebé. Su objetivo, según el comercial en el que se publicita: «Ser tu único y gran amor».
Imitan la vida, pero no viven
A pesar de las aparentes bondades de los robots animales movidos por IA, todos los expertos consultados por ABC concuerdan: estos dispositivos no son capaces de ofrecer el mismo cariño y satisfacción que un animal doméstico tradicional. Ni hoy ni nunca.
«El animal de compañía es algo muy especial. Construyen una relación con las personas que es particular. Prácticamente la totalidad de personas que tienen uno lo consideran directamente un miembro de la familia, según las investigaciones», dice Jaume Fatjó, director de la cátedra Animales y Salud de la fundación Affinity en la Universidad Autónoma de Barcelona. «Todavía no tenemos claro cómo puede ser esa relación con una máquina, porque se trata de un campo nuevo, de lo que no cabe ninguna duda es de que, al final, todo consiste en una simulación. La IA no tiene motivo de agencia, ni sentimientos propios ni motivación alguna. Y eso es lo que en gran parte hace única a una mascota. El robot imita la vida, pero no vive», prosigue el experto.
Precisamente en la misma línea se mueve Rouyet: «la IA muestra falsa autonomía, te intenta hacer creer que sonríe o que está contenta cuando pasa tiempo contigo, pero en el fondo lo que hay detrás solo son matemáticas». El docente destaca, además, que «todos estos inventos se venden desde el buenismo y la idea de facilidad»: «Te ahorras educar y alimentar a un animal; y ojo, porque no todo son facilidades, también hay letra pequeña, lo que pasa es que de eso las empresas nunca te hablan».
A este respecto, Rouyet hace referencia a un reciente estudio elaborado por el MIT, en el que se concluyó que las personas con mayor tendencia al apego en sus relaciones y quienes veían a la IA como un amigo integrado en su vida personal eran más propensas a experimentar efectos negativos por el uso de chatbots. Entre estos, un aumento significativo en los sentimientos de soledad y una mayor dependencia emocional de la máquina.
Asimismo, Alisa Minina Jeunemaître, profesora asociada de Marketing en la Universidad de Lyon que se encuentra actualmente estudiando el efecto de las mascotas movidas por IA, señala en un artículo publicado en ‘The Conversation’ que los resultados preliminares de su investigación «sugieren que existe una delgada línea entre el acompañamiento que brinda apoyo y empoderamiento y la dependencia psicológica perjudicial».
Una mascota artificial creada con la ‘app’ Peridot
ABC
Amigos dentro de la pantalla del teléfono
El usuario también puede encontrar mascotas IA en la tienda de aplicaciones. Arriba, una creada en la ‘app’ Peridot. Abajo, uno de los pingüinos de Pengu, con los que es posible hablar vía chat
Sea como sea, no cabe duda de que este tipo de tecnología ya lleva tiempo mostrándose efectiva en algunas circunstancias. Por ejemplo, en la roboterapia empleada en centros médicos y residencias para la tercera edad, en la que utilizan robots para ayudar a las personas a mejorar su estado físico y mental. Se considera una alternativa a la terapia asistida con animales. «En algunos centros cuentan con dispositivos parecidos que se utilizan para combatir la soledad no deseada. Pueden ser una buena alternativa, aunque hay que tener mucho cuidado con ellos, porque no deben eliminar la presencia de los seres reales», dice Guillermo Fouce, profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid.
Respecto a la posibilidad de que una persona sienta cariño por un dispositivo movido por IA, el experto apunta que este «existe, es real», aunque no cree que pueda asemejarse al que es posible desarrollar por un ser de carne y hueso: «Somos seres humanos, y necesitamos cercanía. Me preocupa que la tecnología acabe con ella».