Israel le ofreció este lunes a Donald Trump un ejemplo concreto para ilustrar ante la comunidad internacional lo que el presidente de Estados Unidos espera —y exige— de sus socios si desean una reducción en sus aranceles universales.Benjamín Netanyahu se deshizo en … elogios hacia su anfitrión, a quien calificó como un «gran campeón de la alianza bilateral». «Vamos a eliminar el déficit comercial con Estados Unidos, es lo adecuado, y también todas las barreras al comercio», afirmó, asegurando que ese debe ser el modelo que sigan los demás países.
«Han abusado de nosotros durante demasiado tiempo», dijo después Trump. «No podemos seguir siendo tan estúpidos», añadió, usando un adjetivo al que ha recurrido con frecuencia en las últimas semanas y por el que parece tener cierta predilección. «Estúpido» fue, de hecho, el calificativo que volvió a aplicar a su predecesor, Joe Biden, a quien responsabilizó una vez más de todos los males que asegura estar tratando de corregir: desde el desequilibrio comercial hasta las deportaciones masivas.
Para Trump, todo —los aranceles, la inmigración, la pérdida de liderazgo global— es, en última instancia, consecuencia directa de la gestión del anterior presidente.
Ante el hundimiento de los mercados y las presiones de empresarios e inversores, Trump se mostró desafiante: aseguró que es «un honor» imponer estos impuestos, porque suponen —dijo— devolverle valor y dignidad a Estados Unidos. «América primero», repitió, como si fuera un mantra.
Escasa flexibilidad
Con su visita a la Casa Blanca, Netanyahu aceptó el castigo y colaboró en el remedio. El equipo económico de Trump ha mostrado escasa flexibilidad en materia arancelaria, amparándose en la necesidad de corregir el déficit comercial, que el año pasado alcanzó los 7.400 millones de dólares en la balanza bilateral con Israel.
Los aranceles de Trump, anunciados y ejecutados sin concesiones, han desatado un frenesí diplomático global. La ofensiva, concebida como una estrategia de presión total, ha provocado una oleada de contactos urgentes con Washington, inaugurada este lunes con la visita de Netanyahu, uno de los aliados más fieles —y personales— del presidente estadounidense.
«Yo soy el presidente que Israel jamás soñó tener aquí», proclamó Trump junto a Netanyahu en el Despacho Oval. Ambos coincidieron en la necesidad de retomar negociaciones para un nuevo alto el fuego en Gaza, aunque no anunciaron avances concretos.
Netanyahu encabeza ya la lista de más de 50 jefes de Estado y de Gobierno que han iniciado gestiones directas con la Casa Blanca en un intento contra reloj por atenuar el impacto de los aranceles progresivos, cuya siguiente fase está programada para entrar en vigor este 9 de abril.
Tampoco fue una visita exenta de tensiones. La agenda sufrió alteraciones de última hora, la rueda de prensa conjunta fue cancelada sin explicaciones oficiales y la reunión bilateral en el Despacho Oval se retrasó más de una hora. Netanyahu llegó a Washington con un objetivo claro y urgente: evitar que los aranceles del 10% sobre productos israelíes escalen hasta el 17%.
Amplias concesiones por parte de Israel
La delegación israelí presentó una oferta amplia de concesiones, incluyendo una reducción sustancial de los impuestos a las importaciones estadounidenses y la flexibilización de regulaciones en sectores clave. Pero no fue suficiente. Ni siquiera un socio tan alineado con Trump logró una exención inmediata.
La Casa Blanca se encontraba este lunes completamente blindada. Vallas metálicas negras rodeaban el perímetro, no solo por seguridad institucional, sino también para contener a los manifestantes propalestinos que siguen cada paso de Netanyahu en territorio estadounidense. Cuando el primer ministro fue recibido en el acceso al Ala Oeste, los gritos a través de los megáfonos eran perfectamente audibles: «Israel es un Estado paria», «Netanyahu es un criminal de guerra».
Las imágenes del convoy detenido ante las barreras, con sirenas de fondo, reflejaban el ambiente cargado de una visita diplomática en plena tormenta política y comercial.
Liberación de rehenes
La agenda de Netanyahu incluía varios temas delicados. En primer lugar, la exigencia de Trump de replantear cualquier alto el fuego en Gaza, tras el colapso del último intento. El presidente ha reiterado que no respaldará nuevas pausas humanitarias sin garantías claras y verificables de desarme por parte de Hamás. Netanyahu dijo que está negociando para liberar a más rehenes israelíes.
En segundo lugar, la coordinación política con la Casa Blanca en relación con las recientes expulsiones de estudiantes y académicos que protestaron contra Israel en universidades como Harvard o Georgetown. Y por último, el foco económico: la sorpresiva aplicación de aranceles más altos que los que recibe hoy países con relaciones mucho más tensas con Washington, como el Brasil de Lula da Silva o la Colombia de Gustavo Petro.
Ese último punto fue especialmente incómodo para la delegación israelí. Que un aliado estratégico como Israel enfrente un trato comercial más severo que gobiernos críticos con Estados Unidos fue interpretado como un mensaje político. Aunque no se expresó públicamente, varios miembros del equipo de Netanyahu compartieron su malestar en privado con la prensa: «No es solo el porcentaje, es el mensaje que transmite», comentó uno de ellos.
Netanyahu se marchó de Washington con gestos de cortesía y promesas diplomáticas, pero sin alivio arancelario
La Casa Blanca, por su parte, mantuvo su postura. Un portavoz señalóel miércoles pasado que los aranceles responden a una «reestructuración global del comercio basada en reciprocidad real, no en afinidades políticas». Y añadió que todos los países —incluso los más cercanos— deben ajustarse a los nuevos estándares de acceso al mercado estadounidense, sin privilegios ni excepciones.
La visita dejó una escena compleja: un primer ministro aliado, presionado por manifestantes, marginado en la agenda y sin resultados tangibles tras una jornada intensa. Netanyahu se marchó de Washington con gestos de cortesía y promesas diplomáticas, pero sin alivio arancelario. Prometió más facilidades para las empresas estadounidenses en los mercados israelíes, pero no logró revertir el castigo.