Uno de los líderes más reconocidos de la izquierda internacional, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, viene registrando en su tercer mandato los peores índices de su historia. Tras terminar su segundo Gobierno en 2010 con más de 80% de aprobación, Lula … recibió la semana pasada y por primera vez un índice de desaprobación superior al 50%. La encuesta Genial/Quaest indica que su Gobierno es reprobado por el 56% de los brasileños, seis puntos más que en enero, mientras que su aprobación ha caído del 47% al 41%.
La encuesta de Ipsos-Ipec, de marzo, también apuntó esa tendencia y mostró por primera vez en la actual gestión de Lula una evaluación negativa superior a la positiva, con un 41% de los brasileños que lo considera malo o pésimo, contra un 27% entre bueno o excelente.
Especialistas apuntan la economía como la causa principal. La inflación ha afectado los precios de productos fundamentales como el café, la segunda bebida más consumida por los brasileños después del agua. Pero otra razón importante serían problemas de comunicación.
«Lula es un presidente de los años 90 y principios de los 2000, gobernando en los años 20 del siglo XXI, y tiene dificultades para hacer una lectura más precisa de lo que significan los valores de la sociedad actual, que han cambiado mucho, principalmente en las formas de comunicarse», dice Humberto Dantas, doctor en Ciencia Política de la Universidad de Sao Paulo, que relaciona esa impopularidad a factores económicos pero también a serios problemas de comunicación, un tema que, según el especialista, se ha vuelto un gran reto para la mayoría de los políticos en la actualidad.
Para Dantas, pese a que el país vive pleno empleo y un aumento significativo de la renta, el alza de precios de alimentos por encima de la inflación y de los sueldos han presionado a la población. «Muy diferente al milagro económico sentido especialmente en su segundo mandato», recuerda.
Para el politólogo ítalo-brasileño Giancarlo Summa, investigador de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), en París, los brasileños están sufriendo con la inflación, pero también errores al comunicar medidas impopulares como, por ejemplo, un aumento en las importaciones de productos de bajo coste, especialmente de ropas, que afectaron a quienes compraban productos chinos, mucho más baratos que los nacionales, antes que Lula subiera esos aranceles.
«Es una vida cada vez más difícil, con un trabajo cada vez más precario, salarios cada vez más bajos, un endeudamiento familiar que se ha disparado. Más del 70% de las familias tienen deudas, que generalmente han contraído para pagar cuentas», observa.
Peores condiciones
Por otro lado, el Gobierno ha propuesto nuevos programas sociales, dirigidos a la población más pobre, pero que no atienden a la mayoría de los brasileños. «Hay un sentimiento de empeoramiento de las condiciones de vida contrario a las promesas de prosperidad de la campaña y el elector se siente traicionado», explica.
«Y hay, por supuesto, una explotación de esta situación, que es real, por parte de la ultraderecha, que critica constantemente la incapacidad del gobierno de ofrecer una mejoría concreta, y eso sumado a los problemas gobernabilidad», dice Summa, citando la presencia de decenas de congresistas y de siete gobernadores en una manifestación este domingo para pedir la amnistía del principal opositor de Lula, el ultraderechista Jair Bolsonaro, que está inelegible y será juzgado por la Corte Suprema por intento de golpe de Estado.
Pese a la crisis, reflejo también de la coyuntura internacional, como apuntan los analistas, una encuesta de Datafolha, publicada el fin de semana muestra que pese a que la desaprobación sigue siendo mayor que la aprobación, Lula puede haber frenado esa caída y aún es un candidato competitivo para la reelección. Según Datafolha, el índice de quienes consideran el Gobierno de Lula malo o pésimo cayó 3 puntos, al 38%, mientras que los que lo ven como bueno o excelente subieron del 24% al 29%, 5 puntos porcentuales en comparación con febrero.
Puede ser el reflejo de cambios en Lula en su equipo de comunicación. En enero, Lula nombró como nuevo estratega a Sidônio Palmeira, que actuó en su equipo en la campaña presidencial de 2022. Palmeira ha actualizado el lenguaje de las redes sociales de Lula y destaca en campañas publicitarias los datos económicos positivos como los aumentos del PIB y del sueldo mínimo, la creación de puestos de trabajo y la baja tasa de desempleo.
En las encuestas, Lula sigue siendo competitivo y favorito frente a todos los potenciales candidatos, entre ellos, el actual gobernador de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas, y la esposa de Bolsonaro, Michele. El único candidato que le haría frente es justamente el expresidente. «Estamos frente al famoso lema ‘no voto a favor, voto contra’. Lula sigue siendo competitivo porque una parte significativa de la sociedad votaría contra Bolsonaro o contra sus escogidos radicales«, calcula Humberto Dantas, para quien Bolsonaro probablemente será condenado y preso.