El vicepresidente de EE.UU., J. D. Vance, dejó claro en su polémica visita a Groenlandia de este viernes que acudía a la isla del Ártico, ansiada por Donald Trump, con la táctica del palo y la zanahoria: palo para Dinamarca, el país que … ostenta la soberanía del territorio, a quien acusó de no proteger Groenlandia; y zanahoria para los 56.000 habitantes de Groenlandia, con quienes rebajó el tono expansionista del presidente de EE.UU. y a quienes buscó seducir con uno más diplomático. Pero, al fin y al cabo, con la misma idea que defiende Trump: «No hay otra opción» distinta a que Groenlandia esté controlada por EE.UU., con la justificación de su importancia geoestratégica, tanto por motivos de seguridad como por sus ingentes recursos naturales.
«Nuestro mensaje para Dinamarca es muy simple: no habéis hecho un buen trabajo a favor del pueblo de Groenlandia», acusó Vance. «No habéis invertido en el pueblo de Groenlandia y no habéis invertido en la arquitectura de seguridad para este increíble y bello territorio, lleno de gente increíble».
Los ataques a Dinamarca fueron el punto central de la visita breve de Vance a Groenlandia, la de mayor rango por parte de una autoridad estadounidense a la isla en la historia. Pero el viaje estaba marcado por el rechazo de las autoridades locales a las embestidas expansionistas de Trump, que insiste desde su victoria electoral del pasado noviembre en su plan de adquirir el territorio.
La apertura diplomática de Vance fue neutralizada por su propio jefe desde la Casa Blanca. Poco antes de que el vicepresidente hablara desde una base militar de EE.UU. en el noroeste de la isla, Trump defendió, una vez más, que «tenemos que tener a Groenlandia. No es una cuestión de si podemos pasar sin tenerla. No podemos».
Desde el frío polar, Vance trató de hacer equilibrios para ofrecer un tono más amable que el de Trump: en su reciente discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente de EE.UU. defendió el derecho de los habitantes de la isla a «determinar vuestro propio futuro» pero, al mismo tiempo, aseguró que EE.UU. se quedará con Groenlandia «de una manera u otra».
Esos equilibrios han marcado el controvertido viaje del vicepresidente. En un principio, quien iba a liderar la expedición era su mujer, Usha Vance. La segunda dama anunció el pasado fin de semana una visita con paradas en atracciones culturales y naturales y en una competición deportiva muy popular de trineos tirados por perros.
La reacción de las autoridades locales a esos planes fue rotunda. El primer ministro de Groenlandia, Múte Egede, la calificó de «agresiva» y «provocadora». Los organizadores no encontraron groenlandeses dispuestos a recibir con alborozo a la segunda dama y una compañía dio marcha atrás para una visita.
En Sisimiut, donde se celebraba esa tradicional carrera de trineo, se preparaban protestas y un gesto de repudio: los corredores planeaban dar la espalda a la segunda dama si se presentaba allí.
Visita reducida
Todo esto provocó un cambio de planes: el vicepresidente acompañaría a su esposa y la visita se circunscribiría a la base militar estadounidense de Pituffik, a más de mil kilómetros de cualquier lugar habitado.
El recibimiento allí no tuvo el boato de las visitas oficiales. Dos militares les recibieron en la pista del aeropuerto congelada, con el vaho del vicepresidente y de su mujer saliendo por la boca y refugiándose rápidamente en una furgoneta. La visita duró apenas unas horas, frente a los dos días que preveía la segunda dama.
Vance trató de reconciliar la agresividad de Trump sobre la adquisición de Groenlandia con una vía más digerible para que los groenlandeses acepten estar bajo control de EE.UU.
«Lo que el presidente ha dicho es que necesitamos tener una mayor posición en Groenlandia», dijo Vance, tratando de aguar el discurso que mantiene Trump. Y después dibujó la ruta que él considera que se seguirá: «Lo que creo que va a pasar es que los groenlandeses van a elegir, a través de un proceso de autodeterminación, la independencia frente a Dinamarca. Y, desde ahí, tendremos una conversación con el pueblo de Groenlandia. Es prematuro hablar sobre algo que todavía está en el futuro. No creo que sea necesaria la fuerza militar. Llegaremos a un acuerdo para la seguridad de este territorio y la de EE.UU.»
Importancia geoestratégica
‘Seguridad’ es la palabra que mencionó una y otra vez el vicepresidente de EE.UU., junto a las acusaciones repetidas a Dinamarca de abandonar su responsabilidad al respecto en un lugar de gran importancia geoestratégica y ambicionado por sus grandes rivales, China y Rusia. «Dinamarca no ha mantenido al día los recursos necesarios para mantener esta base, para mantener estas tropas y, en mi opinión, para mantener a la gente de Groenlandia a salvo de las incursiones agresivas de Rusia, de China y de otros países», acusó Vance. El vicepresidente aprovechó el discurso para atacar a los aliados europeos de EE.UU., lo que no ha dejado de hacer desde que llegó al poder: «Ellos tampoco han mantenido el ritmo con las inversiones militares».
«Está plagado de barcos militares de China y de Rusia», dijo Trump en su estilo más directo desde la Casa Blanca en su insistencia de quedarse con el control de la isla. «No vamos a depender de Dinamarca ni de nadie para ocuparse de esa situación», insistió. «Las vías marítimas allí se están abriendo. Los rompehielos y la propia naturaleza las están abriendo y van de manera directa hacia China y hacia Rusia. No tenemos elección», proclamó sobre sus ambiciones con Groenlandia.