—«Me gustaría que nos hicieras un favor, porque nuestro país ha pasado por mucho y Ucrania sabe mucho al respecto».25 de julio de 2019. Donald Trump, desde la residencia de la Casa Blanca, con el auricular pegado a la oreja. Volodímir Zelenski … , en Kiev, atento, tras dos meses en el poder. Era su primera conversación directa, y desde el primer minuto el tono de la llamada escapaba a lo protocolario.
Trump no perdió el tiempo. Con voz firme, formuló su petición: quería que Ucrania investigara a Joe Biden y a su hijo, Hunter, por sus negocios en ese país.
—«Se habla mucho del hijo de Biden, de que Biden detuvo una investigación y mucha gente quiere averiguar más sobre eso, así que cualquier cosa que puedas hacer con el fiscal general sería genial».
El lenguaje de Trump era ambiguo, pero el mensaje estaba claro. Zelenski sabía que el destino de su país dependía de Estados Unidos, pues la Casa Blanca tenía congelados casi 400 millones de dólares en ayuda militar, cruciales para resistir la presión de Rusia, que ya se había anexionado Crimea en 2014 y tenía sus ojos puestos en el resto del Donbás.
Los minutos pasaban. La conversación merodeaba en una línea peligrosa. Trump insistía. Zelenski le seguía, pero sin comprometerse demasiado. Treinta minutos. La despedida de Trump fue breve, teatral: «El mundo entero os observa».
Cuando la llamada terminó, en una de las salas de crisis de la Casa Blanca, un silencio incómodo se apoderó de los funcionarios que habían escuchado la conversación. Como es protocolario en las comunicaciones entre jefes de Estado, varios asesores del Consejo de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado escucharon la llamada mientras esta se producía, tomando notas. Entre ellos, Alexander Vindman, teniente coronel y experto en Ucrania, quien se hizo una pregunta: ¿Era aquello un quid pro quo?
¿Le había pedido Trump a Zelenski que interviniera en las elecciones estadounidenses a cambio de la ayuda militar que su país desesperadamente necesitaba? Ciertamente Joe Biden era el candidato demócrata más formidable a batir por Trump unos meses después, alguien que podía ganarle, como finalmente hizo.
Zelesnki se reúne con Trump en Nueva York, en septiembre de 2024
REUTERS
El desconcierto pronto dio paso a la alarma. Vindman tomó nota. Otro funcionario de la CIA sugirió informar a los superiores. A medida que la transcripción circulaba en círculos cerrados dentro del gobierno, la inquietud crecía. Un agente anónimo presentó una denuncia formal ante el inspector general de la comunidad de Inteligencia, Michael Atkinson. La Casa Blanca intentó bloquear su llegada al Capitolio, pero, finalmente, la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, tomó una decisión histórica: anunciar la apertura de una investigación de impeachment contra Trump.
Era 9 de septiembre de 2019. Sólo dos días después los 400 millones de ayuda a Ucrania fueron liberados.
Era la cuarta vez en la historia de la república norteamericana en que un presidente era sometido al juicio político. Trump sobrevivió, por el apoyo de su partido, pero su relación con Zelenski se vio, para siempre arruinada.
De hecho, Zelenski nunca llegó a sentarse con Trump en el Despacho Oval. Se vieron brevemente en Nueva York en septiembre de 2019, en los márgenes de la Asamblea General de la ONU. Zelenski, visiblemente incómodo, sonreía con rigidez mientras Trump hablaba de Biden, de Barack Obama, de Hillary Clinton.
Un periodista le preguntó a Zelenski si había presionado a algún fiscal en nombre de Trump.
—«Tenemos un país independiente y una fiscalía independiente. No puedo presionar a nadie. No llamé a nadie. No pedí nada. No presioné».
Desde entonces no habría confianza, no habría acuerdos, solo intereses cruzados y diplomacia forzada.
El presidente francés, Macron, recibe a Zelenski y a Trump en el Palacio del Elíseo
EFE
Zelenski solo fue invitado al Despacho Oval por Joe Biden, el hombre a cuya familia se negó a investigar, el 1 de septiembre de 2021. La sintonía era distinta. Biden no lo veía como un peón en una estrategia política, sino como un aliado clave en una Europa cada vez más inestable. A diferencia de su predecesor, Biden reconocía la amenaza real que representaba Vladímir Putin y la necesidad de reforzar la seguridad de Ucrania.
En aquel encuentro, Biden reafirmó su apoyo a la soberanía ucraniana y anunció una nueva ayuda de 60 millones de dólares en asistencia militar, incluyendo misiles antitanque Javelin. No era nada con lo que vendría.Ni en Washington ni en Kiev podían ignorar la realidad: Rusia estaba preparando algo más grande.
A finales de 2021, Biden comenzó a alertar sobre una inminente invasión, mientras las imágenes satelitales mostraban tropas rusas acumulándose en la frontera con Ucrania. Putin lo negaba, acusando a Occidente de histeria. Pero en Kiev, la preocupación crecía.
El 21 de febrero de 2022, Putin reconoció la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk. Tres días después, en la madrugada del 24 de febrero, las tropas rusas cruzaron la frontera. La invasión había comenzado.
Era un momento que definiría su presidencia. El hombre que había sido como Trump una estrella de televisión ahora lideraba una nación en guerra. En Washington, Biden ordenó sanciones económicas masivas contra Rusia y aprobó el envío de miles de millones de dólares en armas y ayuda militar a Ucrania.
Aquella llamada de 2019, que Trump había calificado de «perfecta», ya parecía un recuerdo distante. La historia se estaba escribiendo en los campos de batalla.
Pero Trump no olvidaba. El resquemor seguía vivo. Una vez se aseguró las primeras de su partido, en un mitin en Ohio en marzo de 2024, comenzó los insultos.
—«Zelenski es uno de los mejores vendemotos de la historia. Cada vez que viene al país, se marcha con 50 o 60.000 millones de dólares. Nunca he podido hacer eso. Es mejor vendedor que yo».
La ayuda de Estados Unidos a Ucrania en la guerra asciende a 175.000 millones de dólares. A tenor de las recientes críticas de Trump, quien ha calificado a Zelenski de «dictador» y lo ha instado a convocar elecciones en pleno conflicto, podría estar en riesgo el flujo de asistencia que hasta ahora ha permitido a Ucrania, simplemente, resistir.