Daniel Pardo
BBC News Mundo, Cali
Incluso antes de ser alcalde entre 2016 y 2019, Armitage ya era uno de los empresarios y filántropos más importantes en la capital del Valle del Cauca.
«No me metí, sino me metieron«, dice sobre su paso fugaz por la política, al parecer suscitado por un vacío de poder y promovido por el empresariado local.
Aunque durante su alcaldía Cali redujo los números de pobreza y homicidios, Armitage salió del poder con una baja popularidad debido a la persistencia de la inseguridad, la desigualdad y los problemas con el sistema de trasporte público.
Durante años, el economista de 76 años mantuvo que Cali era una olla a presión: las inequidades socioeconómicas, dijo, tarde o temprano iban a generar un estallido.
En medio de la ola de protestas que sacude al país, no solo sus predicciones han vuelto a rodar por las redes sociales, sino también su diagnóstico de los grandes problemas que generaron el estallido.
BBC Mundo habló con él en Cali y reproduce acá una versión reducida y editada de la conversación para facilitar la lectura.
¿Por qué Cali se convirtió en el epicentro de la protesta?
Si yo quisiera hacer un movimiento de protesta nacional, escogería a Cali como conejillo de indias.
Porque Cali es una ciudad muy abierta, con poco sentimiento de pertenencia, de migrantes, con un tercio de su población afrodescendiente. Y además de volátil, geográficamente es muy fácil de bloquear.
Acá, además, están todos los problemas sociales que te podás imaginar, donde se desarrollan todas las inequidades pensables, donde hace 5 años 100.000 personas se dormían con menos de una comida diaria.
Esa crisis social se profundizó con la pandemia. Hoy hay 10 veces más motivos para protestar que hace cinco años.
¿Cree que hubo un factor externo a Cali que organizó el estallido?
Están las dos cosas. Creo que Cali tenía su problemática local, orgánica, un caldo de cultivo para el estallido, que fue estimulado por gente de afuera que trajeron el fósforo que terminó de prender todo.
Pero, digo, ¿hay movimientos subversivos metidos en el paro?
Yo creo que sí, porque este paro fue muy bien organizado. Esto no es solo el descontento de unos sindicatos.
Pero ¿y esa organización no puede ser del movimiento mismo?
Puede ser. Ojalá yo esté equivocado.
Cali ha tenido avances en pobreza y homicidios en los últimos 20 años. ¿Por qué sigue siendo la ciudad más pobre y más violenta?
Porque en Cali no hay mucho empleo, no hay mucha industria. A diferencia de otras regiones del país, nosotros nos hemos dedicado más al agro que a la industria. La producción azucarera, el mayor bien de esta región, se ha automatizado mucho y cada vez genera menos empleo. Hay ingenios que antes tenían 6.000 empleados y hoy tienen 1.500.
Entonces, sin eso, lo que quedó en Cali son millones de personas que viven del rebusque. El 55% de los caleños se levantan por la mañana a ver qué van a hacer. El que cuida el carro, la manicurista, el que corta el pasto. Son gente que no conocen la estabilidad.
Usted anticipó esta ola de protestas. ¿Qué cree que va a pasar ahora?
Es muy positivo lo que le está pasando al país. Yo tengo 76 años, y es la primera vez que veo los estratos cinco y seis angustiados. Y eso es bueno, porque puede hacer que finalmente cambien su mirada.
Dice que a pesar de toda la violencia que ha vivido Colombia, ¿los ricos nunca han estado angustiados?
Yo hoy estuve toda la mañana hablando con los grandes empresarios del Valle del Cauca, y le digo que los sentí muy angustiados. Y pensé: este país va a mejorar.
Los grandes cambios se producen por grandes exigencias. En la medida en que vos ves que mi señora, que vive muy bien, se empieza a angustiar, ves en ella un cambio de pensar, porque se da cuenta que al señor que lava el carro quizá le tiene que pagar mejor.
En Colombia hay miles de empresas que no pueden pagar siquiera el salario mínimo y un poco de empresas que pueden pagar cuatro veces eso.
Pero las élites sí se vieron afectadas antes: por los secuestros, por la ocupación de tierras.
Me refiero a que por primera vez la estabilidad del país, esa que les beneficiaba a ellos y solamente a ellos, está amenazada.
Y cuando las cosas tocan fondo, y eso que falta para llegar al fondo, las cosas cambian.
¿Qué es lo que tiene que cambiar?
La relación de los que tienen con los que no tienen. Porque esa relación hoy no es clara, porque el empleo no es retribuido como debería serlo. Y fuera del empleo, no hay relación.
No estamos acostumbrados a valorar a los de abajo. Estamos acostumbrados a ver el de abajo jodido siempre. Y eso lo aceptamos, no nos conmovemos con la pobreza ni con la angustia de los demás.
¿Por qué la gente no valora el trabajo del pobre?
En Colombia se cree que el rico tiene derechos y el pobre no.
Yo me demoré 50 años en entender el proverbio cristiano que dice que «es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que hacer que un rico entre en el reino de los cielos».
Pues es verdad: los que tenemos dinero, llegamos a un punto de pensar que los derechos son inherentes a nosotros, cuando los derechos ¡son para todos!
Y esto no es implantar comunismo, ni locuras de esas, es implantar humanidad.
¿Qué pasa con los gobernantes de este país?
Que nos ha faltado humanidad. Vos no podés poner de presidente de este país a una persona que se ha educado en Washington, que no tiene calle, que no conozca las necesidades del pueblo de primera mano.
A los empresarios, a los dirigentes, a las élites en Colombia nos ha faltado calle, entender al otro.
¿A las clases altas colombianas les hace falta contribuir más hacia el desarrollo del país?
Por supuesto. Yo siempre les he dicho a los sectores pudientes que hay que poner más comedores comunitarios, más gestores de paz, más colegios. Y ellos siempre responden con que eso es asistencialismo, paternalismo: que lo que ellos tienen que hacer es producir y pagar impuestos.
Pero eso solo es válido en un país desarrollado, donde además de que el Estado funciona, los ricos pagan muchos más impuestos que en Colombia. Pero acá eso no aplica.
Vos no le podés pedir todo a un Estado precario. Vos vas a las zonas rurales acá y, por fuera de las azucareras, la gente no tiene nada que hacer: andan cultivando coca y marihuana porque cualquier otra cosa no les da, es muy berraco.
Nosotros tenemos la obligación moral de, sí, pagar impuestos, pero además seguir contribuyendo a la gente después de impuestos y después de ganancias.
¿Los ricos han sido tacaños?
No sé si tacaños. Pero no han tenido una capacidad de entender los problemas, se han desentendido de los problemas del país, viven sordos en una burbuja según la cual la pobreza existe porque la gente no trabajó lo suficiente, o por bruta.
La élite se tiene que meter las manos a los bolsillos, y mucho, para sacar adelante a Colombia.
¿Cuánto es mucho?
Lo que más se pueda.
¿Cree que esa falta de comprensión del otro también se muestra en el resto de la sociedad?
A la sociedad colombiana le hacía falta un revolcón como el que está pasando. Porque puede hacer que la gente cambie de chip, que piense en el otro.
A veces pienso que me estoy volviendo como cura, pero es que acá lo que nos falta es tener un poquito de bondad.
¿Pero ese revolcón conviene así implique violencia, saqueos, bloqueos, vandalismo?
Pues no debería ser así, pero es que una manifestación no funciona con velas.
Si el gobierno no le para bolas a las protestas cuando destruyen cosas, imagínate si no destruyeran nada.
No es que yo esté a favor del vandalismo, pero lo entiendo.
Esta entrevista fue publicada por BBC Mundo. Lea la original acá.