The Conversation
Ester Lázaro Lázaro, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)
Desde el inicio de la pandemia de Covid-19 ha sido frecuente escuchar comentarios sobre el temor de que el SARS-CoV-2 mutara hacia una forma más agresiva. En la mente de muchas personas se visualizaba el virus como un ente capaz de tomar decisiones para asegurarse su permanencia entre nosotros.
La realidad es que los virus no deciden nada. Simplemente, cuando infectan una célula, de forma casi automática, comienzan a multiplicarse, algo que incluye la copia de su información genética. Durante el proceso de copia es frecuente que aparezcan errores, que, si bien muchas veces no tienen ningún efecto, en ocasiones producen cambios en alguno de los aminoácidos que componen las proteínas del virus. Como consecuencia, la estructura tridimensional de estas macromoléculas se puede ver alterada, y con ella las propiedades del virus.
Más variantes del SARS-CoV-2 que nunca
Si los virus mutan continuamente, ¿por qué es ahora cuando parece haber más variantes del SARS-CoV-2? Porque le estamos poniendo trabas a su transmisión.
La cosa era muy diferente al inicio de la pandemia. Todos éramos susceptibles al SARS-CoV-2, había gran escasez de equipos de protección para impedir los contagios y, además, desconocíamos las mejores medidas para prevenirlos. El resultado es que el virus prácticamente tenía vía libre para infectarnos y las variantes que fueran un poco más contagiosas tenían escasa ventaja sobre el resto.
Después de un año de pandemia, la situación ha cambiado. Mucha gente ya ha pasado la infección y posee anticuerpos frente al virus. Tenemos acceso a mascarillas y hemos aprendido que el virus se transmite por aerosoles, lo que permite evitar contagios con una buena ventilación. Por último, se ha iniciado un proceso de vacunación que en algunos países ya ha alcanzado a buena parte de la población.
En resumen, se lo estamos poniendo cada vez más difícil al virus. Y una consecuencia directa es que, bajo presión, las variantes más transmisibles tienen una ventaja frente al resto, pudiendo hacerse mayoritarias.
Más contagio no implica más letalidad
Hay varias formas por las que un virus puede mejorar su transmisión. Una de ellas es aumentar su capacidad de interacción con el receptor celular, la molécula que le permite su entrada en la célula. Otra, en poblaciones con abundancia de individuos que ya han pasado la infección, es evitando ser reconocido por los anticuerpos. La buena noticia es que la mayor capacidad de contagio no suele asociarse a aumentos de letalidad. Al virus no le interesa, porque si un individuo infectado muere pronto o desarrolla síntomas muy graves tendrá menos probabilidades de transmitirlo.
Las variantes del SARS-CoV-2 que más inquietud causan actualmente, debido a la rapidez con la que se están expandiendo, son la británica, la sudafricana y la brasileña, denominadas así por el lugar donde primero se detectaron. Según la nomenclatura más aceptada para la clasificación de las líneas del virus, esas variantes se corresponden con la B.1.1.7 (británica), B.1.351 (sudafricana) y P.1 (brasileña).
Cada una de estas líneas contiene un conjunto particular de mutaciones, algunas coincidentes. De ellas, las más preocupantes son las que se localizan en la proteína S o espícula, que es la que interacciona con el receptor celular y hacia la cual se dirige gran parte de la respuesta inmune. Desconocemos aún mucho sobre estas mutaciones, pero comenzamos a tener algunas pistas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las posibles ventajas de una variante viral no suelen deberse a una única mutación, sino a la combinación de varias.
¿Qué mutaciones contienen las nuevas variantes del SARS-CoV-2?
La mutación N501Y, que sustituye el aminoácido asparagina en la posición 501 de la espícula por una tirosina, es común a las tres variantes y produce un cambio de estructura en esta proteína que aumenta su capacidad de unión al receptor celular. Es como si afináramos una llave para que encajara mejor en su cerradura.
También en la espícula se ha identificado la mutación E484K, presente en las variantes brasileña y sudafricana. Todo apunta a que, además de favorecer la unión al receptor, podría hacer que el virus fuera peor neutralizado por los anticuerpos, aumentando así las reinfecciones o disminuyendo la eficacia de las vacunas.
El hallazgo de estas mutaciones en genomas virales aislados en distintos lugares del mundo, y que pertenecen a líneas evolutivas diferentes, es otro indicador de su posible ventaja sobre los virus que no las contienen.
Otra mutación interesante es la eliminación de los aminoácidos en posiciones 69 y 70 de la espícula. La mutación, que también fue detectada en virus aislados de infecciones masivas que tuvieron lugar en varias granjas de visones hace unos meses en Holanda y Dinamarca, demuestra cómo la propagación del virus en especies distintas de la humana puede favorecer la aparición de nuevas variantes más peligrosas para nosotros. En concreto, esta mutación parece actuar en sinergia con la N501Y, descrita anteriormente, aumentando aún más la afinidad por el receptor.
¿Es la variante británica más letal?
En estos últimos días se han generado dudas sobre si la variante británica es más letal en personas ancianas. La realidad es que cualquier variante más transmisible aumentará el número de muertos, no solo por el mayor número de infecciones, sino también por las mayores dificultades para tratar a los enfermos.
También hay gran preocupación sobre si la circulación de estas variantes afectará a la eficacia de las vacunas o a la frecuencia de reinfecciones, como se ha comentado en el caso de las variantes sudafricana y brasileña. Lo cierto es que la mayoría de los estudios sobre el efecto de los anticuerpos en estos virus se han realizado en ensayos in vitro, que no tienen en cuenta la compleja respuesta inmune que se genera en un organismo.
Si se llegara a confirmar la menor efectividad de las vacunas sobre estas variantes, no sería una debacle. Sencillamente, implicaría que las vacunas tendrían que ser actualizadas periódicamente en función de las cepas que estén en circulación en ese momento. Es algo habitual con el virus de la gripe, que incluso podría ser mucho más asumible con las nuevas vacunas de ARN. Una vez más asistimos a cómo la investigación científica es la mejor aliada para nuestra supervivencia.
Ester Lázaro Lázaro, Investigadora Científica de los Organismos Públicos de Investigación. Especializada en evolución de virus, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.