Por: Gonzalo Gómez-Betancourt
Hace aproximadamente un mes me llamó un empresario del exterior, de segunda generación, con quien hemos trabajado ya hace algunos años ayudándolos a gobernar su empresa familiar desde diferentes órganos de gobierno (Junta Directiva, Consejo de Socios y Consejo de Familia). La llamada consistía en tratar de reducir no sólo el valor de la tarifa de nuestros servicios, sino además aumentar los plazos de pago para proteger la caja, argumentando que durante los dos meses que no nos habíamos visto, su empresa estaba en dificultades económicas y que tenía que hacer recortes importantes.
Ante esta presentación sin dudarlo mi respuesta fue positiva a su petición, “en este momento estamos para apoyarnos mutuamente”, incluso me ofrecí a hacer más reuniones y a establecer un comité de crisis semanal de manera virtual para recuperar la empresa, a lo que él contestó que no sería necesario, y que la ayuda sería tan sólo por un año mientras todo volviera a la normalidad, firmamos un otrosí del contrato y quedó formalizado el acuerdo.
Después de esa llamada, entendí que si esa empresa, que se encontraba operando en uno de los sectores favorecidos, se encontraba en esa situación, el impacto para toda Latinoamérica sería realmente grave. Por lo tanto, en nuestra empresa nos preparamos para hacer unos “paquetes de servicios Covid”, reduciendo precios y aumentando plazos para ayudar a nuestros clientes. Ese proceso de reinvención obligaba a reducir los honorarios de toda la cadena de valor de los servicios para adaptarnos a la situación, todos en el equipo aceptamos el reto bajo el lema “hoy por ti mañana por mí”, del cual estamos orgullosos y satisfechos por todo el bien que podríamos generar en estos momentos.
Unos días después me citaron a reunión bimestral de la Junta Directiva de este empresario de segunda generación, para la cual enviaron ocho días antes todos los documentos, como era costumbre, pero mi sorpresa fue mayúscula al ver que la compañía estaba vendiendo 20% más del presupuesto, debido al incremento explosivo de la demanda que se generó en el mes de marzo, aunque sus ganancias sólo aumentaron 10% debido al aumento de los costos de sus servicios por motivo de la devaluación, en los componentes de productos que traía del extranjero. Obviamente, yo me sentí realmente engañado en mi buena fe, pero dejé que terminara la reunión para hablarle en privado y hacer el reclamo.
Le dije que accedí a un acuerdo de apoyo porque yo había entendido que su compañía estaba en un momento difícil, pero lo que vi es que la compañía no solamente tiene mayores ventas y utilidades, sino también las personas están pagando a tiempo su servicio. Su respuesta fue contundente: “mira mi trabajo es hacer más eficiente la compañía, siempre había sentido que los honorarios de su compañía eran muy altos y además en dólares, pero no había encontrado la forma de reducirlos de común acuerdo; lo logré, sólo será por un año, y como usted dijo, ayudará a la empresa por la devaluación, la familia lo agradece. Además, yo ya le había hablado de esto alguna vez, que sus honorarios parecían altos y como ve, era verdad porque pudo bajarlos, muchas gracias, ahora la familia lo quiere y respeta aún más, pero a un honorario justo. Espero siga aportando como siempre lo ha hecho porque dio su palabra de ayudar”.
¿Quedé con la boca abierta, cómo era posible que este empresario utilizara la época del Covid para hacer algo como esto?, pensaba… …es por este tipo de personas que los empresarios somos vistos como “capitalistas salvajes”, que lo único que importa es el dinero y ganar aún más en este tipo de situaciones, en vez de la inmensa colaboración que he sentido de otro grupo de empresarios que lo que hemos querido es ser soporte de los demás. Menos mal los que actuamos desde el capitalismo consciente somos más. Aunque mi reacción inicial fue la de retirar a la empresa de esa consultoría de manera inmediata, mi prudencia me llevó a tratar el caso con mi junta directiva para decidir si deberíamos renunciar a dicho trabajo, nos dimos cuenta que lo que quería esa persona era que renunciáramos y esa era la excusa perfecta para salir de nuestros servicios, dejar la consultoría seguir gobernando de manera autoritaria sobre otros accionistas y familiares ejecutivos. Seguir con el proceso, no sólo seguiría cerrando las brechas a su gestión, también consolidaba una estructura de gobierno de largo plazo. Nuestra decisión fue seguir allí con un aprendizaje positivo de todo esto, que ese nuevo paquete de servicios que habíamos creado, debía seguirse otorgando a los empresarios que más lo necesitaran, para que más empresas pudieran sobrevivir y aprovechar nuestra experiencia frente a la crisis.
Siempre he pensado que la respuesta a lo que nos está pasando en este mundo es el capitalismo consciente, donde todos los stakeholders (partícipes) son importantes, que tanto mi cliente, proveedor y empleado, como el estado, el banco, la comunidad, los competidores y el medio ambiente son importantes; que esto no es un juego de suma cero donde unos ganan y otros pierden, es más una ganancia en equilibrio para todos los actores del ecosistema empresarial, sin aprovecharnos de su posición vulnerable o de la buena fe de los demás. Debemos erradicar de nuestro lenguaje frases como: “Negocios son negocios”, llego el momento de cambiar, llego el momento de construir sobre el modelo ya agotado de que las personas se mueven por su propio interés, a entender la interdependencia que existe entre nosotros y pasemos a tener “Negocios conscientes”.
Ph.D., CEO de L&M Consulting Group