Antonio Giangreco, IÉSEG School of Management y Barbara Slavich, IÉSEG School of Management
El fútbol es el deporte más popular del mundo, con 4 000 millones de aficionados que lo consideran una pasión y a veces incluso una religión. En términos de calidad y tradición del juego, Europa es considerada por muchos como el lugar más atractivo para talentos, patrocinadores, inversores y aficionados. Este éxito se refleja en los ingresos totales generados por las cinco principales ligas de fútbol europeas (Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y España) que alcanzan, en 2020-21, 18 100 millones de euros.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Esta tendencia al alza ha producido un efecto inflacionista en los salarios de los jugadores profesionales que, a diferencia de sus homólogos en algunos deportes profesionales estadounidenses, se benefician de la ausencia de un tope salarial.
Un ejemplo representativo que recientemente causó una mezcla de admiración e indignación fue el último contrato de cuatro años de la estrella del fútbol Lionel Messi, que firmó en 2017 un acuerdo por la enorme suma de 555 millones de euros. Por lo tanto, los costes a los que deben hacer frente los clubes de fútbol profesional están poniendo en tela de juicio la sostenibilidad del modelo de negocio.
Ante los astronómicos sueldos de algunas estrellas, una pregunta que muchos observadores y aficionados se hacen una y otra vez: ¿merecen realmente los futbolistas profesionales lo que se les paga?
Popularidad y rendimiento
En un estudio de marzo de 2021, realizado con los coautores Alessandro Piazza (Rice University, Estados Unidos), Fabrizio Castellucci (Bocconi University, Italia) y Cyrus Mohadjer (IESEG School of Management, Francia) intentamos arrojar nueva luz sobre este tema explorando la existencia de posibles desajustes entre el rendimiento de los jugadores y sus salarios generados por su nivel de fama y estatus.
A partir de un conjunto de datos de 471 jugadores de las cinco principales ligas europeas de fútbol durante dos años consecutivos (2015-16 y 2016-2017), nuestro estudio muestra que la popularidad (medida a través del recuento y registro de cuántos “me gusta” recibió cada jugador por parte de los fans en su página pública oficial de Facebook) y el estatus (medido a través del número de apariciones en su equipo nacional) tienen un impacto en la relación entre los salarios de los jugadores y el rendimiento (medido por la puntuación disponible en el sitio web Whoscored). Más concretamente, los resultados muestran que, para los jugadores de rendimiento medio, ser popular (figura 1) y tener un estatus alto (figura 2) conlleva salarios más altos para los mismos niveles de rendimiento.
Esto sugiere que, para maximizar su salario, los jugadores pueden intentar aumentar el interés de su perfil y su popularidad a través de, por ejemplo, las redes sociales y la prensa. De hecho, la popularidad no depende necesariamente del rendimiento de los jugadores, sino que podría estar determinada por su estilo de vida “público”, que aumenta su visibilidad.
Estos resultados sobre la popularidad son especialmente relevantes no para los mejores “artistas”, que pueden obtener altos niveles de compensación y visibilidad, sino para los jugadores “medios” que, a través de la gestión profesional de sus perfiles en las redes sociales (Facebook, Instagram, TikTok, etc.), podrían obtener una mayor compensación.
Además, la mayor visibilidad de estos jugadores podría traducirse en mayores ingresos para el club (por ejemplo, a través del merchandising, la publicidad y los derechos de retransmisión) y los clubes tienen en cuenta no solo el rendimiento de los jugadores, sino también su capacidad, como celebridad, de generar ingresos económicos a la hora de determinar los niveles salariales.
Además, nuestros resultados muestran que el hecho de tener un estatus superior podría “blindar” a ciertos futbolistas frente a las variaciones de rendimiento. Por ejemplo:
- Los jugadores de alto estatus (que juegan regularmente con su selección nacional) parecen estar menos expuestos al escrutinio (de los aficionados y los periodistas, por ejemplo).
- Una vez que se adquiere el estatus, este tiende a permanecer estable, incluso ante la disminución de la calidad o del rendimiento.
Nuestro estudio muestra, por tanto, que la remuneración de un jugador está menos determinada por el rendimiento cuando juega regularmente con la selección nacional, que indica estatus relevante.
Este resultado es especialmente relevante para los jugadores que, en el ocaso de su carrera, podrían esperar un descenso de su rendimiento o experimentar una disminución de la motivación y, no obstante, pueden beneficiarse de un salario más alto basado en la calidad del rendimiento anterior.
Jugadores como Messi y Cristiano Ronaldo ofrecen un nivel de rendimiento que garantiza su nivel salarial, de modo que son celebridades y tienen un alto estatus por ser los mejores jugadores, aunque podemos esperar que en la última parte de su carrera sus actuaciones sean menos relevantes. Con nuestro estudio argumentamos que esto no ocurre necesariamente en el caso de los jugadores de nivel intermedio, que al hacerse más famosos (a través de las redes sociales y por haber jugado con su selección nacional) podrían enriquecerse más.
Recursos y racionalidad
Nuestros resultados aportan ideas para el debate sobre un uso más racional de los cada vez más escasos recursos disponibles en la industria del fútbol, una cuestión que cobró interés mundial en relación con el reciente intento fallido de 12 grandes clubes de crear una Superliga europea alternativa.
La falta de recursos ha sido reconocida recientemente por la UEFA, que ha suspendido la aplicación del “juego limpio financiero” para la presente temporada, dado el efecto de la pandemia en los ingresos de los clubes profesionales. Los observadores, sin embargo, argumentaron que las deudas de muchos clubes de fútbol profesional, como el Manchester United, el Atlético de Madrid, el Galatasaray o la Juventus, estaban en un nivel preocupante incluso antes de la pandemia.
Nuestras conclusiones también podrían ser relevantes para otros contextos y sectores diferentes que están expuestos a altos niveles de atención pública, como los directores generales en diferentes ámbitos empresariales, los directores creativos en industrias como el cine y la moda, o los chefs.
Dado que el perfil público no siempre está vinculado al “rendimiento relacionado con el trabajo” de los actores, las organizaciones deberían ser conscientes de que los actores considerados por su popularidad podrían ser contratados por la atención y la publicidad que podrían aportar a la organización.
Esto, a su vez, puede dar lugar a mayores ingresos para las organizaciones, que pueden estar dispuestas a pagar salarios más altos a actores cuyas actuaciones no afecten necesariamente a los resultados de la organización a través de su rendimiento individual.
Un ejemplo notable es lo que ocurrió cuando Chiara Ferragni, empresaria e influencer del ámbito de la moda, entró en el consejo de Tods, una empresa de moda italiana. La cotización de Tod’s, que estaba estancada, experimentó un aumento del 12%, alcanzando el valor de 32,24 euros, el más alto desde marzo de 2020.
Así pues, incluso en las altas esferas del mundo del deporte, la vieja pregunta sigue siendo: ¿el hábito hace al monje?
Antonio Giangreco, Full Professor in HRM & OB, IÉSEG School of Management y Barbara Slavich, Professor of Management, IÉSEG School of Management
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.