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«No sembrar pánico, sino corresponsabilidad», mensaje del Papa para el mundo

Por primera vez, los fieles recibieron a distancia la oración Urbi et Orbi, a través de la cual se invitó a la humanidad a asumir esta crisis como un aprendizaje para remar hacia el mismo lado.

Foto: Vatican News

Publicado: marzo 27, 2020, 12:45 pm

La bendición Urbi et Orbi, que significa a la ciudad y al mundo, es considerada la oración más solemne que imparte el Papa y está dirigida a la ciudad de Roma y al mundo.

Durante el año se imparte dos veces: el Domingo de Pascua y el día de Navidad, además de cada vez que se elige un nuevo Pontífice. Dada la coyuntura que vive el mundo, el papa Francisco decidió dar la bendición, la cual fue retransmitida por medios de comunicación (televisión y radio), así como a través de internet.

Esta oración que hizo el Papa ante la plaza vacía de San Pedro fue considerada especial para los fieles católicos porque brindó indulgencia por la pandemia que afecta al mundo actualmente.

Antes de hacerlo, el argentino pidió a Dios que brindará consuelo y abriera los corazones de las personas hacia la esperanza para que sintieran en medio de la crisis su presencia.

Reconoció que el mundo se vio sorprendido por una «tormenta inesperada y furiosa», refiriéndose al virus y su impacto en las dinámicas de vida, pero resaltó que gracias a esto el mundo se se dio cuenta que todos estaban en la misma barca y necesitaban remar hacia el mismo lado.

«No podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino todos juntos», agregó

«La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades», reflexionó el Papa.

Al respecto señalo que los seres humanos «se han sentido fuertes y capaces de todo, codiciosos de ganancia y nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa, no nos hemos detenido ante tus llamadas: No nos hemos despertado ante guerras e injusticias planetarias y no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta enfermo».

Concluyó que hemos permanecido imperturbables, pensando mantenernos sanos en un mundo enfermo y que Dios nos envía un llamado a cambiar, pues es el momento de restablecer el rumbo de la vida desde la fe y hacia los demás.

En ese sentido, destacó el trabajo de quienes en su día a día demuestran que comprendieron que «nadie se salva solo». Médicos, enfermeras, personas encargadas de suplir los supermercados, las personas que hacen limpieza, cuidadoras, transportistas, fuerza de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos otros

«Frente al sufrimiento es que se demuestra el verdadero desarrollo de nuestros pueblos», y «No hay que sembrar pánico sino corresponsabilidad», finalizó.

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