Publicado: julio 12, 2017, 5:27 pm
En Colombia, hace falta fortalecer no solo las estrategias académicas de la educación, sino también empezar a implementar en los procesos educativos los sentires de los estudiantes y sus intereses personales. Esto lo tiene muy claro la creadora y presidente de la Fundación Instituto de Ciencias de la Felicidad Florecer, así como de la Asociación Colombiana de Psicología Positiva, Andrea Ortega Bechara, pionera en el país en la investigación de temas concernientes al bienestar y la psicología positiva.
Para la experta, es importante que el Gobierno Nacional se convierta en un aliado estratégico para el diseño e implementación de una verdadera política de bienestar en la que se enmarque un nuevo tipo de educación que facilite no sólo el rendimiento académico, sino también el desarrollo del carácter y la virtud en los estudiantes.
El modelo educativo actual, enfocado sobre todo en la búsqueda de la excelencia académica, ha descuidado el diseño e implementación de metodologías basadas en la evidencia que preparen a los niños y jóvenes para la vida, y no solo para pasar exámenes. Si bien uno de los objetivos primarios de la educación es la enseñanza de la ética y los valores, no existen programas con herramientas para ponerlos en práctica.
La ciencia de la psicología positiva ha demostrado que fortalezas como el optimismo, la resiliencia, la compasión, el perdón y la sabiduría, entre otras, pueden ser enseñadas y aprendidas con métodos científicos medibles. Y si existe una ciencia que nos permite formar el carácter, esta merece ser tomada muy en serio. Los jóvenes salen del colegio hoy en día sin saber cómo llevar vidas plenas, con significado y propósito, agregó Ortega Bechara.
De ahí la importancia de la educación positiva, un nuevo paradigma de la educación que corrige este tipo de deficiencias y que se basa en la nueva ciencia de la psicología positiva, psicología cognitiva, neurociencia y las mejores prácticas de aprendizaje.
Ofrece, además, herramientas concretas para formar el carácter y el desarrollo de los procesos cognitivos, emocionales y motivacionales en los niños y jóvenes, para que se conviertan en agentes de cambio que contribuyan positivamente al desarrollo de sus comunidades.
De acuerdo con la experta, se diferencia de otros enfoques que incluyen las habilidades socio emocionales y las competencias ciudadanas en que se basa en métodos que han sido desarrollados con la más alta rigurosidad científica, susceptibles de medición y valoración.