Tras la “década perdida” de los años ochenta, América Latina fincó sus esperanzas en Tratados de Libre Comercio (TLCs) que le permitieran elevar su comercio internacional y, como resultado de ello, acelerar su ingreso per cápita. Si bien el grueso de la región lleva más de una década de disfrute de dichos TLCs con el mundo desarrollado, infortunadamente dicha penetración del mercado internacional deja aún mucho que desear (con las notables excepciones de México y Chile).
En efecto, la relación (Exportaciones + Importaciones)/ PIB de América Latina bordea actualmente el 41% frente a cifras que superan el 80% en Asia. México es el único que se les acerca con valores del 78% en dicho índice de penetración del comercio internacional, mientras que Chile llega al 56%. Pero en los casos de Colombia esos valores son tan bajos como un 35% y en Brasil es solo del 24%, mostrando avances pobres de no más de +10pp respecto de los años ochenta (en ambos casos). En general, América Latina continúa muy rezagada frente a la dinámica comercial de Asia.
Este rezago comercial a nivel global se refleja en la lentitud con que crece el PIB real per cápita de América Latina, habiendo promediado tan solo un 1.6% anual durante 1967-2017. En cambio, China e India lo han venido haciendo a ritmos del 5.5% real anual y los “nuevos tigres” (Indonesia, Malasia y Tailandia) han logrado acercárseles a ritmos del 4% real anual. Colombia supera solo marginalmente la media de la región al registrar expansiones del 2.2% real anual. El problema es que, de continuar a este ritmo, nos estará tomando otros 32 años duplicar el ingreso per cápita que actualmente bordea los US$6.500 (sabiendo que somos 48 millones de habitantes), mientras que China lo ha venido duplicando cada década.
Este pobre desempeño regional en materia de comercio internacional y en crecimiento del PIB per cápita amerita, una vez más, insistir en la importancia de acelerar la dotación de infraestructura en Colombia. Sin ella será imposible generar las cadenas de valor exportador (clusters) o el multimodalismo en transporte que habría de permitirnos diversificar nuestra canasta exportadora (todavía anclada en un 70% en commodities minero-energéticos).
Como veremos, buena parte de nuestras limitaciones ha tenido que ver con la difícil topografía que enfrentamos, a pesar de estar ubicados en “la mejor esquina de América del Sur”. Hemos avanzado en la dotación de puertos competitivos en la Costa Atlántica, pero la Costa Pacífica muestra rezagos notorios (con problemas de acceso a puertos y requerimientos permanentes de dragado). Más aún, la conexión terrestre entre el centro del país y la Costa Atlántica (a 1.000 km de distancia) o la Costa Pacífica (500 km, pero pasando dos cordilleras con alturas de 2.500m) continúa representando grandes sobrecostos a la hora de pensar en exportar manufacturas desde el centro del país (región que genera niveles superiores al 50% del PIB).
Hipótesis que explican el rezago
Respecto al fracaso en el comercio internacional de Colombia, caben al menos tres hipótesis, tal vez complementarias: i) elevados impuestos corporativos; ii) inseguridad jurídica; y iii) el llamado “Costo Colombia”, referido a la pérdida de competitividad que implican los sobrecostos laborales, energéticos y de transporte.
Frente a la primera hipótesis, hemos venido argumentando que la totalidad de la carga tributaria sobre las grandes firmas ha venido cayendo del 60% hacia el 46% sobre las utilidades durante la última década, ubicándose cerca del promedio del 45% que se observa en la OCDE. Sobre el tema de inseguridad jurídica, existe consenso sobre su agravamiento durante la última década, afectando particularmente los sectores de energía-minería e infraestructura. Y, sobre el Costo Colombia, las mediciones más recientes nos indican que todavía continuamos rezagados frente a países pares como México o Chile.
Independientemente de las ponderaciones que gobernantes y empresarios les quieran asignar a los problemas antes señalados, la canasta exportadora del país continúa concentrada en commodities en un 70%. Además, dado el revés en los términos de intercambio del período 2014-2017, se ha producido una lenta modernización del aparato productivo, por cuenta de la contracción en importaciones de bienes de capital, la cual parecería estar repuntando en 2019.
Revisando las limitaciones de Colombia
Los observadores del exterior se preguntan cómo puede ocurrir esto en un país que tiene 1.800 km de costas sobre el Atlántico y otros 1.500 km de costas sobre el Pacífico. Más aún, Barranquilla está a 2:50 horas de vuelo de Miami. En general, Colombia se tipifica como “la mejor esquina de Suramérica”, lo cual ha dado para concluir (algo superficialmente) que el factor geográfico no ha sido obstáculo a la diversificación exportadora.
Y, efectivamente, se encuentran otros factores institucionales que han afectado nuestro desarrollo. Por ejemplo, se argumenta que la Rama Judicial es inoperante y legalista, siendo caracterizada recientemente como “kafkiana”. No es para nada claro si en Colombia las instituciones al final suman o restan a la hora de explicar nuestro mediocre desarrollo socioeconómico.
Volviendo al tema geográfico, también resulta válido argumentar que esos kilómetros de costas podrían llegar a sumar, pero que las abultadas cordilleras han ganado la partida y ellas nos mantienen como un “país-geográficamente-atrapado” (lo que se conoce como un land-lock-economy, tipo Bolivia).
El gráfico 3 ilustra cómo, efectivamente, cerca del 53% de nuestro PIB se genera en la zona centro del país, dificultando las exportaciones desde allí. También debemos explicar cómo es posible que, aun cerca de las zonas costeras, se tenga tan poco valor agregado como un 15% del PIB en la zona Atlántica y un 13% del PIB en la zona Pacífica.
Así, la conclusión es que Colombia representa una “economía encajonada”, donde el 53% de nuestra producción está a 1.000 km del puerto más cercano al norte y a unos 500km del puerto más cercano hacia el occidente (además teniendo que remontar dos veces 2.500m de altura en cordilleras). Sigue siendo cierto que Colombia es una especie de “Nepal en América del Sur”, donde los costos de los fletes duplican aquellos observados en Chile o Perú.
En síntesis, en el “encajonamiento comercial” de Colombia juegan muchos factores geográficos, culturales, institucionales, los cuales se reflejan en ese elevado Costo Colombia. Con frecuencia se concluye que es un problema de aranceles y de “actitudes rentistas”, pero bien valdría la pena volver a profundizar sobre nuestra problemática de infraestructura. Si el diagnóstico no está claro, las soluciones a la apertura comercial nos seguirán siendo esquivas, no importa si ya hemos completado siete años de TLC con Estados Unidos y otros seis con Europa.
Por Sergio Clavijo
Director de Anif (Tomado del Informe Semanal)