Por: ARMANDO J. PERNÍA
SI EN ALGÚN LUGAR DE LA TIERRA LA FRASE AQUELLA DE “ECONOMÍA NO TUMBA GOBIERNOS” HA DEMOSTRADO SER CERTERA, ES EN VENEZUELA. Ante la falta absoluta de cifras oficiales, consultoras privadas y analistas independientes se las ingenian –incluso, asumiendo gastos elevados en investigación de campo- para tener números con los cuales trabajar. Hoy, más que en cualquier otro momento, los agentes económicos que quedan, muchos al borde del precipicio, necesitan escenarios que les permitan orientarse en medio de una economía que no parece orientada por la razón; es decir, una razón mínimamente sensata. 2016 concluye con records en inflación, déficit fiscal, contracción del gasto público, disminución del consumo privado, tasa de devaluación de la moneda, caída del Producto Interno Bruto (PIB), pérdida del poder adquisitivo del salario, escasez de bienes, y destrucción de empleo.
Todas estas marcas negativas se registran gracias a tres factores difícilmente concurrentes: las bajas tanto de los precios internacionales como de la producción petrolera, junto con una estrategia económica que parece obviar deliberadamente la realidad y la más elemental racionalidad técnica, en función de consolidar un experimento social colectivista en el discurso, pero radicalmente estatista en los hechos.
El socialismo bolivariano, una derivación extrema de las políticas de predominio económico estatal que se asumieron en Venezuela desde incluso antes de 1958, ha conducido al país a una situación de precariedad generalizada, de cuyas dimensiones no se puede tener una idea clara, porque el Gobierno parece creer que la verdad es el verbo, de manera que lo que no se dice, no existe.
EL “CISNE NEGRO”
Los escenarios económicos posibles están determinados absolutamente por la evolución de la política, por lo que la pregunta, “¿Y cómo se ve la cosa en 2017?” hay que formulársela, primero, a los politólogos, políticos y demás entendidos en la materia.
Sin embargo, hay que decir que los escenarios abundan. Si se quiere una definición clara sobre el cuadro general, lo único que cabe establecer es que el juego parece “trancado” y sería un “cisne negro” –una circunstancia social y/o política repentina y extraña, imposible de prever con los datos a la mano, según la teoría del ensayista libanés Nassim Taleb- lo que podría desatar una salida que, por cierto, puede conducir a múltiples caminos, desde una difícil reinstauración de la república democrática, hasta una dictadura militar, pasando por la consolidación de la revolución.
LA PERSPECTIVA DEL GOBIERNO
El Ejecutivo liderado por Nicolás Maduro y su periferia política, desde que perdieron la mayoría en la Asamblea Nacional, asumieron la política como una guerra permanente, no solo para sobrevivir, sino para asegurar la irreversibilidad del “proceso”.
Para ello, el Gobierno cuenta con un claro respaldo militar –al menos de la cúpula, que es importante en una institución jerárquica-; control de los poderes Judicial, Electoral y Moral, que garantizan la legitimación de prácticamente cualquier cosa que el Ejecutivo quiera; una amplia red de control social, a través del “Estado Comunal”, que funciona, a pesar de la corrupción y las ineficiencias; milicias armadas a las que ha incorporado a la institucionalidad militar; y por supuesto el acceso y uso sin control efectivo de los recursos del Estado.
En el “debe”, el Gobierno arrastra una pérdida, para muchos –como el politólogo, Luis Salamanca- irreversible de apoyo popular; incapacidad institucional y técnica para gestionar; el carácter de “archipiélago” de influencias en que se convirtió el chavismo, tras la muerte del ex presidente Hugo Chávez; escasa capacidad financiera para apalancar su estrategia de control social y político, mediante subsidios masivos; y un cuadro internacional menos propicio, tanto en el frente regional como en el global.
En 2017, los expertos consultados esperan que el Gobierno se haga más autoritario e ideológicamente radical, y obstruya cualquier justa electoral a toda costa; sin embargo, hay dos movimientos que pueden ser determinantes: la posible ilegalización de partidos de oposición, a través de mecanismos formales de registro –la “tentación nicaragüense”- para evitar que puedan inscribir candidaturas, sobre todo si se ve forzado a permitir las elecciones regionales pendientes; y, por otro lado, una tentativa de revocar los mandatos de al menos 25 diputados de la AN, que fueron electos por escaso margen o no concitan un apoyo fuerte en sus regiones. Para ello, el Gobierno ya está recogiendo firmas, al amparo de la entrega del “Carnet de la Patria”, un nuevo registro para acceder a subsidios directos.
Las opiniones sobre si el Gobierno intentaría una disolución del Parlamento están divididas. Para el politólogo, Ricardo Ríos, presidente de la consultora Poder & Estrategia, es un escenario con baja probabilidad, pero para dirigentes, como María Corina Machado y Freddy Guevara, es un objetivo del chavismo, que se puede concretar con una combinación de movimientos electorales y judiciales.
La idea obvia para el oficialismo es reducir su costo de ir a elecciones, de ser inevitable, y, por el contario, aumentar los riesgos para la oposición. El escenario más común que muestran sondeos nacionales y locales es que el Gobierno se quedaría con un máximo de 5 Gobernaciones y perdería más de 50% de las Alcaldías que controla.
En ese escenario, el “milagro” de un aumento de los precios del petróleo es esperado con ansias; pero las perspectivas no son halagüeñas.
LA OPOSICION EN 3 Y 2
Casi toda la oposición coaligada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) quiere elecciones. Sin duda, es su mejor carta; no obstante, no todos están de acuerdo en qué elecciones pedir.
Unos se plantean forzar unos comicios generales, donde se cuente todo el mundo, comenzando por el presidente Maduro. Otros van por lo que, entienden, es seguro y plantean focalizarse en pedir las elecciones regionales y locales. Además de las elecciones, hay otra grave fuente de división en la oposición: el diálogo con el Gobierno.
Los politólogos Ricardo Ríos y John Magdaleno coinciden en que, aunque el proceso de conversaciones es necesario, puede ocurrir que la MUD se fracture gracias a esta iniciativa, promovida por el Papa, pero tutelada por ex presidentes más cercanos al Gobierno.
La MUD conserva respaldo popular y, de acuerdo con encuestas como las de Datanálisis y Venebarómetro, tiene clara ventaja en un escenario electoral; sin embargo, no tiene capacidad de presión y parte importante de su liderazgo está lastrado por la desconfianza.
¿La razón? La estrategia “Maduro vete ya” no ha funcionado y, lo que es peor, ha puesto en tela de juicio ante buena parte de su base social a un liderazgo que había sido objetivamente exitoso.
LO QUE SE ESPERA
De las consultas hechas por GERENTE, se pueden establecer los siguientes elementos para construir una imagen de la posible situación política del país, en este año:
-La conflictividad social y política se agudizará. Fuente de riesgo para el Gobierno y, también, para la Oposición si no es capaz de organizar y canalizar esas movilizaciones.
-Elecciones regionales en el segundo semestre o el cuarto trimestre, como fechas más probables; pero hay dirigentes en la MUD que apuestan por una posposición hasta 2018.
-Habrá tentativas de derrocar diputados de la mayoría en la AN.
-El Gobierno intensificará los controles económicos y relanzará su modelo comunal o, al menos, lo intentará.
-Escenarios como insurrección popular y rebelión institucional se observan, según Ricardo Ríos, por ejemplo, con media o baja probabilidad, a pesar que el deterioro económico y de las condiciones de vida de la población seguirá.
-Los analistas coinciden en que hay baja probabilidad de insurrección militar, un expediente, además, poco deseable.
-Las divisiones en la MUD pueden hacerse más concretas, pero habrá candidaturas unitarias, al menos en todas las Gobernaciones.