Publicado: junio 15, 2021, 3:57 pm
The Conversation
Ignacio J. Molina Pineda de las Infantas, Universidad de Granada
Conforme avanza el proceso de vacunación de la COVID-19, la pregunta se vuelve cada vez más acuciante: ¿cuánto nos va a durar la inmunidad? Obviamente, aún no disponemos de una respuesta basada en la evidencia, puesto que no ha pasado el tiempo suficiente desde el inicio de la enfermedad. Pero ya tenemos algunos hallazgos alentadores.
La memoria inmunológica
Cuando el sistema inmunitario entra en contacto con un antÃgeno por primera vez, los componentes de la respuesta especÃfica tardan algunos dÃas en activarse completamente. Además, esta respuesta primaria no alcanza toda la potencia de la que el sistema inmunitario podrÃa ser capaz, y por eso a veces sucumbimos a las infecciones.
No obstante, como resultado de este encuentro se generan células memoria, que tienen larga vida y que guardan la información sobre cómo destruir al antÃgeno. Si nos lo volvemos a encontrar, la respuesta secundaria será mucho más rápida, potente y eficaz gracias a la activación de esas células memoria. Por eso vacunamos, para generar células memoria que sean capaces de controlar a ese patógeno si se produjese la infección a través de un contagio.
¿Generan los coronavirus memoria?
Sabemos que sÃ, porque hay cuatro coronavirus que causan alrededor del 20% de los resfriados comunes, asà como otras dos enfermedades graves: el SARS (sÃndrome agudo respiratorio grave, aparecido en 2003) y el MERS (sÃndrome agudo respiratorio grave de Oriente Medio, aparecido en 2012).
La memoria frente a los coronavirus causantes del resfriado no es muy potente, y por eso nos enfermamos tan frecuentemente, además de que hay otros virus no relacionados que también lo producen. Y, en cuanto al SARS, sabemos que los anticuerpos en personas que pasaron la enfermedad disminuÃa rápidamente y apenas eran detectables dos años después, mientras que las células memoria productoras de anticuerpos (linfocitos B) desaparecieron antes de los 6 años, por lo que a partir de entonces habrÃa desprotección. Sin embargo, , estudios recientes han conseguido encontrar anticuerpos neutralizantes 17 años tras la infección. Por tanto, los temores de que la inmunidad frente al SARS-CoV-2 fuera también efÃmera estaban justificados.
Células plasmáticas de larga vida
Si nos hacemos una analÃtica, probablemente todavÃa tengamos anticuerpos frente a enfermedades tÃpicas de la infancia, como el sarampión o las paperas, aun cuando hayan transcurrido muchos años desde que sufrimos esa enfermedad y no hayamos vuelto a tener contacto con el antÃgeno. ¿Cómo es posible esto, si tenemos en cuenta que la activación de las células memoria requiere un nuevo encuentro con el patógeno? ¿Cómo pueden durar tanto los anticuerpos?
Pues porque, además de las células memoria, tenemos otro importante aliado para protegernos. Cuando el linfocito B se activa tras reconocer al antÃgeno, se convierte en una célula, llamada plasmática, que es la que realmente produce anticuerpos.
La mayorÃa de estas células mueren cuando acaba la infección, y son las llamadas células plasmáticas de corta vida. Pero en determinadas ocasiones se generan otras células muy peculiares que se encuentran en unos nichos especiales en la médula ósea, y que son las llamadas células plasmáticas de larga vida. A veces, de vida eterna.
Durante todo ese tiempo, estarÃan produciendo anticuerpos que neutralizarÃan una nueva infección, tal y como ocurre con la rubeola, la mononucleosis infecciosa, las paperas o el sarampión. Por eso no volvemos a sufrir estas enfermedades.
Células memoria y plasmáticas de larga vida en COVID-19
Aunque lógicamente todavÃa no sabemos cuánto va a durar exactamente la inmunidad frente al SARS-CoV-2, las perspectivas son ahora más halagüeñas que hace unos meses, gracias a un cúmulo de hallazgos.
En primer lugar, se comprobó que los anticuerpos anti SARS-CoV-2 permanecÃan en el suero de pacientes que habÃan sufrido la enfermedad durante al menos 8 meses, y que iban disminuyendo a una velocidad inferior a la inicialmente temida.
En segundo lugar, las células memoria productoras de anticuerpos se mantenÃan muy activas y en niveles muy altos a lo largo de esos 8 meses, por lo que podrÃa suponerse que conferirÃan protección durante algunos años. Estudios muy recientes han elevado esta protección hasta, al menos, 12 meses con una aparente selección hacia aquellas células memoria más eficaces. Y lo que es más importante: esta protección aumentaba notablemente en individuos que habÃan pasado la enfermedad y que posteriormente habÃan recibido una dosis de vacuna. Otra razón más para vacunarnos.
En tercer lugar, en aquellos sujetos que, por haber pasado una enfermedad leve, no se encontraban estas células B memoria, sà que presentaban una muy robusta respuesta a cargo de las células T memoria, responsables de la inmunidad celular. Es decir, no todo son los anticuerpos.
En cuarto lugar, la respuesta a las vacunas induce una potente formación de células plasmáticas en los llamados centros germinales, un requisito fundamental para que se produzcan estas células B memoria. Hasta ahora, todas buenas noticias.
Pero hay más. Los investigadores se sorprendieron de que el descenso en la concentración de anticuerpos tras sufrir la enfermedad tenÃa dos fases: una primera, en la que decaÃan rápidamente, y otra a partir de la cual se mantenÃan estables. Este patrón sugerÃa que las células plasmáticas de larga vida podrÃan ser responsables de mantener estos anticuerpos.
La hipótesis se demostró correcta, puesto que fue posible aislar y purificar estas células plasmáticas de larga vida, que habÃan encontrado su nicho en la médula ósea, 11 meses tras sufrir la enfermedad. Una noticia estupenda. Y lo es porque nos indica que, además de tener una vigorosa respuesta a largo plazo de células memoria T y B, también vamos a contar con células plasmáticas que estarán produciendo anticuerpos frente al virus durante, probablemente, muchos años.
Nubarrones en el horizonte: las nuevas variantes
¿Significa esto que no tendremos que vacunarnos nunca más? Probablemente no, aunque solo el paso del tiempo lo dirá. Es muy posible que haya que administrar dosis de recuerdo para reforzar la inmunidad en algún momento, si se observase que esta declina. Y claro, toda esta inmunidad es la generada frente al virus original, que es el contenido en las vacunas que estamos administrando.
No podemos excluir que surjan nuevas variantes, lo suficientemente diferentes de la original, como para que consigan escapar a nuestras células memoria, que solo recuerdan lo que ya han visto. Y, en este caso, habrá que administrar vacunas dirigidas frente a estas nuevas variantes.
Por eso, y a pesar del clima actual de mayor optimismo de la comunidad cientÃfica, no podemos bajar la guardia. Vamos a convivir durante muchos años con el virus, por lo que tendremos que vigilarlo estrechamente. No se puede repetir la historia.
Ignacio J. Molina Pineda de las Infantas, Catedrático de InmunologÃa, Centro de Investigación Biomédica, Universidad de Granada
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