Si bien el teletrabajo ha sido promovido en los últimos 10 años y las empresas que lo han adoptado se jactan de ofrecerles una mejor calidad de vida a sus colaboradores, el escenario que plantea el Covid donde este sistema no es una opción sino una obligación, deja un montón de interrogantes sobre el futuro de las oficinas.
Por un lado, trabajar en casa resuelve el problema del desplazamiento y de las eternas horas perdidas en el tráfico en las grandes ciudades del mundo. Pero por otro lado hace que las personas trabajen más. Nadie siente que se aliviana el trabajo, por el contrario se vuelve una tarea de nunca acabar.
Y más allá de la anécdota cotidiana que todos comparten acerca de no descansar desde que trabajan en casa, existen temores acerca del futuro del empleo.
¿Seguiré siendo indispensable ahora que mi jefe no me ve? ¿Qué posibilidades de ascensos tendré si las jerarquías no se detectan trabajando desde casa? ¿Cómo pido un aumento si estoy en casa ahorrando dinero de transporte, vestuario y alimentación? ¿Cómo marco territorio y autoridad frente a mis subalternos clientes y proveedores si no tengo la oficina más grande y puesto privilegio en la sala de juntas que indique estatus?
Estas son algunas preguntas que surgen en un modelo obligado de teletrabajo que como dicen las autoridades en todo el mundo: «llegó para quedarse», ya no es algo temporal como se veía hace seis meses.
Reed Hastings, el CEO de Netflix, dice que existe el riesgo de que el sentido de pertenencia de una empresa, el trabajo en equipo, el espíritu de creatividad y las jerarquías desaparezcan por la eliminación de las oficinas.
Esto además afectaría directamente la razón de ser de las universidades que frente a la amenaza de internet, basan su estrategia de oferta de valor en ofrecer formación en esas habilidades blandas: sentido de pertenencia, trabajo en equipo, empatía, competitividad, creatividad y socialización, que desaparecen tanto en un entorno educativo virtual como en un entorno laboral virtual.
La oficina se convertirá entonces en un centro de operaciones, en un punto de conexiones transitorio como un aeropuerto, y no en el segundo hogar de los trabajadores.
El distanciamiento
El Covid obliga al distanciamiento social y es justo lo opuesto a lo que propone una oficina donde se va justamente a socializar, a debatir ideas, a tomar café con los compañeros, a presumir la ropa, el corte de cabello y el carro, a coquetear en la hora del almuerzo mientras se calienta la comida en el microondas…
Hoy todo eso resulta anacrónico, antihigiénico y peligroso. El microondas manoseado por todos los empleados donde entran y salen contenedores de comida provenientes de diversos lugares que además han estado al menos unas seis horas almacenados a altas temperaturas y para colmo de males han viajado en transporte público.
Solo pensar en eso justifica quedarse en casa y tener resuelta al menos la seguridad de comer sin riesgos para seguir trabajando.
Las leyes laborales y los reglamentos corporativos no están diseñadas para trabajar en casa sino para un espacio común como una oficina. Aquí se incluye cumplir un horario, mantener organizado el escritorio, portar el carné, mantener un código de vestuario, tener una hora de almuerzo, asistir a reuniones, respetar espacios, entre otras medidas difíciles de medir a distancia.
Por supuesto ya se habla en Colombia y en el mundo de reformas estructurales en los códigos de trabajo que incluyan la lógica del teletrabajo.
Hoy es claro lo que es un accidente laboral y existen protocolos para proveer seguridad a los trabajadores dentro de la empresa,, en caso de incendio o terremoto, entendiendo empresa, como un lugar físico. Pero esto se desdibuja con los empleados en casa.
Incluso la labor del departamento de recursos humanos se reduce a su mínima categoría, pues vigilar el bienestar del empleado y las relaciones interpersonales a distancia es virtualmente imposible.
El teletrabajo que propone el Covid tiene una variante que no tenía antes de marzo de este año: el distanciamiento social, y eso lo cambia todo.
Una cosa es simplemente trabajar desde casa con la posibilidad de recibir clientes o hacer reuniones presenciales eventuales allí, o la presencia de un supervisor o el personal de recursos humanos, y otra cosa es mantener distanciamiento social donde nada de esto debería ocurrir y debe ser remplazado por reuniones virtuales.
Tecnología versus bienes raíces
Desde hace 10 años es factible tener trabajo remoto y eliminar horas de oficina pues existe la banda ancha móvil, WiFi, Skype, teléfonos inteligentes, videollamadas, redes sociales, Youtube, Google Drive, Office 365 entre otras herramientas.
Sin embargo las empresas siguen invirtiendo en bienes raíces y arrendamiento de oficinas en espacios cada vez más cómodos para sus empleados y paradójicamente destinando parte de los recursos y de los espacios a áreas sociales, de entretenimiento, descanso, comida y reuniones para que los empleados pudieran compartir y sentirse a gusto. Justo lo que hoy está prohibido.
En Estados Unidos donde hay una mayor penetración de la tecnología digital, solo 3% de los ciudadanos hacía teletrabajo antes del Covid. Hoy las firmas tecnológicas ya han declarado la casa como la nueva oficina permanente, dando ejemplo a las demás industrias.
Las plataformas que facilitan el trabajo virtual como Zoom, Meet o Teams ya superan los 300 millones de usuarios.
Ya no es necesario ir a un banco para hacer un trámite ni a un cajero para sacar plata.
Lo analistas en Estados Unidos esperan una reducción de 10% en el alquiler de oficinas aunque a largo plazo se incrementará teniendo en cuenta que típicamente los contratos duran cinco años.
Oficina como hub de conexiones
Para saber qué ocurrirá en un escenario donde el pánico pase y todos estemos vacunados, es buen ver qué está pasando en los países donde el virus está controlado.
En Alemania, 74% de los trabajadores va a la oficina pero solo la mitad va los cinco días a la semana, de acuerdo con una encuesta de Morgan Stanley. En Reino Unido, 40% de los trabajadores regresaron a su oficinas.
La oficina pasó de ser un sitio obligado a un espacio opcional y ocasional.
Y la norma varía de acuerdo con el tamaño de la ciudad. En las zonas donde es fácil movilizarse y las oficinas están a cortas distancias de los hogares, la frecuencia es mayor mientras en las grandes ciudades donde aumenta la necesidad del transporte público, la asistencia disminuye.
Y se ha demostrado que el uso de transporte público y la mayor movilidad de personas hace que el virus a su vez se mueva más fácil. Así aparecieron rebrotes en España e Italia.
En Latinoamérica el virus ha crecido más rápido por la misma razón: la movilidad de las personas que se ven obligadas a salir a trabajar pues no tienen ingresos quedándose en casa.
Desplazamientos
Hay personas que detestan ir a la oficina pues no se sienten cómodos con sus compañeros, se sienten discriminados o tienen diferencias profesionales con los colegas.
Otros tienen la dificultad de la crianza de sus hijos y preferirían no ir a la oficina para poder cuidarlos y trabajar en casa.
Para ellos es una buena noticia no tener que desplazarse.
No asistir a la oficina, no solo afectará al negocio de las bienes raíces o de quienes han invertido en modernas y amplias oficinas para alquilarlas.
También se eliminará la necesidad de tener cafés en cada esquina que son el lugar de escape típico por los oficinistas antes, durante y después de la jornada.
En Estados Unidos en trabajador promedio gasta cuatro horas semanales desplazándose al trabajo mientras en Colombia hay gente que gasta el mismo tiempo cada día.
Se afectarán entonces, también los ingresos públicos si se reducen los viajes en transporte público.
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