Estamos en pleno estallido de lo que ha dado en llamarse la ‘era’ de inteligencia artificial. Un momento en el que cada gigante tecnológico que se precie compite con todos los demás por el próximo gran ‘efecto wow’. Ahí tenemos, por citar solo algunos, la … loca carrera de Google, con su Gemini, Microsoft con su Copilot u Open AI, la que empezó todo esto, con su ChatGPT. No resulta exagerado decir que no pasa día sin que alguno de ellos aparezca en los medios con una nueva función inteligente casi milagrosa.
Sin embargo, no todos los grandes están jugando al mismo juego, y uno de los casos más claros es el de Apple, que ha optado por un camino que, a primera vista, podría parecer más discreto, incluso rezagado con respecto a los demás. Sin embargo, un análisis más profundo revela una estrategia coherente y profundamente arraigada en los principios que han definido a la compañía de Cupertino durante décadas: la privacidad del usuario, la integración perfecta en sus sistemas operativos y la utilidad práctica por encima del mero espectáculo. No se trata, pues, de un retraso, sino más bien de una estrategia totalmente diferente.
Pero veamos. Mientras que empresas como Google, Microsoft o Meta han apostado por la exuberancia de los grandes modelos de lenguaje (LLMs) basados en la nube, con demostraciones públicas de capacidades generativas realmente sorprendentes, Apple ha preferido integrar la inteligencia artificial de forma casi invisible en el tejido de su ecosistema. Y es que su visión no busca que el usuario interactúe con una IA como una entidad separada, sino que experimente, casi sin darse cuenta, una mejora fluida y natural en las funciones diarias de sus dispositivos.
La estrategia de Apple pivota sobre dos pilares fundamentales: el procesamiento de datos directamente en el dispositivo y la Computación Privada en la Nube (PCC). Para tareas cotidianas como la predicción de texto, la edición de fotos o el resumen de mensajes y correos, Apple Intelligence opera de forma local en el iPhone, iPad o Mac, aprovechando la potencia de sus propios chips (como el A18 en los modelos más recientes). Esto garantiza que la información sensible nunca abandonará el hardware que estemos utilizando, reduciendo las posibilidades de ataque para los ciberdelincuentes y otorgando al usuario un control sin precedentes sobre sus propios datos. Una promesa de privacidad que resuena con fuerza en una era de crecientes preocupaciones sobre la seguridad de la información.
Sin embargo, cuando las tareas requieren una capacidad computacional superior, Apple recurre a su Private Cloud Compute. Pero a diferencia de los modelos de nube tradicionales, el PCC de Apple está diseñado para ser efímero y auditable. Los datos, en efecto, se utilizan únicamente para procesar la solicitud y se eliminan inmediatamente después; ni siquiera la propia Apple conserva una copia. Además, la compañía ha dado un paso extraordinario al permitir que expertos independientes en privacidad y seguridad inspeccionen el código que se ejecuta en sus servidores, lo que subraya su compromiso con la transparencia y la verificación. Esta arquitectura híbrida, priorizando siempre la privacidad, es quizá una de las mayores diferencias con sus competidores.
Google, Microsoft y Meta, tres estrategias distintas
Las formas de abordar la IA por parte de las principales compañías han sido, hasta ahora, diferentes. Google, por ejemplo, conocida por su liderazgo en investigación de IA y sus modelos a gran escala como Gemini, ha integrado profundamente la inteligencia artificial en su motor de búsqueda, así como en un vasto abanico de servicios en la nube. Su enfoque, claramente ‘cloud-first’, busca por tanto una IA omnipresente y capaz de ofrecer respuestas complejas y generativas a través de la web. Sin embargo, a menudo esto implica un mayor intercambio de datos con los servidores de Google, lo que puede generar reticencias en los usuarios más preocupados por la privacidad.
Microsoft, por su parte, con su significativa inversión en OpenAI y la integración de Copilot en su suite de productividad Office, se ha centrado en potenciar la eficiencia empresarial y la creatividad a través de la IA generativa. Pero su estrategia también se apoya fuertemente en la infraestructura en la nube de Azure, ofreciendo soluciones realmente eficaces y poderosas, pero que siguen dependiendo de la transmisión y procesamiento de datos en servidores externos.
Y Meta, la compañía de Mark Zuckerberg, impulsada por sus ambiciones en el metaverso y sus plataformas de redes sociales, ha puesto un gran énfasis en la IA para la moderación de contenido, la personalización de la experiencia de usuario y el desarrollo de modelos de lenguaje de código abierto como LLaMA. Si bien su foco está en la escala y la apertura para la investigación, también implica una vasta recolección y análisis de datos de usuario para refinar sus algoritmos.
En contraste con lo anterior, la propuesta de Apple no persigue el impacto momentáneo de un chatbot conversacional que simule la cognición humana, sino la mejora incremental y sustantiva de la experiencia de usuario. Las nuevas herramientas de escritura de Apple Intelligence, por ejemplo, capaces de reescribir, resumir y corregir texto en diversas aplicaciones (Notas, Mail, Pages), o la función Smart Reply en Mail que sugiere respuestas contextualmente relevantes, son ejemplos de esta integración funcional. La generación de imágenes y Genmoji en Image Playground, si bien no rivaliza con la sofisticación fotorealista de Midjourney o DALL-E, ofrece una vía creativa divertida y, también, anclada en la privacidad del dispositivo. Siri, por su parte, a menudo criticada en el pasado, está evolucionando, aunque lentamente, para ser más inteligente y personal gracias al procesamiento en el propio dispositivo, respondiendo a solicitudes con mayor contexto y manteniendo la privacidad de las conversaciones. ¿Es esta una estrategia mejor o peor de la que siguen otras compañías? En absoluto. Es, sencillamente, diferente.
¿Retraso o diferenciación?
Las críticas a la recientemente presentada IA de Apple no se han hecho esperar. Algunos analistas y usuarios la han tachado de ‘atrasada’ en comparación con la audacia de sus competidores. Un reciente estudio de Apple (que generó su propia controversia) sobre las limitaciones de los grandes modelos de razonamiento de otras compañías, señalando su dependencia del ‘reconocimiento de patrones’ y su ‘colapso de precisión’ ante problemas complejos, fue recibido con escepticismo, incluso con acusaciones de pruebas sesgadas por parte de la propia Apple.
A lo cual se suma la percepción de que Apple no ha entregado aún algunas de las ‘grandes’ características de IA prometidas, como una mejora radical de Siri, lo cual ha dañado la confianza en algunos sectores. Algunos usuarios en foros especializados, de hecho, han expresado sin tapujos su decepción con la ‘inteligencia’ de la compañía de Cupertino, señalando que las nuevas características no son en absoluto revolucionarias y que la empresa de la manzana ha ‘pinchado’, especialmente en su departamento de software.
Argumentos que son perfectamente válidos en su contexto, pero que a menudo pasan por alto la esencia de la estrategia IA de Apple cuyo modelo, que no busca el ‘efecto wow’ a expensas de la privacidad o la usabilidad, es intrínsecamente diferente al de los demás. Así, y en lugar de desarrollar un ‘cerebro’ central de IA para todo, Apple está construyendo una red de ‘nervios’ inteligentes que se extienden por todo su ecosistema, potenciando las aplicaciones individuales y mejorando la interacción diaria del usuario de manera sutil pero efectiva. Algo que potencia enormemente la ya legendaria eficacia de sus distintos sistemas operativos.
La prioridad de la privacidad, además, al mantener el procesamiento de datos en el dispositivo o mediante el PCC auditable, no supone una limitación, sino una característica distintiva e, incluso, un argumento de venta poderoso. En un mundo donde la brecha de confianza en torno a la IA es cada vez mayor, Apple ha apostado por ser un ‘refugio seguro’. Su intención, de hecho, no es ser la primera en mostrar un modelo generativo hiperrealista o un chatbot que escriba una novela; su éxito se medirá en la medida en que la IA haga que la vida de sus usuarios sea más fácil, segura y eficiente sin que estos siquiera noten que una IA está trabajando tras la escena.
No se trata, por lo tanto, de una simple carrera por la inteligencia artificial más potente o llamativa, sino por la IA más humana y contextual. Una ‘carrera de fondo’ que, a pesar de las críticas por su aparente lentitud o falta de ‘espectáculo’, podría ser a largo plazo una de las apuestas más inteligentes y sostenibles en el complejo panorama de la Inteligencia Artificial. La madurez y el refinamiento de la integración, sumados a la férrea defensa de la privacidad, podrían, de hecho, ser el núcleo de la verdadera ‘revolución silenciosa’ de Apple en el ámbito de la IA.