Tradicionalmente, una llamada entre el presidente de Estados Unidos y un homólogo como Vladímir Putin de Rusia se realizaría desde la «Situation Room», la sala de crisis en los sótanos de la Casa Blanca. Allí, decenas de asesores de seguridad nacional, inteligencia y diplomacia escucharían … la conversación, tomarían notas, harían recomendaciones en tiempo real y mantendrían registros detallados.
Pero Donald Trump nunca ha sido un seguidor de los protocolos. Es conocido por tomar e iniciar llamadas con líderes mundiales sin previo aviso y desde su residencia privada, en los pisos superiores del edificio principal de la Casa Blanca, donde pasa la mayor parte de su tiempo fuera del horario laboral.
Fue precisamente una llamada telefónica la que llevó a Trump a cambiar su enfoque en este tipo de contactos. Su conversación con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski el 25 de julio de 2019 se convirtió en el epicentro de su primer juicio político (impeachment). Durante esa charla, Trump pidió a Zelenski que investigara a Hunter Biden, el hijo de su entonces rival político, por presuntas irregularidades en sus negocios en Ucrania.
Varios funcionarios que escucharon la conversación quedaron alarmados y alertaron a sus superiores, a la comunidad de inteligencia y al Congreso. Lo que siguió fue un proceso de impeachment en la Cámara de Representantes, aunque Trump fue absuelto por el Senado.
Desde aquel episodio, Trump ha procurado reducir al mínimo el número de funcionarios presentes en sus llamadas con líderes extranjeros. Prefiere realizarlas sin testigos o con el menor número posible de asesores en la línea.
Por ejemplo, en su última llamada con Putin el 12 de febrero, Trump no la anunció públicamente y solo incluyó a su asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, pero de una manera poco convencional: puso a Putin en altavoz, sin más formalidades.
Las administraciones anteriores solían documentar minuciosamente estas conversaciones. Se elaboraban informes detallados que eran compartidos con las agencias de inteligencia y diplomacia, y posteriormente se difundía un resumen oficial a la prensa.
Trump, en cambio, ha dejado de publicar resúmenes oficiales sobre sus llamadas con Putin. La única referencia a su última conversación con el presidente ruso fue un breve mensaje en sus redes sociales, donde aseguró que la charla había sido «cordial». Duró una hora, tras la cual llamó a Zelenski para informarle de que Estados Unidos negociaría directamente con Rusia sin contar con Ucrania.
El uso de teléfonos personales
Otro factor que ha generado inquietud entre los servicios de inteligencia es la insistencia de Trump en usar teléfonos privados. Tradicionalmente, el presidente de Estados Unidos solo debe comunicarse por líneas seguras incluso en llamadas personales. Sin embargo, Trump ha desafiado constantemente estas reglas.
Durante su primer mandato, el Servicio Secreto y su jefe de gabinete tenían dificultades para controlar los teléfonos que usaba. En múltiples ocasiones, Trump se hacía con dispositivos personales que adquirían secretarios y asistentes, y los utilizaba para hablar con amigos, empresarios, asesores, periodistas e incluso jefes de Estado.
Según el periodista Bob Woodward, en los cuatro años en los que Trump estuvo fuera de la Casa Blanca, utilizó su línea privada para hablar con Putin al menos ocho veces. Trump ha dado versiones contradictorias sobre estos contactos, afirmando en una ocasión que no había hablado con Putin y sugiriendo en otra que sí lo hizo.
No es un ‘teléfono rojo’
A pesar de la imagen popularizada por el cine y la televisión, Trump no se comunica con Putin a través del llamado «teléfono rojo».
El ‘teléfono rojo’ es el nombre popular que se le ha dado a la línea de comunicación directa entre Washington y Moscú. Sin embargo, no es un teléfono físico ni un aparato rojo, como se ha mostrado en películas, sino un sistema de mensajería segura que ha evolucionado con el tiempo.
Establecida en 1963, tras la crisis de los misiles en Cuba, su objetivo era evitar malentendidos entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética en situaciones de alta tensión. Inicialmente, funcionaba con equipos de teletipo que permitían el intercambio de mensajes escritos. En 1986, se modernizó con la incorporación de máquinas de fax, y en 2008 evolucionó nuevamente a un sistema de mensajería segura por correo electrónico.
Además, esta línea no conecta directamente la Casa Blanca con el Kremlin, sino el Pentágono con el Ministerio de Defensa de Rusia. Su uso está reservado para comunicaciones estratégicas en crisis militares, no para contactos políticos o diplomáticos regulares entre líderes.
Por lo tanto, Trump y Putin no usan el ‘teléfono rojo’ para sus conversaciones. En su lugar, sus llamadas se organizan a través del Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, o tienen lugar en reuniones presenciales. Sin embargo, la falta de transparencia en estas interacciones sigue generando preocupaciones dentro y fuera de Estados Unidos.