«Estoy bien. Vivo, de momento, ‘Alhamdulillah’ (gracias a Dios en árabe)». Ali, un vecino de Jableh, ciudad de la provincia siria de Latakia, respira tranquilo después de haber vuelto a vivir lo que creía que nunca más iba a presenciar: una masacre contra los … suyos, sólo por la religión que profesan.
Ali, padre de dos niños de 8 y 12 años, fue testigo directo de la carnicería que hombres armados protagonizaron la semana pasada en las regiones costeras de Latakia y Tartús. «Cuando regresaba a mi casa en Jableh me dispararon. Justo en la entrada de la ciudad se produjo un tiroteo entre miembros del Ejército y las fuerzas policiales, por un lado, y un grupo que atacó la ciudad, por otro. Conseguí llegar a casa, no sé como. Ahí hemos estado escondidos todo el fin de semana».
La violencia que vivió Siria el fin de semana fue una de las más sangrientas que se recuerdan. Sin duda, ha sido el episodio más agresivo que ha vivido el país desde la caída de la dictadura de Bashar al Assad el pasado mes de diciembre, cuando triunfó la revolución de HTS y Al Assad huyó a Moscú. No hay cifras oficiales, pero el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una organización con sede en el Reino Unido que monitorea la violencia en el país, habla de alrededor de 1.000 civiles muertos.
«Esto es la guerra. La situación es más tranquila que los días anteriores, pero desde el 6 de marzo hemos estado en una zona de guerra. No hay agua, no hay electricidad y la ciudad ha estado sitiada, por lo que no podíamos salir», explica Ali a través de una llamada telefónica.
Este periodista sirio ha perdido a muchos amigos. Durante la llamada los enumera entre sollozos: Bishr, dentista; Ayman, ingeniero; Majd, pintor; Hmaza, empresario… Aún habla de ellos en presente. Sin embargo, fueron víctimas de la matanza de la semana pasada.
«Los que vienen a atacarnos por ser alauíes solo quieren venganza, pero nosotros fuimos los primeros en alegrarnos de la caída de Al Assad», comenta Ahmed (no es su nombre real, pero por miedo a represalias quiere permanecer en el anonimato). «Había una gran esperanza en que todo el mundo iba a tener sus derechos», dice este traductor a través de mensajes de Whatsapp. «Pero hoy en día, la persona que es alauí, da igual lo que haya hecho en el pasado, está expuesta a la muerte».
De momento, se cree que al menos 6.000 sirios han cruzado al Líbano en los últimos días.
Ahemed al Sharaa, líder ‘de facto’ del país y quien dirigió la revolución el pasado mes de noviembre, ha repetido en decenas de ocasiones que Siria es un país «donde todas las minorías tiene cabida». Sin embargo, estas proclamas han caído en saco roto y, después de tres meses de una cierta calma, el primer episodio violento ha hecho temblar los cimientos de un país en reconstrucción.
Refugiados alauitas sirios huyen al Líbano
EFE
Sin confianza en el Gobierno
¿Confía en Al Sharaa? «Ahora mismo, no. Este es un Gobierno de transición. Lo que hace falta son unas elecciones libres supervisadas por la comunidad internacional», responde Ahmed.
Hay cierta confusión sobre cómo empezó todo el pasado jueves y quiénes estaban involucrados en las matanzas.
Khaled, vecino de Latakia y analista de seguridad, explica que se anunció el jueves «de manera repentina la formación de un Consejo Militar para la Liberación de Siria, dirigido por Ghiath Dalla, antiguo oficial del régimen de Al Assad». Este consejo, según el analista, buscaba «liberar todo el territorio sirio y derrocar al régimen actual». Una revuelta contra la nueva Administración. De ahí la intervención del nuevo Ejército en la zona, donde, según los testigos, había islamistas suníes de línea dura, incluidos combatientes yihadistas extranjeros. «Es casi imposible obtener información confiable sobre los perpetradores, pero la evidencia apunta a asesinatos de civiles principalmente por parte de unidades del Ejército Nacional Sirio, pequeñas facciones de combatientes extranjeros y por pistoleros de Al Assad», explica el experto en Siria, Charles Lister.
Ali sí sabe quiénes fueron los que asaltaron su barrio: «Después de que comenzaran los ataques, se declaró la yihad para matar a los alauíes. Se escuchaba en las mezquitas. Vienen a por nosotros. Conozco a varios de ellos, les vi la cara».