China ha dado por concluida esta tarde sus Dos Sesiones, la reunión anual del aparato legislativo del régimen y, como tal, la cita más importante de su calendario político. Discursos y documentos dejan ahora paso a la lectura de hojas de té entre la habitual … jerigonza del comunismo «con características chinas», en busca de detalles concretos sobre los impenetrables designios del gigante asiático.
El dato predominante de este cónclave atañe como siempre al objetivo de crecimiento de la economía. La sesión inaugural decretó «alrededor de un 5%» por tercer año consecutivo, una cifra modesta ante la serie histórica pero ambiciosa dada la aguda ralentización estructural. Junto al incremento del déficit fiscal anual al 4% del PIB, esta meta augura estímulos más intensos en meses venideros.
La línea continuista concierne también al segundo guarismo más relevante: el presupuesto militar. Este repunta un 7,2% también por tercer año consecutivo, invariabilidad que constituye en sí misma un mensaje. A pesar de los apuros socioeconómicos, la seguridad no pierde importancia entre las prioridades gubernamentales, sino todo lo contrario.
El presidente Xi Jinping lo hizo explícito durante su reunión el pasado viernes con la delegación del Ejército Popular de Liberación y la Fuerza de Policía Armada del Pueblo ante la Asamblea Nacional Popular. El líder chino enfatizó «la importancia de aprovechar la oportunidad que presenta el rápido avance del país en nuevas fuerzas productivas para innovar en la capacidad de combate», según han recogido los medios oficiales.
Una y otra cuestión están condicionadas por un factor clave: la relación con Estados Unidos. Los rumores sobre un posible encuentro entre Xi Jinping y Donald Trump ondulan desde hace semanas, y su intensificación en los últimos días sugiere movimientos bajo la superficie. Medios internacionales han informado de negociaciones diplomáticas ya en marcha: el diario estadounidense ‘The Wall Street Journal’ apunta a junio, el hongkonés ‘South China Morning Post’ incluso a abril. Trump ha expresado su interés en visitar China, como ya hiciera durante su primer mandato. Tras el primer intercambio de aranceles a principios de febrero, su consejero Peter Navarro anunció una llamada telefónica que nunca llegó a producirse.
Dadas las convulsas circunstancias tanto de la relación bilateral como del contexto global, solo una conversación entre ambos mandatarios podría suponer un punto de giro inmediato. Como prueba, las declaraciones vertidas la semana pasada por el portavoz del Ministerio de Exteriores, Lin Jian, pronunciadas con prosodia pretendidamente amenazante y amplificadas después por la embajada de China en Washington: «Si EE.UU. quiere guerra, ya sea una guerra arancelaria, una guerra comercial o cualquier otro tipo de guerra, estamos preparados para luchar hasta el final».
Privado, perdonado
Otras metas propuestas para este año consisten en mantener la tasa de desempleo urbano «alrededor del 5,5%» mediante la creación de 12 millones de puestos de trabajo, aproximadamente el mismo número de graduados universitarios que irrumpirán en un mercado laboral poco prometedor. Uno de cada cinco menores de veinticinco años busca y no encuentra ocupación, panorama que erosiona el núcleo del contrato social chino, el cual intercambia libertad por prosperidad.
Esta ambiciosa creación de empleo dependerá en gran medida del sector privado, que ha experimentado en las últimas semanas un cambio de actitud radical para bien. Bajo el giro autoritario de Xi en los últimos años, el régimen había incrementado el de por sí férreo control del Partido Comunista y virado hacia lo público.
«Una de las cosas que más destacó del discurso del primer ministro (Li Qiang) fue el énfasis en promover la iniciativa privada», comenta Albert Hu, profesor de Economía de la escuela de negocios CEIBS. «Las empresas privadas son la columna vertebral de la economía china. Son líderes en algunas de las industrias de alta tecnología del país y responsables de generar la mayoría de nuevos empleos. En un momento en el que el desempleo sigue afectando a la economía, restaurar la confianza de los empresarios ofrece otra forma de fortalecer la demanda efectiva».
La Asamblea Nacional Popular, Parlamento orgánico del régimen chino, cierra su sesión anual en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín (Imagen superior). En la segunda imagen, algunas de los diputadas ataviados con los trajes tradicionales de sus minorías étnicas. Tercera imagen: el presidente Xi Jinping aplaude al término del cónclave
AFP y REUTERS
En ese sentido, representó gesto inequívoco la reunión que a mediados de febrero congregó a los principales empresarios tecnológicos del país ante Xi Jinping, la primera en siete años. «Es el momento adecuado para que las empresas privadas y los emprendedores demuestren su talento y realicen contribuciones significativas», instruyó el mandatario. Entre la atenta audiencia estaban nuevas estrellas, como Liang Wenfeng de DeepSeek, y clásicos como Ren Zhengfei de Huawei, Pony Ma Huateng de Tencent, Lei Jun de Xiaomi, Wang Chuanfu de BYD y, aquí la corroboración definitiva, Jack Ma de Alibaba. Este permanecía en el ostracismo desde que fuera castigado por criticar a las autoridades antes de la ambiciosa salida a Bolsa del Grupo Ant, cancelada en el último momento. Su apretón de manos con Xi simbolizaba el fin de su ordalía, así como un nuevo ímpetu para el sector privado.
«El simposio sobre empresas privadas es una señal clara de que se busca crear un entorno más favorable para los negocios y restaurar la confianza, especialmente después de las presiones ejercidas sobre corporaciones que habían sido problemáticas. El mensaje es tanto para las empresas como para los reguladores: este cambio es importante y necesario», explica Neil Thomas, investigador del Asia Society Policy Institute. «Lo crucial no es ensalzar al sector privado, sino que Xi Jinping reconoce que lo necesita para avanzar en sus prioridades estratégicas, especialmente en la autosuficiencia tecnológica, donde las empresas privadas desempeñan un papel clave».
«Hasta ahora, casi toda la inversión ha sido impulsada por el Estado. El impacto de DeepSeek podría suponer un punto de inflexión», añade. «Sin embargo, muchos escépticos recuerdan que en el pasado las palabras no siempre se han traducido en hechos. La verdadera cuestión es si el entorno empresarial está mejorando realmente en la práctica. A menos que veamos cambios concretos sobre el terreno, no habrá una transformación significativa».
Del dicho al hecho, pues, media en China una distancia inescrutable. El último interrogante ha surgido este martes ante la ausencia en la ceremonia de clausura de la Asamblea Nacional Popular de Zhao Leji, su presidente y como tal número tres en la jerarquía del Partido Comunista. Su incomparecencia, achacada de momento a una «infección del tracto respiratorio», simboliza también el misterio inagotable de la gobernanza china.