En el plan de expansión de referencia, generación y transmisión 2014-2028 la UPME contempla varios escenarios de penetración a partir del potencial identificado en el país. En el escenario más conservador supone la incorporación de 474 MW de energía eólica en la matriz de generación proveniente de la Guajira. Con esta adición la energía eólica tendría una participación del 2% en la capacidad instalada del Sistema Interconectado Nacional.
En el escenario más factible se considera que las fuentes no convencionales de energía pueden representar un 6% de la canasta de energía eléctrica, lo que correspondería a una capacidad instalada de 1.207 MW en 2028. Sumado a los 474 MW de energía eólica del escenario pesimista, se considera posible la instalación de 143 MW de energía solar, 275 de geotermia y 314 MW de cogeneración con biomasa. Según la UPME, la adición de estas fuentes de energía renovable permitiría una reducción cercana a $2 USD/MWh frente al escenario base en el que la expansión se hace mediante la adición de plantas de carbón, gracias a los bajos costos de las tecnologías asociadas.
Adicionalmente, la correlación negativa entre los ciclos hidrológicos del país y los vientos en la Guajira hace que la instalación de una fuente intermitente de energía no genere deterioros en la confiabilidad del sistema. En el escenario optimista, se estima una participación máxima de un 15% en 2028. En este caso se incluyen proyectos de generación con energía renovable, considerando que para el periodo comprendido entre 2015-2030 se podrían adicionar 896 MW de capacidad eólica adicionales a los 474 MW ya previstos, 239 MW de energía solar y 375 MW geotérmicos.
Los resultados de estos escenarios indican que el costo marginal promedio del sistema se reduce sustancialmente. En el escenario más conservador en el que las plantas eólicas y fotovoltaicas tienen una participación del 3% y 1% respectivamente, la UPME encontró una reducción del costo marginal de 8.7 USD/MWh en promedio. Tras la publicación de la ley 1715 de 2014, se han registrado nuevos proyectos de generación a partir del uso de fuentes no convencionales de energía renovable con una capacidad de 12.512 MW, de los cuales 91,82 MW corresponden a 18 proyectos de biomasa inscritos, en 11 departamentos del país.
Confiabilidad, el reto
“Colombia es un país con energías limpias porque el 70% de su matriz energética corresponde a generación con energía hidráulica. (…) El país tiene que dar el paso a energías renovables no convencionales de una manera gradual para que toda la matriz energética tenga cabida y el usuario final tenga un impacto positivo en la tarifa”, dice Astrid Álvarez, Presidente del Grupo Energía Bogotá (GEB). Y es que en un país en el que hace apenas tres años la proporción de energía útil y pérdidas en la matriz energética nacional fue de 48% y 52%, respectivamente, con unos costos estimados de energía desperdiciada cercanos a los 4.700 millones de dólares al año, la eficiencia energética es considerada un mecanismo para asegurar el abastecimiento energético. “La eficiencia energética es una alternativa complementaria a la diversificación de la oferta para mejorar la seguridad del suministro, manteniendo constante o incluso reduciendo el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero y de otras emisiones contaminantes”, explica el Plan de Acción Indicativo de Eficiencia de la UPME 2017-2022.
¿Qué hay de la dependencia de fósiles?
En un artículo publicado a finales del año pasado, Tzeporah Berman, ex director de la Iniciativa para el Cambio Climático de Greenpeace, señalaba con algo de optimismo que el fin de la era de los combustibles fósiles está cerca. “Las señales abundan: las fuentes renovables (como la solar y la eólica) exceden sistemáticamente las expectativas; la difusión del vehículo eléctrico supera con creces los pronósticos; y gobiernos de todo el mundo reconocen la urgencia de hacer frente al cambio climático”. Pero al mismo tiempo, el autor se preguntaba: ¿cuál es el plan para liberarnos de la dependencia del petróleo, el carbón y el gas? Y en tono más realista señalaba que el cambio social en esta materia no es un proceso gradual y lineal, sino que suele darse en oleadas, caracterizadas por “momentos de inflexión” donde confluyen el progreso tecnológico, los incentivos financieros, el liderazgo político, el cambio de políticas y, lo más importante, la movilización social.
“Parece que nos acercamos a uno de esos momentos”, concluía. En efecto, según el Informe sobre la situación mundial de renovables, elaborado por el ‘think tank’ REN 21, 2017 fue un año récord en materia de crecimiento para estas energías: las inversiones se duplicaron frente a la suma destinada a la energía nuclear y a los combustibles fósiles, lo que coincide con una disminución en los costos de las nuevas tecnologías. La paradoja es que mientras se producen estos avances, la recuperación del crecimiento mundial se tradujo en un aumento del 2,1% de la demanda de energía en el mundo, más del doble del aumento promedio de los cinco años anteriores. Ello coincidió con un aumento del 1,4% en las emisiones de CO2, por primera vez en los últimos cuatro años.